Basta un año para que un equipo de fútbol y su afición vivan dos coyunturas completamente distintas. Tal día como hoy, pero de 2023, Sevilla estaba a reventar de camisetas rojillas para disfrutar de otro momento histórico del club navarro.
De la mano del tándem Arrasate-Alkiza, Osasuna había alcanzado la segunda final copera en sus más de cien años de trayectoria deportiva y la ocasión había que celebrarla como se merecía por parte de una entidad y entorno que no están muy acostumbrados a este tipo de acontecimientos.
Casi 25.000 seguidores emprendieron la ruta hacia la ciudad andaluza para vivir in situ ese momento único, con todo lo que suponía de esfuerzo a la hora de compatibilizar calendarios laborales y, sobre todo, sacrificio económico para el bolsillo individual y familiar.
A la postre, los pronósticos se cumplieron y el cuadro rojillo acabó cayendo ante el todopoderoso Real Madrid, pero lo de menos fue el resultado deportivo. Por encima de ello, se gozó de una experiencia singular que difícilmente se borrará de la retina de la parroquia osasunista.
Su ilusión todavía se pudo prolongar por espacio de un mes más, tiempo suficiente para que el equipo mantuviese vivas las esperanzas ligueras de poder jugar competición europea 17 años después.
La última jornada en un partido a cara de perro frente al Girona, que también se jugaba sus opciones continentales, volvió a ser una perfecta comunión entre equipo y grada, una nueva fiesta en El Sadar para rubricar la mejor temporada de la historia del club navarro.
La disputa de la Conference League y de la Supercopa, por primera vez en su historia en este último caso, aventuraban un curso 2023-24 muy novedoso e ilusionante para el osasunismo.
Poca fortuna en el sorteo
La escuadra navarra no tuvo suerte en el bombo de la competición europea, al tocarle en liza un Brujas que ha demostrado lo buen equipo que era –Arrasate ya lo predijo–, llegando a las semifinales de este torneo y con muchas opciones de meterse en la final, algo que tendrá que confirmar este próximo jueves.
Pese a ello, Osasuna le puso contra las cuerdas, especialmente en el encuentro de vuelta en el estadio Jan Breydel, donde le dio la vuelta a la eliminatoria por momentos y, de tener un poco más de fortuna y acierto, haber conseguido el pase a la fase de grupos.
También dio la cara en la Supercopa, rodeado de las tres mejores escuadras de la liga estatal, en la que un error arbitral le permitió al Barcelona adelantarse en la semifinal contra los rojillos y encarrilar así el posterior triunfo azulgrana.
Paradójicamente, ambas competiciones, cuya participación tenía que haberse tomado como un premio al buen hacer del ejercicio anterior, se transformaron con sendas eliminaciones en una especie de rémora para el rendimiento del equipo ante las críticas recibidas, algunas de ellas incluso de los propios dirigentes del club.
De hecho, esa anomalía comenzó a pasar factura en el rendimiento deportivo del bloque navarro en la competición de la regularidad, que es la que al final te da de comer, habida cuenta de lo importante que es mantenerse en Primera para la estabilidad institucional y económica de la entidad rojilla.
Aunque con altibajos a lo largo del presente ejercicio, Osasuna ha vuelto a conseguir la salvación de manea holgada, pese a este último mal tramo liguero en el que ha encadenado cuatro derrotas seguidas, sacudido el vestuario por el anuncio de Arrasate de no continuar en el banquillo.
Un año después de la final copera, el club y su entorno viven la otra cara del fútbol, como ha sido y seguirá siendo en su cíclica historia, en la que se ha disfrutado y sufrido a partes iguales, pero sin rendirse nunca.