La isla de calor de Iruñea y las vías para refrigerar una ciudad
Un equipo de la UPNA midió en verano de 2022 el aumento de temperatura en Iruñea a causa del cemento y lo precisó barrio a barrio. Ahora, científicos de la misma universidad investigan fórmulas, estrategias y nuevos materiales que ayuden a evitar este sobrecalentamiento en las ciudades.
Apenas a la salida de Iruñea hacia el sur, en una finca de la Universidad Pública (UPNA), hay una estación meteorológica. Durante el verano de 2022, un equipo de científicos contrastó los datos térmicos que recogía ese punto de medición con el de cinco estaciones ubicadas en distintos barrios de la ciudad y otras siete estaciones móviles. La central de las afueras les servía como el dato de control, pues ahí quedaban reflejada la temperatura que correspondería a Iruñea si no estuviera llena de asfalto, adoquines y de edificios.
La diferencia entre esa temperatura registrada a las afueras y la de los distintos barrios retrató la «isla de calor» de la capital navarra. El concepto isla de calor, que comenzó a desarrollarse hace casi 200 años en Londres, hace referencia al aumento de las temperaturas que se registra en el interior de las ciudades.
En Iruñea la diferencia no era homogénea. Había barrios que se comportaban mejor que otros. Arrosadia y los Ensanches emergieron como los más problemáticos. Además, detallaron cómo la isla de calor se acentuaba por la noche (más de 4º de diferencia). La otra variable eran los episodios de ola de calor, cuando la diferencia entre la Iruñea encementada y sus afueras llegó alcanzó 7º.
«Los materiales con los que construimos las ciudades, el hormigón, el asfalto, van acumulando calor a lo largo del día y en verano lo liberan después por la noche cuando la temperatura general baja», explica Laura Carlosena, profesora del Departamento de Ingeniería de la UPNA.
La diferencia de temperatura nocturna entre las afueras de Iruñea y el centro alcanzó siete grados en las noches de olas de calor de 2022.
Este es un efecto particularmente pernicioso, dado que los últimos estudios vinculan el aumento de la mortandad del verano no con los picos de temperatura diaria, sino con las noches excesivamente calientes, las denominadas como noches tropicales (mínimas superiores a 20º) o tórridas (mínimas superiores a 25º).
El Ministerio de Sanidad, atribuye a los episodios de calor registrados en los meses de juio y agosto 81 muertes en Hego Euskal Herria, de las que 31 tuvieron lugar en Nafarroa, el más cálido de los territorios. El año anterior, cuando el calor fue más intenso, los fallecimientos atribuidos a las temperarturas ascendieron 144 (61 de ellos en Nafarroa).
Ciudades que suden
El aumento de la temperatura del planeta, que se presenta además a través de una mayor frecuencia de olas de calor, está forzando a que las estrategias de mitigación del calor para las ciudades deban contemplarse como algo estratégico.
A futuro no bastan con soluciones individuales (aires acondicionados, edificios con un mejor aislamiento...), sino que las ciudades deben implementar distintas estrategias para refrescarse y reducir el calor. Todos los caminos, sin embargo, tienen alguna pega.
La más conocida de estas estrategias de enfriamiento pasa por el aumento de las zonas verdes, pero no vale con cualquier planta. «Hemos aprendido que hay especies y zonas verdes que funcionan mejor que otras. Importa la altura, la sombra y, sobre todo, la cantidad de agua», detalla Carlosena.
Las plantas que más agua consumen y, por lo tanto, evaporan son las que más ayudan a reducir la temperatura
En buena medida, las zonas verdes refrigeran la ciudad a través de la evaporación del agua que realizan las plantas. Salvando las distancias, se trata de un mecanismo similar al de nuestro organismo cuando suda y, a través de la evaporación del sudor, logramos reducir la temperatura del cuerpo.
Lamentablemente, las ciudades de climas muy secos o semidesérticos, son a su vez las más necesitadas de mecanismos de refrigeración y, a su vez, las que cuentan con menor cantidad de agua para destinarlas a zonas ajardinadas llenas de plantas que necesitan mucha agua.
La evaporación, de hecho, funciona hasta sin plantas. «La propia tierra es porosa y acumula agua y, cuando la evapora al resecarse, consigue que su temperatura sea muy inferior a la de la baldosa o la de un suelo asfaltado», explica la profesora de la UPNA.
Tener en cuenta qué vientos soplan, su frecuencia y orientación a la hora de la planeación urbanística son otros de los elementos más conocidos a la hora de minimizar el efecto de una ola de calor. Pero los científicos están esforzándose también en dar con materiales que consigan disipar el exceso de calor.
Los Ángeles trató de rebajar su temperatura en 2018 pintando las calles de blanco, pero el reflejo acabó cegando a los conductores.
«Hablamos de materiales que tienen un comportamiento en dos sentidos –prosigue Carlosena–. O bien reducen la cantidad de radiación solar que absorben o bien logran emitirlo después al espacio».
Una fórmula sencilla de lograr esto es, simplemente, con pintura blanca. Encalar ciudades como han hecho desde hace siglos los pueblos mediterráneos. Aunque, sin pasarse. La ciudad de Los Ángeles en 2018 quiso llevar esta idea al extremo y pintó de blanco hasta las calles. Fue peor el remedio que la enfermedad, pues el blanco de la calle deslumbraba a los conductores generando un peligro aún mayor.
Investigación en Euskal Herria
Por fortuna, la física es algo más complicada y la pintura blanca no es lo único que disipa el calor. La radiación tiene diferentes longitudes de onda. Está el rango visible, cuando los materiales reflejan la luz solar y nuestros ojos lo captan en forma de colores. Pero hay otras radiaciones invisibles, como los famosos rayos uva, los que queman la piel, y que hay materiales que logran repelerklos con mayor o menor eficacia
Y, también, está la luz infrarroja que escapa a nuestros ojos, pero que sí captan las cámaras termográficas que suelen aparecer en películas de ciencia ficción o en las que aparece armamento avanazado.
Según explica Carlosena, hay materiales que logran enviar al espacio este espectro de radiación. «El calor fluye de lo caliente a lo frío y si conseguimos que vaya al espacio que es lo más frío que hay, logramos que el enfriamiento».
Mejorar materias omnipresentes en la ciudad, como el hormigón, puede ayudar a solucionar el sobrecalentamiento de las urbes
Esta última parte quizá sea más fácil observarla en la vida real que comprender el razonamiento de la doctora de la UPNA. Se aprecia cualquier mañana fría de invierno en los coches aparcados en la calle. Una fina capa de hielo aparece sobre las lunas del coche, pero no en la carrocería. Esto se debe a que el vidrio se comporta mejor disipando el calor.
Así, se abren dos opciones: sustituir aquellos materiales que favorecen el recalentamiento por otros que se comporten mejor o, más ambicioso, mejorar los elementos más comunes para que no se recalienten.
Ejemplo de lo primero es la decisión del ayuntamiento de Sídney, que ha prohibido los techos de tela asfáltica. Y ejemplo de lo segundo, es el proyecto internacional Photonic Concrete en el que participan, entre otros, la UPNA, la UPV-EH, el CSIC en busca de aditivos y fórmulas que puedan hacer que el hormigón, que es el elemento omnipresente en la ciudad, disipe el calor a través de los mecanismos antes descritos.