
«El noble arte del boxeo», así se dice o se decía. Érase una vez un deporte que presentaba una imagen violenta pero incorporaba muchos matices detrás.
Entre otros, quizás sea el deporte más cinematografiado. Son numerosas las películas sobre vidas o vicisitudes de sus protagonistas, personas, atletas cuyo último recurso para sobrevivir era simplemente subir a un ring y pelear. Desde los ficticios Rocky Balboa y Maggie Fitzgerald (‘Million Dollar Baby’) hasta Jake La Motta o Rocky Graziano, en pelis como ‘Toro salvaje’ o ‘Marcado por el odio’, el listado de personajes inolvidables resulta tan largo como conmovedor.
Deporte de calle y con arraigo popular, que vive y se autoalimenta de legados. De momentos como el ‘Rumble in the jungle’, aquel encuentro entre Muhammad Alí y George Foreman en la mañana del 30 de octubre de 1974, hace medio siglo.

En juego, el título mundial de los pesos pesados, el máximo galardón planetario. El resultado, además de la victoria de Alí (perdón por este spoiler), un evento que ha marcado un antes y un después.
En casa del dictador
El legado de esta ‘Pelea en la selva’ no hubiera sido lo mismo con otra ambientación, porque aquel 30 de octubre el combate no tuvo lugar en el típico megahotel de Las Vegas o en un sitio acostumbrado a organizar eventos deportivos, sino en Kinshasa, capital del por aquel entonces Zaire, hoy República Democratica del Congo.
Como se podía ver en los carteles que anunciaban el combate, aquel Alí vs. Foreman fue un regalo («un cadeau», allí se hablaba francés) del presidente de Zaire, Joseph-Désiré Mobutu. «Presidente», por supuesto, tras protagonizar el golpe de Estado en 1960 que quitó del medio al anterior máximo cargo de la República, Patrice Lumumba.
El cadeau fue encontrar el dinero (10 miliones de dolares) que Don King, empresario y organizador de eventos deportivos, había prometido a los dos boxeadores a pesar de no tener ni un duro. King es otro personaje de leyenda que cae perfectamente en la narración del ‘Rumble in the Jungle’, con su pelo largo y «eléctrico». Al fin y al cabo en Zaire los recursos no faltaban; para los ricos, claro.
El Mundial de fútbol del 74 había mostrado la apuesta de Mobutu por el deporte y también su despotismo, encarnado en el desesperado gesto de Ilunga
Mobutu fue uno de los dictadores más crueles del siglo XX pero intuyó que el deporte podía ser una gran ayuda para mantener su popularidad. En aquel mismo 1974 la selección de fútbol de Zaire llegó a participar a la Copa del Mundo en Alemania. Aunque se dio cuenta muy pronto de que no podía competir realmente: 0-2 contra Escocia, 0-9 contra Yugoslavia y 0-3 contra Brasil.
En este último encuentro se produjo uno de los momentos más inexplicables de la historia entera del fútbol: a falta de cinco minutos, mientras Roberto Rivelino (una de las mejores zurdas de siempre) estaba listo para sacar una falta desde la frontal del area, el defensa Joseph Mwepu Ilunga de Zaire salió de repente de la barrera antes del pitido del arbitro, tirando el balón lo más lejos posible y dejando a todos estupefactos.
Amarilla inevitable para él, sin que nadie supiese la verdadera historia que había detrás. Resulta que Mobutu había avisado a los jugadores de que no iba a admitir más derrotas humillantes: «Hasta 3 goles contra Brasil, si no, os mataré a vosotros y a vuestras familias». Ilunga, en aquel momento, solo pensaba que Rivelino, que luego fallaría el remate, podía acabar siendo ser el verdugo involuntario de todo el equipo; cuestión de mera supervivencia.
Quedó claro que el fútbol no iba a ser un negocio lucrativo para Mobutu, así que mejor intentarlo con otro deporte, como el boxeo, y llevar a los dos mejores en su casa: aquella Kinshasa repleta de pobreza pero marcada por la voluntad del dictador de meter Zaire en el mapa mundial.
La cita sería en el estadio 20 de Mayo (hoy estadio Tata Raphael), a las 4 de la mañana por las exigencias televisivas de Estados Unidos, que quería retransmitir el encuentro sobre las 22 horas. En todo el mundo se pudo ver el combate en directo o en diferido y se estima que los espectadores fueron más de 1.000 millones.
«Alí boma ye»
El combate se puede resumir así: el vigente campeón Foreman intenta ganar la contienda por la vía rápida, como ya había hecho en sus anteriores combates (contra Norton, por ejemplo, KO en segundo asalto), pero encuentra a un Muhammad Alí preparado física y moralmente para la batalla, a través de una muy inteligente estrategia comunicativa, más que técnica. Y este acaba triunfando en los últimos segundos del octavo round por KO.
Menos poderoso, menos alto, menos joven: todo iba en contra de Alí contra George... salvo el carisma. En un combate entre dos negros, ¿cómo pudo ganarse el favor del público (negro) el genio de Louisville? Simplemente porque los africanos se sintieron más representados por Alí que por Foreman; empezando por la horrorosa manera con la que George aterrizó en Kinshasa, llevándose a unos perros que recordaban los que utilizaba Leopoldo II, el rey belga que había transformado al Congo desde 1885 a 1908 en su jardín privado, explotando y matando millones de esclavos.
Los africanos se sintieron mejor representados por Alí que por Foreman, sobre todo tras su horroroso aterrizaje en Kinshasa al estilo Leopoldo II
«Nous ne serons plus vos macaques», había gritado Lumumba el día de la independencia de Congo en 1960, a los antiguos soberanos belgas, justo antes de ser destituido por el golpe de Estado de Mobutu.
En pocas palabras Alí era el hombre antisistema, desde que había rechazado en 1967 la llamada para la mili en Estados Unidos. Fue descalificado tres temporadas por no querer ir a la guerra a Vietnam. En este ambiente de apoyo al hombre antes conocido como Cassius Clay, maduró un grito de batalla que los locales utilizarían para animarle: «Alí, boma ye», «Alí, mátalo».
Cuando se apagan las luces
Después del primero y del sexto asalto se escucha claramente: el público empuja al de Louisville y Alí se exalta, mientras que Foreman se viene abajo. Después de un inicio de combate muy agresivo, George se apaga, simplemente, su estilo se hace más confuso y desordenado, mientras que Alí ha encontrado la manera de aguantar los puñetazos del rival: apoyarse en las cuerdas, casi rebotando sobre ellas, para absorber la potencia de los golpes del campeón del mundo. Todo había sido estudiado, nada fue improvisado en este estilo llamado ‘Rope-a-dope’.
Y así hasta el octavo round, cuando Alí encuentra un hueco en la defensa de Foreman y con una combinación rápida derecha-izquierda-derecha «apaga las luces» del rival, que cae boca abajo. Hay un instante en que Clay podía darle el golpe de gracia a George, mientras su cuerpo pierde el equilibrio como una estatua que se rompe, sin embargo prefiere que la inercia acabe el asunto.
El nuevo campeón del mundo, de nuevo, es Muhammad Alí. Por su parte, Foreman -esto se sabrá solamente años después- entrará en un túnel de depresión y tristeza: no había perdido nunca un combate (40 victorias, 37 de ellas por KO) y de repente se sentirá aniquilado. Volverá al ring solamente en 1976.
El Oscar dejó un recuerdo conmovedor y agridulce, con los dos boxeadores abrazándose en el palco y Alí ya tocado duramente por el Parkinson
El caso es que el ‘Rumble in the Jungle’ confirmará la tradición del boxeo como deporte icónico y de gran pantalla. El documental ‘When we were kings’ (‘Cuando éramos reyes’) de 1996, sobre aquel combate, y sobre todo el Zaire 74, el «Woodstock de la música afro-americana» entre 22 y 24 setiembre de aquel mismo año, ganarían un Oscar.
Se entregó dejando un recuerdo conmovedor y agridulce, con los dos boxeadores abrazándose en el palco y Alí ya tocado duramente por el Parkinson. Amigos dentro de la leyenda.

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