«‘Marco’ es la trilogía soñada de un actor: buen papel, guion y dirección»
Eduard Fernández se mete en la piel de Enric Marco, un narcisista que se convirtió en presidente de la mayor asociación estatal de supervivientes del Holocausto sin haber pisado un campo de concentración, en ‘Marco’, film dirigido por Jon Garaño y Aitor Arregi, que acaba de llegar a los cines.
¿Cómo le llega la oportunidad de interpretar a Enric Marco?
Alguna vez tengo que hacer algún casting, pero no fue el caso. Me llamaron, me dieron el guion y ocurrió lo que ocurre pocas veces, que es que era la trilogía soñada de un actor: un muy buen personaje, muy buenos directores y muy buen guion. Eso no es tan fácil. Entonces, ahí me tiré a la piscinatotalmente.
Un día, Aitor [Arregi] me dijo: ‘Esa barriguita no está nada mal para el personaje, para hacer de viejo...’, y engordé 16 kilos: no podía andar mucho rato seguido, pero, mira, eso me hacía parecer viejo. Y me dolía mucho la espalda, tanto que un día, estaba sentado en el [hotel] María Cristina y tenía que ir a [la playa de] la Concha porque había quedado con un amigo, ¡y no llegué! Tuve también que afeitarme la cabeza.
Me volví un poco loco, pero fue muy divertido, lúdico, aunque el rodaje fue muy intenso porque todos somos muy exigentes. Yo soy muy exigente. Pero a la vez fueron my elegantes, educados, me trataron con normalidad y no como algunos que son excesivos, todo el rato preguntando ‘Eduard, ¿cómo estás?’. No, a mí tratadme normal. Es gente de verdad, y a mí me gusta eso. Nos llevamos muy bien.
¿Conocia con anterioridad la historia de Enric Marco?
Conocía el titular. En Catalunya fue mucho más conocido. Sabía que era un tío que decía que había estado en los campos de concentración y no había estado nunca. Hasta ahí. Y luego me encontré con que gente de unos 30 años, al contarles que iba a hacer a Enric Marco, me decían: ‘¡Hostia, aquest venia al meu institut! [este venía a mi instituto], flipamos cuando nos enteramos de que no era verdad’. Me decían de todo, conocí a un actor, Artur, que estaba encendido... y me decían de todo... Conocí a un actor, Artur, que estaba encendido con Enric Marco...
«Enric Marco mintió sobre los campos de concentración, pero era el que mejor narraba lo que ocurría allí, precisamente, porque no había estado nunca»
Habrá sido todo un reto trabajar este personaje: ¿cómo fue el proceso?
Fue muy lúdico, muy intenso y muy de verdad. Enric Marco da para divertirte, y me he divertido mucho, porque, claro, yo hacía que estaba todo el rato como que era Marco y estos chicos estaban haciendo un documental sobre mí. Me ponía en la cama con mi mujer y decía ‘¡estos chicos van a rodar! ¡No rodad nada!’ (ríe), era muy divertido jugar a eso.
Y, luego, igual que Enric Marco mintió sobre los campos de concentración, Enric Marco era el que mejor narraba lo que ocurría en un campo de concentración, precisamente porque no había estado nunca. La gente que había estado tenía un trauma que le impedía hablar sobre aquello, pero sí que hablaban entre ellos, y Enric Marco cogía todo aquel material y lo actuaba, tanto que luego dijeron: ‘¿Cómo no nos dimos cuenta? Si nadie hablábamos de lo que había pasado allí dentro y él sí... ¿Cómo no lo sospechamos?’. El mismo Marco decía: ‘¿Por qué me creíais tanto?’.
Aitor Garaño y Jon Arregi nos comentaban que intentaron no juzgar al personaje y, a la vez, tratar de crear en el espectador una mínima empatía, sin llegar banquear lo que hizo. ¿Cómo se llega a ese punto? ¿Sintió usted esa empatía con Marco?
Yo en principio no juzgo un personaje, porque si lo hiciera no lo podría interpretar. Por eso yo no quiero interpretar el papel de un pederasta, porque yo lo juzgo. Un actor tiene que entrar en el personaje y no puedo mirar a un niño o a una niña como lo hace un pederasta, porque no quiero y creo que no es bueno para mí, no esa sano, y entonces no lo voy a hacer nunca. Lo tengo así de claro.
A Enric Marco yo no lo juzgo: es alguien que hizo eso y, bueno, vamos a interpretarlo, vamos a ver de dónde viene, qué le pasa... La humanidad es muy compleja, los seres humanos somos muy complejos y a todos nos ha pasado algo así. Pensamos: ‘Hostia, ese tío es medio borde, es imbécil’, pero... ¿qué sabemos de su historia? Si conocemos lo que hay detrás lo miramos de otra manera. Empezamos a entenderlo. Si entiendes a una persona entiendes a la humanidad, y mi oficio es ese. Mi oficio es hacer carne unas palabras, hacer carne un personaje y darle la humanidad que tiene.
Yo interprete una vez a un hombre tremendo. Era un obispo que estaba en Brasil, con el tema de la teología de la liberación y tal, un obispo de izquierdas, y él decía: ‘Yo no soy quién para juzgar a nadie; sí sus actos, pero no a una persona’. Y creo que es así. Entonces, me metí de lleno en Enric Marcos e, igual que él pudo interpretar y hablar de un campo de concentración aún cuando no había estado nunca, yo creo que es mejor para interpretar a Enric Marco un actor que el propio Enric Marco. Porque igual le doy más cositas que él ocultaría o simularía. Yo le puedo dar todo eso y al final de la película hay un momento que sí que lo abrazaría, que le diría: ‘Enric... para ya tío, relájate, cállate un momento’. Da un poco de pena. Ese sentimiento está ahí, y eso es la humanidad.
Interpreta a Marco en varias etapas de su vida. ¿Fue un reto más dentro del personaje?
Sí, cuando tiene 50, 80 y luego ya cuando es muy mayor. A todos los actores nos gusta disfrazarnos, pintarnos y nos parece interesante hacer ver que eres otro, y sí que era una de las dificultades del personaje pero aquí, en Moriarti, son todos muy buenos, ojalá fueran todas las producciones así, tanto en maquillaje con Karmele [Soler] como la cámara, el sonido... Son unos bestias. Incluso la chica que me venía a buscar por la mañana sabía qué escena rodábamos, qué dificultad tenía, dónde íbamos, cuál rodamos ayer... Eso es un equipo. Y es inaudito: yo estoy acostumbrado a que haya algunos que no sepan ni que soy actor cuando me están llevando a un rodaje... Creo que deberíamos hacer algo más de piña. Aquí el cine se hace en equipo y todo el mundo es muy bueno.
«Si entiendes a una persona entiendes a la humanidad, y ese es mi oficio; hacer carne unas palabras, darle al personaje la humanidad que tiene»
Lo dice como si no fuera habitual en del mundo del cine.
Es que no es nada habitual. Ha estado muy presente esta vez y a mí me gusta mucho rodar así, con esta profesionalidad, con mucho cariño hacia la cosa, con mucho respeto entre todos y hacia el material que estamos tocando; hacer así una película es muy bonito.
¿Y cómo ha sido trabajar con Aitor Arregi y Jon Garaño? Antes comentaba que han sido exigentes con usted.
Son exigentes, pero tan exigentes como yo. Nos hemos entendido muy bien, hemos surfeado, nos hemos acompañado, hemos bailado juntos... Son dos y a veces tenían alguna opinión un pelín distinta, pero generalmente íbamos a lo mismo.
Nos hemos entendido muy bien y ha sido muy fácil de rodar, pero también hemos trabajado mucho y yo me he vuelto bastante loco, porque ellos habían grabado con anterioridad a Marco y tenían mucho material, con lo cual yo tenía todos sus registros, y cuando estaba interpretando a Marco estaba todo el día viéndole. Veía que se azoraba un poco y decía, ‘mirá eso lo voy a pillar para tal escena’. Ha sido muy apasionante, le tengo un amor especial a esta película y a este personaje.
‘Marco’ ha pasado por Venecia y Zinemaldia, y parece que está gustando. Se ha remarcado también su actuación e incluso usted comentó que es una de sus mejores interpretaciones.
Sí. Estoy muy contento con cómo lo está recibiendo la gente. El pase de Venecia fue brutal, la gente estaba muy atenta y había silencios muy densos. Eso es lo bonito. Cuando preguntan a Marco ‘¿sí o no?’, una pregunta clave, había un silencio... y cuando respondía, ‘buaaah’, muy bonito.
«Estoy acostumbrado a que haya algunos que no sepan ni que soy actor cuando me están llevando a un rodaje... Aquí [Euskal Herria] el cine se hace en equipo, y todo el mundo es muy bueno»
Habrá sido complicado construir esa tensión sobre una historia que es conocida.
Claro, pasa que es una historia conocida pero la entiendes, te la cuentan, te dicen ‘esto fue así’... Eso te da esta película.
Saltó de la promoción de ‘El 47’ a ‘Marco’: de un «héroe de barrio» a un impostor. Se trata de dos personajes antitéticos...
Sí (ríe), el primero es un muy buen tío, es un héroe muy a su pesar... tiene un tinte muy social y es una película que está siendo muy popular. Que ‘El 47’ sea una película comercial, tratándose de lo que se trata [la lucha de un barrio obrero de Barcelona por tener acceso al transporte público], me parece muy emocionante y muy bonito.
Fue la segunda más vista del Estado español en su estreno, superada solo por nada menos que ‘Bitelchús Bitelchús’...
Sí, sí...
Las dos películas traen a la actualidad hechos del pasado; luchas obreras y holocausto. Es importante la labor del cine en este aspecto.
El otro día me dijo uno del barrio: ‘Me gusta mucho ‘El 47’, pero no sé si es bueno remover el pasado’. ¿Qué pasado? ¿Qué pasa en ‘El 47’? Es cierto que había unos policías, que eran los grises y que además eran unos hijos de puta... Quiero decir que, sí, que son dos películas que hablan del pasado y creo que hay que aprender mucho del pasado, de las cosas que se hicieron bien y de todas que se hicieron mal, o de las que no se han hecho aún.
Para terminar, ¿qué cree que diría Enric Marco si pudiera ver esta película?
(Interpretando a Marco) Que no ha quedado del todo bien, vamos a hacer otra... ¡Hay que hacer más! (ríe). Siempre querría hacer una nueva película sobre sí mismo.