«En estos tiempos, es más necesario que nunca tomar el tiempo preciso para mirar lejos»
La fundación Iratzar acaba de cumplir diez años. Su presidente, Floren Aoiz, realiza un balance positivo de esta década y subraya la necesidad de la formación para articular alternativas de izquierda sólidas en un contexto de oleada reaccionaria.
¿Qué balance hacen de estos diez años de trayectoria de Iratzar?
Estamos bastante satisfechos y satisfechas. Cuando Sortu decidió crear esta fundación se basaba en lo que posteriormente hemos denominado «hipótesis Iratzar», que era que para un movimiento como la izquierda abertzale era conveniente y necesario crear un espacio relativamente diferenciado del resto de las estructuras que pudiera dedicarse específicamente a cuestiones como el pensamiento político estratégico, la formación, las relaciones con otras fundaciones similares, la lucha de las ideas o la recuperación de la memoria histórica de la lucha de este país.
Después de diez años hemos comprobado que esa hipótesis era correcta y que funciona porque permite que haya una serie de gente trabajando y colaborando con más gente en red, rompiendo con esa inmediatez que prima en nuestro tiempo. Ahora es difícil pensar a largo plazo, en términos de transformaciones profundas, pero es más necesario que nunca. Hay que responder a los retos de cada día, pero tener un instrumento como una fundación es interesante. Hemos hecho muchas cosas: digitalizar el archivo histórico y ordenarlo, ciclos de formaciones, estamos en las redes más importantes de pensamiento de izquierdas a nivel internacional.
¿Se ve la necesidad de alzar la vista del día a día y hacer una reflexión más profunda?
Es algo que ocurre a nivel personal como a nivel colectivo. Vivimos en unos tiempos en los que todo el mundo está cansado, todo el mundo corre pero no se llega. Hay gente que te dice que se acaba de jubilar y que pensaba que iba a estar más tranquila, pero está más acelerada que nunca. Esto es una característica de nuestro tiempo, no algo individual. En términos políticos tiene muchas implicaciones, porque si las estructuras políticas están colapsadas porque tienen demasiados estímulos, porque tienen que responder inmediatamente a demasiadas cosas, no se puede reflexionar. Muchos compañeros y compañeras que están en las instituciones o en los movimientos sociales te dicen que necesitan más tiempo para mirar lejos. Una fundación no es algo que hayamos inventado nosotros. La derecha ha invertido mucho en la lucha de las ideas.
Una de las concusiones a las que han llegado es la necesidad del trabajo en común.
Hay una razón de conveniencia y una razón de posibilidad, porque veíamos que había opciones de trabajar en común con mucha gente. En realidad, las fundaciones tienen una cierta especificidad que facilita esto. Para todo el mundo es más fácil participar en algo organizado por una fundación que en algo organizado por un partido político o una institución. Las relaciones se hacen más fácil mediante fundaciones. Estamos bastante satisfechos y satisfechas del trabajo realizado. Tanto en Euskal Herria como a nivel internacional. En diez años hay un salto importante de nuestra inserción en redes internacionales. Estamos en MarxFem, que un espacio que se plantea la discusión sobre el feminismo marxista; en Transform, la red en la que están prácticamente todas las fundaciones de las fuerzas de izquierda en Europa; y somos fundación fundadora del foro en el que se unen las fuerzas soberanistas. En Euskal Herria, hemos trabajado con UEU, Parte Hartuz, con universidades, con un montón de agentes. También es muy importante el trabajo en red de agentes personas, con gentes de la universidad, del pensamiento, de medios de comunicación, editoriales... Hemos hecho bastante trabajo en este ámbito, pero tenemos la intención de ampliarlo más. Creemos que va a ser una de las claves del futuro. Conocer otros puntos de vista y poder contrastarlos con los tuyos es fundamental. Eso evita que te conviertas en una burbuja. La lucha soberanista de este país se ha oxigenado mucho en los últimos años, porque se ha abierto, es más porosa que hace diez o veinte años.
«Todos y todas tenemos ideas, son nuestra manera de relacionarnos entre nosotros y con el mundo. Las ideas no son solo lo que aparece en los libros»
En este contexto, cobra especial importancia la lucha ideológica.
Creíamos que era necesario tener un espacio que pudiera dedicarse a tareas como la lucha de las ideas. ¿Cómo se cambia el mundo? Con ideas que se hacen voluntad política. Las ideas te permiten ordenar una cierta lectura del mundo, de la injusticia, realizar un diagnóstico que te permita una posición crítica. Cuando se plantean alternativas, se plantean en torno a ideas. Las ideas no son solo lo que aparece en los libros. Todos y todas tenemos ideas, son nuestra manera de relacionarnos entre nosotros y con el mundo. Es un error pensar que las ideas solo tienen efectos en términos racionales y eso no es así. Las ideas se basan en nuestros afectos, en nuestras emociones, en cómo lo hemos experimentado.
En los últimos años, las condiciones de la lucha de las ideas han cambiado totalmente. La digitalización del mundo ha marcado otras lógicas. X, el antiguo Twitter, con sus 150 caracteres y un estilo en el que prima lo troll respecto a la argumentación y prima el zasca respecto a cualquier construcción, se está traspasando a toda la sociedad. No es casualidad que la mano derecha de Donald Trump en estos momentos sea Elon Musk. Estamos en unas nuevas condiciones y pensamos que hace falta un trabajo para irradiar ideas, para crear nuevas ideas, para dar sentido a lo que nos está ocurriendo. Si no das sentido a lo que está ocurriendo, te va a pasar por encima, no vas a tener capacidad de agencia, de transformar.
¿Se puede entender lo que ha sucedido en EEUU, el avance de la pulsión autoritaria? Hay que pensar en qué ideas se ha sustentado. Se dice que es la economía, las desigualdades sociales. Sí, pero la economía no le afecta a la gente de manera directa. Todo te afecta en base a unos marcos cognitivos que están formados por ideas.
«La ilegalización y la persecución postergó la tarea de la formación en la izquierda abertzale. Nos topamos con un agujero negro. Hemos avanzado mucho»
Esto entronca con la necesidad de formación de la militancia y de la población en general.
La izquierda abertzale venía de una trayectoria histórica, especialmente en los últimos años, en las que habían existido grandes problemas para la formación. Estamos hablado de situaciones de ilegalización, de persecución, de criminalización, casi de clandestinidad. En esas condiciones, hay una serie de tareas que quedan postergadas. Por eso, cuando surge Iratzar hace diez años nos encontramos un gran agujero negro de todo lo que no se podía haber hecho durante muchos años. Toda esa etapa de gran represión tenía un objetivo político, que era poner en una esquina todas las ideas de transformación social, de protesta, de modificación, de alternativa o de avanzar hacia una República Vasca. Había que volver a la ofensiva y para ello necesitábamos autoformarnos, elevar nuestra capacitación práctica y teórica y de intervenir.
Una organización no es más lista porque sepa más cosas, sino que es más inteligente porque es capaz de reflexionar, de entender el mundo y de crear unos criterios para cambiar el mundo. No es que haya leído mucho o sea capaz de hablar mucho tiempo seguido, sino que tenga capacidad de entender la realidad, para escuchar, para poner en duda sus convicciones.
Nos propusimos cambiar totalmente la manera en la que se planteaba la formación, que era una reproducción de la escuela tradicional, en la que un profesor dicta clase. Hemos intentado hacer otra cosa, una reflexión colectiva, una transmisión de la experiencia y de que quienes hayan preparado mejor unos temas pudieran compartirlos. Lo que hemos aplicado en casa, hemos intentado llevarlo a la sociedad. Tenemos una revista, ‘Erria’, y una página web, en la que tenemos contenidos más profundos; hemos hecho charlas, mesas redondas, simposios; editamos libros, algunos con Txalaparta en la colección Iparrorratza... Pensamos que todo ello contribuye a que la sociedad vasca esté políticamente más formada.
«El cambio climático cambia todas las coordenadas de las luchas. Tenemos un negacionismo que no quiere asumir las consecuencias ni soluciones colectivas»
La coyuntura mundial es complicada, con la victoria de Trump y la ola reaccionaria en Europa. Todo este planteamiento cobra especial importancia.
Hay un libro de Naomi Klein, ‘Esto lo cambia todo’, referente a la emergencia climática, habitacional, biológica o cambio climático, como queramos llamarlo. Esto cambia todas las coordenadas de las propias luchas entre democracia y desdemocracia, capital y trabajo, patriarcado...
Da la sensación de que van tomando cuerpo dos posiciones. La de hacerse cargo como planeta y plantear hacer algo ante una situación catastrófica. Una tarea colectiva, para toda la humanidad. La otra posición es la de no hacerse cargo, que a veces es negacionista y otras veces no es negacionista pero plantea soluciones que no son reales o plantea soluciones que nunca aplica. Esto lo vemos continuamente. Lo acabamos de ver con las inundaciones, que últimamente se han producido en el Mediterráneo pero también se han registrado en toda Europa. Es una pauta que se repita en zonas del mundo que ya nos pillan cerca. Tenemos un negacionismo que no quiere asumir las consecuencias. No pueden aceptar el diagnóstico porque tendrían que aceptar las consecuencias. Si aceptas que el diagnóstico es correcto, tienes que plantear soluciones colectivas, que no pueden ser oligárquicas, antidemocráticas, tiene que haber una participación frente a la imposición... Y en eso estamos.
La pulsión autoritaria tiene mucho que ver con esa voluntad de no hacerse cargo de esta situación. Hay infinidad de razones e insistimos en que es muy peligroso querer diagnosticar en 150 caracteres o un par de respuestas una situación tan compleja. Pero queremos insistir en que esta pulsión antidemocrática no es una especie de moda. Tienen raíces muy profundas y es sistémica, porque el propio neoliberalismo que cada vez genera menos simpatía y menos ilusión tiene que imponerse por el miedo a que no hay otra alternativa.
En estos momentos, el gran mecanismo de realimentación del capitalismo es convertir el malestar que él mismo genera en odio a otro (al moro, al de izquierdas, a la feminista...). Le está funcionando. Esto conecta con las experiencias de mucha gente en el mundo. Es simplista calificar a todo el mundo de fascista, aunque a Trump se le puede tildar de fascista, aunque no del mismo modo que en los años 1930. Pero hay que ser conscientes de que hay mucha gente que le vota por un malestar, por una incertidumbre, por una sensación de estar sobrepasado por el mundo y también por un sentimiento de resintimiento masculino de reacción ante los avances del feminismo. Todo eso se da en una situación en la que la izquierda no aparece una alternativa global factible. No solo deseable, sino factible. Creo que este es uno de los problemas. Hay que plantear un modelo de otro mundo, llámemosle utopía, que es mejor que este y es deseable. Pero si no va unido a una serie de propuestas para que sea factible, no basta con que sea deseable.