Mariona Borrull

El largo día de Yorgos Lanthimos y Paul Schrader en el Festival de Cannes

Tras el éxito de ‘Pobres criaturas’, Yorgos Lanthimos trabaja de nuevo con Emma Stone y Willem Dafoe en una película demasiado larga e interesante sólo a medias. Paul Schrader, en cambio, apuesta junto a Jacob Elordi y Richard Gere por una reflexión sobre la fragilidad y la muerte.

El equipo de ‘Oh Canadá’ posa en la alfombra roja de Cannes.
El equipo de ‘Oh Canadá’ posa en la alfombra roja de Cannes. (Antonin THUILLIER | AFP)

Miguel Ángel Blanca (cocreador de ‘Autodefensa’) decía que sólo escribir sobre lo que no nos atrevemos a contarnos, ni a nosotres, puede resultar en buenos guiones. A sus 77 años Paul Schrader cumple a rajatabla con una película obtusa y frágil, que sigue los vagabundeos de un director de cine demente senil, álter ego de la novela homónima del recién fallecido Russell Banks, y también probablemente el suyo.

El coraje de Paul Schrader en ‘Oh, Canada’

Cumplirán cincuenta años del estreno de ‘Taxi Driver’, debut de Schrader con Scorsese y piedra fundacional del Nuevo Hollywood. Medio siglo de carrera que parecía poderse clausurar perfectamente con la rectitud y la dignidad del tríptico formado por ‘El reverendo’, ‘El contador de cartas’ y ‘El maestro jardinero’. Sin embargo, con ‘Oh, Canada’ Schrader dará la contrapartida menos amable de un ocaso: la vejez en el sentido más humano y derrotado.

No es sólo que el director protagonista (Richard Gere, con quien Schrader trabajó en ‘American Gigolo’), entrevistado pocos días antes de su muerte y a sabiendas de su final inminente, repase su biografía sin ningún tapujo o miramiento hacia nadie (ni a su esposa, Uma Thurman); que también. Es que el fallo físico se introduce en el film como un juego mental noventero, de forma que todo chocheo o indecisión se convierte en un desajuste en la escena.

Jacob Elordi lo interpreta a él, a su padre y a su hijo, cuyos hitos vitales también se repiten y se mezclan. Como en ‘El padre’ de Florian Zeller, pero con aún menos concesiones a la moral cuestionable y a las formas dictatoriales de su (en principio) simpático personaje. Tampoco convivir con los abuelos fue nunca realmente fácil.

Francis Ford Coppola se medio-explica

Otro sénior del cine contemporáneo hacía aparición en la rueda de prensa más esperada del festival: Coppola presentaba ‘Megalópolis’ acompañado de su equipo. A las nueve cifras del presupuesto de la película, los cuarenta años de preparación y la absoluta división crítica tras el estreno, el cineasta también podía verse cuestionado por un rodaje tremendamente caótico por la laxitud del director y por el presunto acoso que ejerció sobre algunas extras, «tratando de ponerlas de humor» según testigos recogidos por ‘The Guardian’.

Del acoso no ha hablado, pero del despilfarro económico sí: «No me importa. Nunca me importó», ha explicado. «Yo arriesgué en la película. No tengo problemas con las finanzas. Mis hijos, sin excepción, tienen carreras maravillosas sin una fortuna. No necesitan una fortuna».

‘Kinds of Kindness’ es larga y grotesca, y mala

Con ‘La favorita’ o ‘El sacrificio de un ciervo sagrado’, que Yorgos Lanthimos tiene un apetito por la crueldad ya no sorprende a nadie. No obstante, tras acaparar cuatro Oscars, el León en Venecia y dos Globos de Oro, y amparándose en una campaña publicitaria centrada en el aspecto cool-provocativo de esta nueva apuesta, nadie esperaría de ‘Kinds of Kindness’ una película aburrida… Técnicamente, no lo es. Este tríptico de mediometrajes, de casi tres horas en total, está unido por un mismo reparto (Emma Stone, Jesse Plemons, Willem Dafoe, Margaret Qualley, Hong Chau) y el interés que ha vertebrado el resto de la filmografía del griego: los estragos, grandes y pequeños, de las relaciones humanas tóxicas.

Quizás el mayor acierto de la cinta, en vistas a la fama de Emma Stone, sea que el pato lo pague siempre ella y que se mantenga desvergonzadamente gore, ácido y sexual, sin abandonar en ningún momento la línea cerebral del director. Pasa que los caminos de Lanthimos, trágicos de una forma muy clásica, se ven de entrada del todo predecibles… Con tal de retenernos, el cineasta necesitará ampararse en un impacto que crece, escalando aun sin virajes mayores o propuestas fuera de regla. Naturalmente, el más, más y más no siempre es mejor, no para un relato de cuatro personajes y tres horas. ‘Kinds of Kindess’, y yo, necesitamos un poco de aire.