Amaia Ereñaga
Erredaktorea, kulturan espezializatua

Fallece Koldo Campos Sagaseta, escritor vasco de corazón dominicano

Koldo Campos Sagaseta ha fallecido a los 70 años. El escritor, nacido en Iruñea y nacionalizado dominicano, residía en Azkoitia desde hace casi dos décadas. Hombre discreto, era uno de los columnistas más veteranos de GARA y NAIZ

Koldo Campos, en una imagen de 2018.
Koldo Campos, en una imagen de 2018. (Gorka RUBIO | FOKU)

«Comencé siendo vasco, pero pronto fui también dominicano y, como insistí en seguir naciendo, ocurrió que también soy cubano, sandinista, saharaui, palestino, indio, negro, mujer…», le leíamos hace unos años a este escritor, dramaturgo, periodista, corrector, poeta, actor, guionista y, también, uno de los columnistas más veteranos de GARA y NAIZ. Hombre discreto, desde 2006, cuando empezó su colaboración con el periódico, Koldo Campos Sagaseta tampoco ha faltado esta vez a su cita con sus lectores: su última columna salió publicada el 26 de junio pasado.

Con su humor irónico y surrealista, tan caribeño y navarro a la vez, seguramente en uno de sus artículos le hubiera sacado punta al dato.

Nacido en Iruñea el 14 de abril de 1954 y nacionalizado dominicano en 1983, Koldo Campos Sagaseta residía en Azkoitia desde hace casi dos décadas. Una combinación explosiva. Se rió suave cuando se lo dije el día que le entrevisté, en febrero de 2021, con motivo de la publicación de ‘Teatro’, un libro editado en la República Dominicana, donde se recopilaban sus textos teatrales más destacados.

El libro contaba también la intrahistoria de su vida en la isla con anécdotas hilarantes, surrealistas y trágicas. Por cierto, ‘gracias’ a su pluma, este hombre pudo meterse, como actor, en la piel de Dios y de Cristóbal Colón (en su obra ‘La verdadera historia del descubrí… miento de América’). Ahí es nada.

La vida revolucionaria y el compromiso

El primer encuentro de este iruindarra con la isla fue en 1980, al incorporarse, estando en Nicaragua, a una brigada dominicana que participó en la Campaña Nacional de Alfabetización que puso en marcha el gobierno sandinista nada más subir al poder. Koldo  Campos había estudiado Magisterio en Euskal Herria.

Con una de aquellas brigadistas dominicanas, Arlette ‘Oleka’ Fernández, viajó a la isla caribeña y tuvo a su hija mayor, Irene, quien prologó precisamente la edición de ‘Teatro’ (editorial Galipote, Santo Domingo).

Koldo Campos trabajó en el Centro Dominicano de Estudios de la Educación y mantuvo paralelamente durante mucho tiempo una columna muy leída en el periódico ‘El Nacional’, denominada ‘Cronopiando’.

En este vespertino ejercía, además, de corrector de estilo. Allí se permitía alguna ‘maldad’: «En aquellos tiempos en los que, a falta de la llegada de los ordenadores, los errores se eliminaban con ayuda de un cutter y las correcciones se pegaban, era muy fácil para un hábil saboteador acometer imperceptibles mejoras en las opiniones ajenas. Así convertía a España como ‘unidad de destino’ en unidad de destiño; a la ‘pujante sociedad consumista’ en pujante sociedad comunista; o transformaba la ‘indecencia sandinista’ en decencia sandinista», relataba en sus divertidas memorias, tituladas ‘Peripecias procelosas y variopintas de un corrector y columnista vasco en la prensa dominicana’.

Aquel periódico, por cierto, parecía salido de una novela de García Márquez: periodistas que, como cobraban tan poco, vendían huevos; tardes de redacción cantando boleros... En abril de 2023, sus memorias recibieron una mención especial en la edición 63 del Premio Casa de las América de Cuba, pero que todavía no han sido publicadas por ninguna editorial.

El título de su columna lo recuperó luego cuando volvió a escribir en Euskal Herria. Koldo Campos, muy activo en la vida cultural de la República Dominicana, fue también guionista en la televisión, la radio y el cine dominicanos.

En enero de 2006 regresó a Euskal Herria con su pareja, una cooperante vasca que conoció allí, y tuvieron tuvieron dos hijas más: Itxaso y Haizea, aunque nunca rompió el vínculo con la isla; de hecho, seguía manteniendo la ciudadanía dominicana. Los últimos años estuvo ingresado en la residencia San José de Azkoitia, sobre la que escribió en diferentes ocasiones: apoyando a los trabajadores de la residencia, denunciando la situación de Osakidetza... siempre certero, siempre directo, siempre comprometido.  

En 2012, Koldo Campos Sagaseta fue uno de los ganadores del Concurso Literario Letras de Ultramar 2011, premio otorgado por el Ministerio de Cultura de la República Dominicana a los escritores de su país que por diversos motivos han establecido su residencia fuera de su país nativo. Lo fue en el género de Literatura Infantil, con la obra ‘El rey necio’.
 
Poeta y dramaturgo, entre su obra se encuentran también los poemarios ‘Miermelada’, ‘The Chusma Herald’ y ‘La Caja Negra’, así como varias obras teatrales y piezas para café-teatro.

Humilde, irónico, puntilloso

Como buen corrector, enviaba sus artículos a la sección de Iritzia con días de antelación, aunque luego los completara con el reenvío de un par de versiones finales. Xabier Izaga, quien desde esta sección recogió durante muchos años los textos de Koldo Campos, lo define como «un hombre que le daba muchas vueltas a los textos, porque para él era muy importante cuidar y mimar todo lo que escribía. Pero con eso no quiero decir que fuera picajoso, porque su actitud ha partido siempre desde la humildad. Era muy responsable, pero a la vez, humilde. Escribía muy bien, con un punto irónico, siempre poético y se percibía que era un hombre muy leído y que sabía de lo que escribía".

Fue el primero de los colaboradores de GARA en tener un blog propio en NAIZ, al que bautizó también ‘Cronopiando’ y donde se han ido publicando todos sus textos desde 2018. Como subtítulo, una definición: ‘Memoria que respira y pan que se comparte’.

Koldo Campos no ha fallado tampoco al final a su cita con GARA y NAIZ, aunque en verdad ya se despidió antes de todos nosotros en una columna titulada ‘Gracias’, que fue publicada el 24 de enero pasado. Un texto poético, nostálgico y que acababa así: «(...) O podría ser el tiempo, que no acepta prórrogas ni se aviene a consensos y te cobra en ausencias las sonrisas perdidas, pero así el tiempo nuble la memoria y desvanezca tu nombre y mis palabras, por si acaso mañana no nos vemos… gracias».

Gracias a ti, compañero.