Periodista / Kazetaria

En el epicentro de la catástrofe en una Valencia consternada

Equipos de emergencia trabajan día y noche en la búsqueda de los cientos de desaparecidos entre los escombros que dejó la DANA en Valencia. Casas destrozadas, carreteras cortadas y montañas de basura son el paisaje desolador en una comunidad donde las críticas arrecian contra el Gobierno de PP-Vox.

Imágenes del extrarradio de la ciudad de Valencia y zona cero de la catástrofe.
Imágenes del extrarradio de la ciudad de Valencia y zona cero de la catástrofe. (Gorka CASTILLO)

A las siete de la tarde, la noche ya ha echado su negro telón sobre Valencia mientras la tormenta sigue congregando nubarrones en el río Turia, que baja con el cauce cargado hacia el mar Mediterráneo. Desde la calzada, enterrado en la oscuridad, un grupo de jóvenes habla con una mujer ajenos a nuevas ráfagas de lluvia que se estrellan contra la capital de la destrucción. Valencia ‘la bella’, la que los diferentes gobiernos locales quisieron convertir en faro del comercio marítimo, es hoy una ciudad maltratada por la naturaleza y una orografía urbana extremadamente negligente. Cualquier gota que caiga del cielo activa el miedo a que el cenagal vuelva a desbordarse.

Por las calles de Utiel, una de las cabeceras que fue arrasada por el río Magro, el coche avanza a duras penas luchando contra las piedras y los socavones del asfalto. En las cunetas, sobre el barro y las montañas de escombros, se suceden amasijos de vehículos que ahí permanecen como metáfora del paisaje devastado.

A la salida del pueblo, el propietario de un motel de carretera asegura que le cuesta soportar tanta tristeza, pero se resiste a «ceder al fatalismo que arrastra tanta destrucción y muerte». Un camionero suizo ha decidido parar y hacer noche en una de las habitaciones junto a su fiel perro Donald, un labrador inquieto. «Vengo de Valencia y he tardado dos horas en recorrer los 40 kilómetros hasta llegar aquí. Ya no puedo seguir. Estoy agotado y Donald también. Creo que han abierto alguna vía de entrada a la ciudad por el pueblo de Chiva, aunque aquello está destrozado», asegura.

Habitación 3

El único huésped que hoy tiene este motel abierto en la oscuridad se llama Clement. Es holandés y lleva aquí desde la noche del martes, el día del Armagedón. «Fue impresionante. El agua se llevaba todo por delante. Coches, árboles, animales y también personas. Parecía una película de terror pero no lo era», describe roto por el cansancio y las emociones de casi 24 horas sin dormir.

«Parecía una película de terror, pero no lo era», explica Clement, el único cliente que hoy tiene este motel abierto en la oscuridad

 

De repente, un relámpago ilumina el vasto cielo y todo queda congelado en una imagen espectral. Bajando hacia la capital por la localidad serrana de Requena, regresa el silencio. Valencia no está en guerra pero vista desde la sierra parece haber sufrido un ataque nuclear. La contabilidad del desastre no ceja de aumentar. El número de víctimas asciende a más de 200. Todos arrastrados por las feroces riadas. Todos ahogados sin remisión. Todos sepultados bajo toneladas de lodo.

Un grupo del cuerpo de bomberos de Alicante remueve los escombros apilados en posiciones inverosímiles en busca de cadáveres. En Chiva, uno de los epicentros de la destrucción, la Policía ha echado el cerrojo. Tan solo los residentes y los equipos de rescate pueden adentrarse. «Aquí, la DANA descargó 491 litros por metro cuadrado en 8 horas, casi la misma cantidad que registra la comunidad entera a lo largo del año», comenta Sergi, un vecino del cercano municipio de Siete Aguas.

El cómputo de desaparecidos sigue siendo incalculable. Algunas fuentes hablan de decenas, por lo que las autoridades temen que la cifra final de víctimas sea estremecedora. «Podría alcanzar los 400», apostilla Sergi. En las dos zonas afectadas, la que discurre en los márgenes del río Magro y la de la Ribera del Júcar, hay dificultades de acceso al agua potable, sufren cortes de luz y de comunicaciones. La comarca está sumida en el caos.

(Gorka CASTILLO)

Muchos de los afectados esperan a tener información precisa de lo sucedido, pero todo apunta a que este evento climático extremo ha sido uno de los más intensos del siglo. Algunos discuten sobre si el cambio climático incrementó la ferocidad de la DANA. Pero estos debates no resucitarán a los muertos ni repararán los daños sufridos.

«La evidencia científica señala que estos eventos se intensifican en cantidad y virulencia con el calentamiento global. Sabemos, porque los científicos lo llevamos repitiendo hasta la saciedad, que estos fenómenos no son ya contingentes sino que forman parte de la nueva normalidad. Si alguien no le quiere llamar cambio climático que no lo haga, pero que reconozca y se haga responsable del aumento de la frecuencia y la violencia de las tormentas», afirma a GARA el físico del Institut de Ciències del Mar del CSIC, Antonio Turiel, en conversación telefónica.

Ahora se ha conocido que la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) lanzó a primeras horas de la mañana del martes una alerta roja, el máximo nivel, para toda la comarca ante la previsión de lluvias torrenciales. Sin embargo, el Gobierno autonómico no suspendió las actividades laborales ni las lectivas. «Al contrario, minimizó la alerta y, a las seis de la tarde, tres horas antes de que se desatara la gran tormenta, anunció por televisión que la lluvia amainaría», relata Albert, un repartidor de pasteles que ha quedado atrapado en la autovía que conecta Madrid con Valencia a la altura de Cheste.

El presidente valenciano

Carlos Mazón cerró, nada más llegar al poder, la Unidad Valenciana de Emergencias (UVE), un organismo que el Gobierno de coalición entre el PP y Vox calificó como un «chiringuito» y una «ocurrencia» del Gabinete anterior. Dotado con 19 millones de presupuesto, Mazón decidió desviar aquel dinero al sector taurino. Las críticas arrecian. «El negacionismo científico mata. Y el capitalismo salvaje también. Cuando todo esto pase, habrá que ver cómo construyeron cientos de casas y urbanizaciones en zonas inundables», afirma un Albert que reconoce sentirse todavía conmocionado por lo que ha vivido.

El presidente valenciano cerró, nada más llegar al poder, la Unidad Valenciana de Emergencias (UVE), organismo que calificó como un «chiringuito» y una «ocurrencia»

Urbanismo en cuestión

Cálculos elaborados por expertos en la última década en función del catastro oficial ha detectado que el 5% del parque de viviendas en Valencia está construido en zonas vulnerables a la inundación estacional. Por ejemplo, en el sur de la provincia, en Alzira, donde el río Magro desemboca en el Júcar. O en el margen izquierdo del río Turia que atraviesa la capital. Zonas de desagüe natural en localidades como Paiporta, Picanya o Benetússer están bloqueadas por urbanizaciones transversales donde el agua ascendió dos, tres y cuatro metros.

«Nunca había visto llover así», concluye Albert. Los relámpagos iluminan un vasto cielo. Luego, otra vez el silencio. Un padre trae a su hijo envuelto en una manta. Pasan las horas sin que las patrullas de búsqueda terminen la contabilidad de los muertos. Es medianoche y unas tinieblas cargadas de humedad se ciernen de nuevo en Valencia con una dulzura nauseabunda.