«Las esperanzas de encontrarcon vida a Laure Zacchello son escasas», ha confirmado esta tarde el procurador de Baiona, Jerôme Bourrier, aunque ha apelado a la prudencia, y al respeto, a los tres hijos de la vecina de Urruña desaparecida desde el viernes 21 de junio.
El representante del Ministerio Público ha confirmado que, bajo la tutela de dos jueces de instrucción, sigue la investigación para, de entrada, localizar a la mujer, de 43 años de edad.
Bourrier ha remarcado que, de momento, no se excluye nada, y que cada una de las hipótesis «va a ser analizada con minuciosidad».
Sin embargo, el procurador ha aportado, a continuación, una batería de «elementos objetivos» que, tal como hiciera constar el lunes, cuando el marido de Zacchello fue presentado ante el juez, le llevan a sostener que la mujer, «probablemente fallecida», pudo ser víctima de «un homicidio voluntario a cargo de su pareja».
Bourrier ha expuesto que fue el viernes, a media tarde, cuando un familiar acudió a la casa de la mujer, en Urruña, para recoger algunas cosas para los niños, cuando sonó la voz de alarma de que que «algo grave» había ocurrido en ese domicilio que Laure Zacchello seguía compartiendo con el su todavía marido, pese a que llevaba separada de él desde marzo.
Marido tendido en el suelo
El procurador, que ha evocado «un proceso de divorcio que el marido no aceptaba», ha detallado que el presunto agresor fue hallado por su hermana en el suelo, en el exterior de la vivienda, aparentemente inconsciente y con una herida en la cabeza. Había una piedra a su lado, completando un cuadro que, eventualmente, podría haber sido preparado al efecto de confundir a los investigadores.
Tras ser alertada la Policía, la inspección del domicilio arrojó ya toda una serie de elementos que llamaron la atención de los investigadores.
El bolso de la mujer con todas sus pertenencias personales, incluidos dos móviles, estaban en la casa, así como su vehículo.
De las dos cajas fuertes con que contaba la vivienda, habían desaparecido varias armas que guardaba el marido, oficial de reserva de la Gendarmería hasta 2020 y tirador deportivo.
El hombre, que fue tratado de sus heridas en un breve ingreso en el Hospital de Donibane Lohizune, apareció pronto como eventual sospechoso de haber simulado un robo con violencia para encubrir su eventual implicación en la desaparición de la mujer que, pese a todo, sigue rodeada de misterio.
Bourrier ha aderezado esos datos sobre la inspección del domicilio con los testimonios aportados por el entorno más cercano de la víctima.
Vivía atemorizada
Esos testimonios dan a entender que la mujer vivía atemorizada, hasta el punto de «acostarse en el sofá, o con los niños» –de 5, 7 y 9 años de edad– a la espera de la llegada, por las noches, del hombre del que tratada de divorciarse.
El procurador ha insistido en esa «mala aceptación» del divorcio por parte del marido, al que el juez envió el lunes a prisión provisional. Y ha evocado parte de la declaración del sospechoso, seguidor, según ha indicado, de tesis de supervivencia.
De hecho, durante el fin de semana en que se prolongó la detención, habría divagado ante la Policía sobre la existencia de un refugio a prueba de catástrofes.
La Policía ha llevado a cabo distintas inspecciones y batidas, y sigue con una búsqueda en la que cada vez son menores las esperanzas de hallar con vida a la mujer.
Bourrier ha hecho hincapié en la personalidad fría y poco empática del presunto responsable de la desaparición de una mujer que su familia descarta que pueda ser voluntaria, porque Laure Zacchello, que siempre estaba pendiente de sus hijos, les habría llamado.
El viernes, excepcionalmente, confió a esos tres niños, para los que se ha pautado asistencia psicológica, a sus abuelos paternos, para que salieran del cargado ambiente familiar y disfrutaran de la fiesta de la música. Nadie la ha vuelto a ver.