Pablo Ruiz de Aretxabaleta

Netanyahu alarga los tiempos entre el colapso interno y la sangría de Gaza

La probable retirada de Benny Gantz del Gobierno israelí suma otra crisis para Netanyahu, también pendiente de las amenazas de ultrasionistas y de fundamentalistas religiosos. Analistas israelíes creen que solo es una parte del colapso del Estado sionista, que aumenta su brutalidad en su declive.

 Vendedores entre las ruinas de Yabalia y de la sede calcinada de la Unrwa en este campo de refugiados.
Vendedores entre las ruinas de Yabalia y de la sede calcinada de la Unrwa en este campo de refugiados. (Omar AL-QATAA | AFP)

La retirada del gabinete de guerra del ministro Benny Gantz, quien convocó para hoy una comparecencia previsiblemente para anunciarla, lleva al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, a una nueva crisis. Después de sobrevivir a innumerables crisis en su historia política, en la actual fía su supervivencia al exterminio en la Franja de Gaza y al conflicto en toda la región.

Gantz fue el único líder de la oposición que accedió a la petición de Netanyahu de formar un Gobierno de unidad nacional tras los ataques del 7 de octubre, y obtuvo un puesto dentro del gabinete de guerra, donde es uno de los tres integrantes con derecho a voto, junto con el propio primer ministro y el titular de Defensa, Yoav Gallant.

Hoy acaba el plazo que dio a mediados de mayo a Netanyahu para presentar un plan para «el día después de la guerra». Netanyahu no lo ha hecho y sigue moviéndose en la ambigüedad con el único plan claro de seguir devastando la Franja.

Gantz, que en el pasado fue jefe del Estado Mayor y ministro de Defensa, se reunió el miércoles con Netanyahu sin llegar a un acuerdo. La salida de su partido, Unidad Nacional, del Ejecutivo no pone en peligro la coalición de Netanyahu, pero supone un golpe más en su crisis constante.

Con el apoyo de los partidos Poder Judío y Sionismo Religioso (14 escaños) mantiene una mayoría de 64 diputados en el Parlamento, pero ambas formaciones ultrasionistas amenazan de forma reiterada con abandonarlo si se da por concluida la operación contra Gaza o se firma un acuerdo de tregua con Hamas. 

La crisis del Gobierno, que ya vivió el año pasado las mayores protestas de la historia del país contra la reforma judicial –con la que Netanyahu también buscaba blindarse ante los procesos por corrupción–, se ve también alimentada por la posible reforma del reclutamiento militar para anular la exención de los haredíes que se dedican a estudiar la Torah.

Las formaciones ultraortodoxas Shas y Judaísmo Unido, con 18 diputados, también amenazan con dejar el Ejecutivo si se aprueba esta reforma. Netanyahu intenta alargar los plazos con los trámites que aún debe pasar la reforma en el Parlamento para sostener su Gobierno.

Con la salida de ultrasionistas o de ultraortodoxos, perdería la mayoría y se vería abocado a convocar elecciones. Pero si sobrevive hasta después del verano, un nuevo Ejecutivo podría llegar no antes del año que viene, posiblemente con Donald Trump en la Casa Blanca y, por tanto, con aún menos presión exterior.

Niños en una de las aulas destruidas por la aviación israelí en la escuela de la Unrwa del campo de refugiados de Al-Shita. (Eyad AL-BABA/AFP)

 

Maestro en la supervivencia política tanto como en la brutalidad conta el pueblo palestino, el líder del Likud da largas a la ultraderecha, a los fundamentalistas y también a sus aliados estadounidenses. El propio Joe Biden insinuó su interés político en extender la guerra.

Así lo cree también la CIA, que en un informe en el que sostiene que Netanyahu mantiene deliberadamente una posición vaga sobre un alto el fuego y el futuro de Gaza por cálculos políticos, ignorando incluso las peticiones de EEUU.

El informe, revelado ayer por la CNN, indica que, de esta forma, Netanyahu «probablemente cree que puede mantener el apoyo de su cúpula de seguridad» y evitar la salida de los miembros más ultras de Gobierno. Esta estrategia se ha traducido en la ambigua respuesta a la propuesta de alto el fuego divulgada por el propio Biden como un plan israelí, que el primer ministro israelí matizó y evitó respaldar. 

La CIA concluye que Netanyahu ha dado prioridad a su plan de «destruir a Hamas». En ocho meses de devastación de todo el territorio de Gaza, Israel no ha logrado acabar con los principales líderes del movimiento islamista ni ha rescatado a los cautivos israelíes. Sus familiares creen ya que este ha pasado a ser un objetivo secundario.

Los planes dilatorios de Netanyahu chocan con la urgencia de su aliado Biden, para el que su apoyo incondicional a Israel puede pasarle factura en las elecciones de noviembre.

Colapso del Estado sionista

Pero mientras alarga los tiempos, la crisis israelí va más allá. “Haaretz”, en su editorial, apunta al colapso del Estado sionista. «La brutalización de Israel está en marcha. Si no actuamos a tiempo, su colapso es solo cuestión de tiempo» señala.

El diario israelí menciona la opinión premonitoria del filósofo israelí Yeshayahu Leibowitz sobre esta deriva: «El orgullo nacional y la euforia que siguieron a la Guerra de los Seis Días son temporales y nos llevarán del nacionalismo creciente y orgulloso al ultranacionalismo extremo, mesiánico. La tercera etapa será la brutalidad y la etapa final será el fin del sionismo».

Coincide con el análisis del periodista David Segarra en una entrevista de Mirari Isasi en GARA la semana pasada. Segarra subraya el «declive total» de la economía israelí, el deterioro de sus relaciones diplomáticas y el hundimiento de su imagen. «Está en el peor momento de su historia desde 1948. En Israel hay un consenso de que están ante un problema existencial por las barbaridades cometidas en los últimos 76 años  (...) En la fase final de la descolonización, el régimen colonial entra en pánico porque ve que está en un declive cercano al colapso y provoca un genocidio», indicaba el periodista.

En el mismo sentido, el historiador israelí Ilan Pappe señala en CTXT que las acciones de Israel «huelen a puro pánico y desesperación como respuesta a la pronta transformación de Israel en un Estado paria, con todas las implicaciones que eso conlleva».

 



Israel, en la lista de infanticidas de la ONU


Cuando ya son más de 15.000 los niños que el Ejército israelí ha matado en ocho meses, la ONU se ha decidido a incluir a Israel en la lista de países que violan los derechos de los niños en conflictos armados, que comparte con Afganistán, Myanmar, Somalia, Irak, Yemen y Siria, además de grupos como Boko Haram o el Estado Islámico.

Naciones Unidas notificó a Israel su inclusión en la lista, que se debatirá en el Consejo de Seguridad el 26 de junio, y el Estado sionista reaccionó con virulencia. «La ONU se ha sumado a la lista negra de la historia al unirse a quienes apoyan a los asesinos de Hamas. Las Fuerzas de Defensa Israelíes son el ejército más moral del mundo; ninguna decisión delirante de la ONU cambiará eso», replicó el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu.

Mientras tanto, ese Ejército siguió ayer lanzando sus bombas sobre los campos de refugiados de Nuseirat, Maghazi y Bureij, y partes de la ciudad de Deir al Balah, con decenas de muertos más. Tres de ellos en otro ataque israelí en una escuela de la Unrwa en el campo de Shati, cerca de ciudad de Gaza.

 

 



Periodista
La Policía detuvo al periodista palestino Saif Kuasmi, que fue agredido el miércoles por una turba sionista durante la Marcha de Jerusalén. El arresto se debió a la denuncia de un conocido activista derechista sobre su pertenencia Hamas. Los policías confiscaron su equipo y aseguraron que no llevaba acreditación válida para trabajar en Israel.

Paro del 79%
La ofensiva militar lanzada por Israel  ha provocado estragos en el mercado laboral de Gaza, hasta el punto de que la tasa de desempleo ya alcanza el 79,1%, según la OIT y de la oficina palestina de estadísticas. En Cisjordania llega al 32%.