No ocurrieron en un descampado, ni en un parking subterráneo, ni en un portal, ni en un domicilio, pero sí lejos de testigos, y además con total impunidad judicial. Las agresiones sexuales que recoge el informe de este año de la Comisión de Valoración de casos de violencia policial y parapolicial se han perpetrado en dependencias de la Policía española y en la Guardia Civil, lugares supuestamente de máximas garantías.
Casi todas las víctimas han sido mujeres, aunque también hay hombres. A los «comentarios vejatorios sobre sus cuerpos e insultos, a encontrarse con la regla y no disponer de productos necesarios ni condiciones de higiene adecuadas» se les sumaron «muchos casos en que son obligadas a desnudarse y son sometidas a tocamientos, insinuaciones o situaciones más graves aún, como es la violación con penetración de objetos varios, relatadas con dificultad y que esta Comisión ha escuchado y recogido», explica.
El informe presentado el martes en el Parlamento de Gasteiz da paso al reconocimiento de 75 víctimas de tortura ese año. Solo son, por tanto, el 1,5% del total de casos censados ya oficialmente en toda Euskal Herria. Sin embargo, bastan para resumir una práctica generalizada y masiva, más allá de los detalles brutales y sórdidos que arroja cada caso concreto.
Los testimonios han sido grabados en gran parte de los casos (83 registros audiovisuales sobre el total de 93 expedientes aceptados) y sometidos a análisis forense. La Comisión incide en ello: «Somos conscientes, porque las víctimas así nos lo han transmitido, de que este camino que transitamos les resulta en muchas ocasiones muy doloroso y lleno de obstáculos. ‘¿Cómo es posible que se nos exija tanto?’, nos dicen, después del silencio y ‘de las mentiras que sobre nosotras se han lanzado durante años’».
Sobran más explicaciones. Hablan las víctimas:
Desnuda y colgada de la trenza. «[Cuartel de la Salve, Bilbo, 1973] Desde el primer momento y de manera constante, fue objeto de terribles vejaciones, amenazas e insultos ligados a su condición de mujer. Las primeras palabras que escuchó del capitán que dirigía los interrogatorios fueron: ‘¡Aquí, entras virgen y saldrás puta!’ (...) Fue despojada de la ropa de trabajo que vestía desde el momento de la detención. Desnuda, fue colgada de la larga trenza que llevaba, siendo inducida a girar sobre su propio eje a base de golpes».
La violan y se orinan encima. «[1992] Entre otros métodos de tortura padecidos por ella, en su condición de mujer, se encuentran los relativos a la tortura sexual con la introducción de varios objetos por distintos orificios corporales. (…) Añade, además, que varios guardias civiles orinaron en su cara cuando solicitó ir al baño mientras le gritaban: ‘Yo también me meo’. Momento tras el cual la detenida decidió orinarse encima antes que volver a pasar por aquella humillación».
Palo de escoba. «[1982] Humillaciones de todo tipo por su condición de mujer, insultos, tocamientos por todo el cuerpo, realizados tanto por hombres como por mujeres… Aquella tortura sexual fue in crescendo. Recibió amenazas de violación que, desgraciadamente, culminaron en una grave agresión sexual, al introducirle el palo de una escoba por la vagina tras ser tumbada en una mesa y despojada de los pantalones y de la ropa interior que vestía».
Forzada a masturbarse. «En uno de aquellos descansos, se abrió la puerta de la celda y recibió la orden de desnudarse y comenzar a masturbarse delante de los agentes, algo a lo que la detenida, en el estado en el que se encontraba, accedió sin protestar e incluso llegó a preguntar detalles de cómo debía hacerlo, algo que desconcertó y enfadó a los guardias civiles que esperaban de ella otra reacción y que acabaron por marcharse de allí».
Amenazas y tocamientos. «Por su condición de mujer, relata que fue intimidada con amenazas y acoso de tipo sexual. ‘Seguro que no has visto una polla como la mía. Ya verás cuando nos quedemos solos lo bien que lo vamos a pasar. Seguro que no has probado nunca algo tan rico como esto. Seguro que tus compañeros de ETA tampoco la tienen tan grande y seguro que no saben follar como follamos nosotros’. Desnudada primeramente de cintura para arriba, más tarde fue obligada a permanecer completamente desnuda mientras era sometida a tocamientos y recibía amenazas de violación: ‘Bueno, vete preparándote porque esto está terminando: unas cuantas sesiones más de bolsa, unas cuantas flexiones más, y ya empezamos con lo nuestro, que es lo interesante’».
Menstruación como tormento. «Las vejaciones con episodios de desnudez forzada se dieron tanto en Donostia como en Madrid (...). Además, en aquellas condiciones, le bajó la regla, encontrándose en condiciones higiénicas lamentables. Cuando solicitó algún producto de higiene, le proporcionaron unas bragas desechables y algunas compresas, todo ello acompañado de vejaciones: ‘A estas zorras siempre les baja la regla. ¡Ojalá os bajara la regla en otras ocasiones! ¡Estáis cagadas de miedo, por eso se os baja la regla!’».
Alicates. «Esposada con las manos en la espalda y con la cabeza agachada, los insultos, las mofas, las amenazas, los tocamientos y los malos tratos comenzaron en el vehículo. ‘Metían sus manos por debajo de mi camiseta y me aplastaban los pezones, pero duro, duro. Se estaban descojonando y, yo, así. Ese es el primer flash (...) Durante el trayecto, los agentes, al igual que ocurrió nada más ser detenida, se empeñaron en apretar los pezones de I.A.G., aunque, en esta ocasión, utilizando un alicate que sacaron de algún sitio. ‘Sí, aplastándome los pezones. Dos veces, primero en uno y luego en el otro, ya que solo tenían una herramienta y andaban con eso’. Poco después, fue trasladada a Madrid. Relata que, de camino, realizaron una parada en un club de alterne a las afueras de Burgos, en el que se le permitió acudir al baño».
«Violaremos a tu hija». «Dada su condición de mujer, G.M.M. recibió las primeras vejaciones y amenazas de contenido sexual contra ella y contra su hija: ‘A nosotros no nos gustas’ (...) ‘Nosotros violaremos a tu hija, a la alta’ . ‘Tu hija no se va a salvar. Nosotros la vamos a violar’ (...). Mientras la degradaban verbalmente, fue obligada a desnudarse en tres ocasiones con la excusa de examinar sus varices. En aquel momento de vergüenza y humillación, de pie, frente a ellos, lloró por primera vez».
Obligado a masturbarse. «Me ponen la cuerda y, de repente [llora], uno por detrás tira la silla y hay un momento, no sé, igual son décimas de segundo o tal y otro que está detrás me agarra, me bajan y me dicen ‘¡Desnúdate!’. Me bajan el pantalón y me dicen ‘¡Mastúrbate!’ [llora y no puede continuar hablando]».
Electrodos en los testículos. «En el coche en que se dirigían al cuartel, le bajaron los pantalones y la ropa interior, todo lo que permitía la cinta americana, y le colocaron electrodos en los testículos (...) Me dijeron que o cantaba todo o a mi mujer (que estaba detenida) le harían esto y aquello... y en un momento dado, abrieron la puerta para que yo viera que se encontraba bien. Estaba en una cama, sentada junto a un guardia civil».