Mohamed, el palestino de 16 años que la noche del domingo presenció cómo su hermano y su madre ardían hasta la muerte en la tienda de campaña en la que dormían tras un ataque israelí contra el hospital gazatí de Al Aqsa, llora al teléfono: «Lo que necesito nadie me lo puede dar. Lo que necesito es ver a mi madre».
«¡Alabado sea Dios!», repite entre sollozos Mohamed desde el otro lado del teléfono por el que habla desconsolado: «Eso es lo que necesito, ¿Quién me va a dejar ver a mi madre, quién, quién puede hacer que yo vea a mi madre?».
El lunes, las imágenes de palestinos desplazados quemándose vivos en sus tiendas de campaña junto al Hospital de los Mártires de Al Aqsa, en Deir al Balah, dieron la vuelta al mundo. La mano que se ve moverse entre las llamas es la del hermano de Mohamed.
Ahora, sobre los restos calcinados de esas construcciones improvisadas, Mohamed relata a Efe que una de esas personas que aparecen en los vídeos es su hermano: Shaaban al Dalu, un estudiante de ingeniería informática de 20 años, a quien su padre no dejó hacer Medicina para que no tuviera que irse de Gaza.
El incendio, en el que murieron cinco personas, se declaró tras el lanzamiento de bombas incendiarias israelíes contra las tiendas, construidas con piezas de nailon y plástico.
Como es habitual en cada acción brutal contra civiles, hospitales, niños o escuelas, el Ejército israelí lo niega, lo atribuye a Hamas y luego dice que comienza una investigación que tapa su responsabilidad. En este caso sostiene que el incendio fue provocado por «explosiones secundarias» tras el bombardeo dirigido, supuestamente, contra Hamas.
«Mi hermano tenía una mano levantada hacia el cielo mientras gritaba: ‘Que alguien me saque de aquí, que alguien me salve’, pero Dios quiso que tuvieran paz y tranquilidad», cuenta a Efe de pie, en el lugar donde murió envuelto en llamas Shaaban, que se vio sorprendido por el ataque mientras dormía.
«La gente me agarraba y mi hermano seguía quemándose delante de mi. ¿Qué podía hacer? No podía hacer nada»
Mohamed cuenta que esa noche él estaba en otra tienda de campaña, donde la familia, de siete miembros, guardaba también los productos que después vendían en un pequeño puesto ambulante frente al hospital.
Le despertó el estruendo de una explosión y cuando salió vio un «humo negro, negro, junto a la tienda», donde, asegura, dejó todas sus pertenencias atrás. Las imágenes de lo ocurrido, tomadas con teléfonos móviles, muestran las llamas consumiéndolo todo, un hombre quemándose y gente gritando e intentando inútilmente acercarse con mantas a los afectados.
Restos irreconocibles
«Mi hermano Shaaban y mi madre murieron como mártires ante mis ojos. La gente me agarraba y mi hermano seguía quemándose delante de mi. ¿Qué podía hacer? No podía hacer nada. La gente me agarraba, estaban todos a mi alrededor y no me dejaban acercarme a mi hermano y él estaba en llamas», relata.
En Gaza, más de 42.200 palestinos han muerto por la ofensiva israelí y otros 10.000 han desaparecido entre las ruinas. 902 familias han dejado de existir tras la muerte de todos sus miembros, de otras 1.364 solo queda un miembro y de otras 3.472 dos integrantes. La familia de Mohamed había sobrevivido completa hasta ahora. Llegaron a ese lugar el 23 de octubre de 2023, construyeron la tienda y consiguieron llevar comida y agua. Después de que sacarán a su hermano y a su madre de las llamas, sus cuerpos ya estaban calcinados.
«No reconocía los rasgos de mi hermano. A mi madre no la reconocí, la identifiqué por la pulsera que llevaba en su mano. Sin esa pulsera, no habría sabido que era mi madre, ya no tenía rasgos», cuenta sacando de una bolsa de plástico el único recuerdo que le queda de ella.
Ahora, por entre los restos quemados de las tiendas pululan sobre todos niños curiosos, acostumbrados a la fuerza a la cotidianidad de los ataques de Israel y a la muerte.
Su padre y dos hermanos se recuperan en tres hospitales diferentes de las quemaduras y las heridas, mientras Mohamed confiesa que se ha quedado sin palabras para expresar lo que siente.
«Toda mi familia tiene quemaduras, pero mi corazón es lo que más se ha quemado. Las llamas no llegaron a mi corazón, pero mi corazón fue lo que más ardió», dice.