Ramón Sola

Iniciativa para reparar a Alfredo Espinosa, consejero del Gobierno Vasco fusilado en 1937

Le llamaban «el médico de los pobres» y es el único consejero del Gobierno Vasco fusilado por el franquismo. Una iniciativa de Euskal Herriko Giza Eskubideen Behatokia plantea su reparación e interpela al lehendakari Pradales para que la lidere.

Alfredo Espinosa Orive (1903-1937).
Alfredo Espinosa Orive (1903-1937). (Sabino Arana Fundazioa)

El Gobierno español llevó a cabo en julio pasado una declaración de reparación sobre la muerte del president catalán Lluís Companys. En Euskal Herria es mucho menos conocido este nombre: Alfredo Espinosa Orive. Y sin embargo, fue fusilado como Companys y era miembro del Gobierno Vasco, concretamente consejero de Salud. Es por ello que la entidad de reciente creación Giza Eskubideen Behatokia se ha puesto manos a la obra.

Este lunes ha propuesto una iniciativa institucional para que «el Gobierno español declare que el Consejo de Guerra que juzgó a Espinosa fue ilegal e ilegítimo, declare la nulidad de la sentencia que lo condenó a muerte y emita una declaración de reconocimiento y reparación personal». Tal como hizo con Companys, aunque en este caso en base a la Ley de Memoria Histórica y Democrática de la CAV además de la Ley de Memoria Democrática estatal que estableció este mecanismo en 2022.

Giza Eskubideen Behatokia emplaza a Imanol Pradales a liderar esta iniciativa en su condición de lehendakari heredero de aquel primer Gobierno del que formaba parte el consejero ejecutado. Y también se dirige a los ayuntamientos de Bilbo, donde nació Espinosa en 1903, y de Gasteiz, donde fue fusilado el 26 de junio de 1937, para que coadyuven y tomen otras iniciativas paralelas de recuerdo.

En concreto, a Pradales se le pide que «promueva de manera oficial ante el Gobierno español la correspondiente solicitud y se analicen las posibilidades de acometer la vía para la obtención de la justicia». Al ministro de Memoria Democrática, Angel Víctor Torres, que impulse una declaración solemne del Consejo de Ministros. Al Ayuntamiento gasteiztarra, que complete la placa instalada en el antiguo convento de El Carmen con los datos de Espinosa, puesto que a día de hoy no aparecen. Y al de Bilbo, que instale una placa en la calle que lleva su nombre, contextualizando su compromiso y las circunstancias de su muerte.

La iniciativa cuenta con el apoyo de la familia, precisa Giza Eskubideen Behatokia, que añade que también ella fue represaliada tras el fusilamiento. Fue expoliada al exigirle 20 millones de pesetas de indemnización por «responsabilidades políticas», en los años 1948, 1949 y 1959.

¿Qué ocurrió y quién era?

Espinosa fue víctima de la traición del piloto que lo traía a Euskal Herria desde Toulouse. Ante el avance franquista sobre Bilbo, el 11 de junio de 1936 el buque ‘Warrior’ había partido hacia el Estado francés para comprar material sanitario. En él iban los niños del sanatorio de Gorliz y también el consejero de Salud. Se sabe que pasó por París, donde ofreció una rueda de prensa de denuncia de la guerra.

Como «quería urgentemente volver a su puesto de lucha», el 21 de junio recurrió a un piloto asturiano llamado José María Yanguas que había realizado más de 60 viajes con consejeros y otras personas de confianza del lehendakari José Antonio Agirre. Sin embargo, esta vez Yanguas fingió un problema técnico y aterrizó en la playa de Zarautz, donde esperaba el Ejército franquista para detener a los pasajeros.

Apenas cinco días después Espinosa estaría muerto. Fue llevado a Gasteiz y detenido en el convento de El Carmen, donde se le realizó un juicio sumarísimo el día 23. El 24 se confirmó la pena de muerte y el 26 a las 6.00 de la mañana fue sacado con destino al cementerio de Santa Isabel, puesto ante el pelotón de fusilamiento e inhumado en una fosa común. En esas últimas horas «sufrió horrores», contó su confesor.

La traición de un piloto precipitó su caída y fue fusilado apenas cinco días después de ser apresado por las tropas franquistas en Zarautz

 

El «médico de los pobres» procedía de una familia de izquierdas: su padre era abogado y, como curiosidad, su abuelo inventó el dentífrico Licor del Polo. Afiliado al Partido Republicano Radical Socialista en 1929, en 1931 fue elegido concejal en Bilbo, luego nombrado gobernador civil en Burgos y, tras el Alzamiento franquista, fue designado consejero de Sanidad por Agirre, con la misión de atender especialmente a «niños, evacuados y refugiados».

En plena guerra, se trataba una labor complejísima y en la que se empleó a fondo. Un episodio revelador, además del posterior viaje a París que precipitó su detención: «El 4 de enero de 1937, tras el asalto a las cárceles de Bilbao por parte de la población tras un bombardeo alemán, Espinosa se presentó en los penales con médicos y ambulancias para auxiliar y trasladar a los heridos en los asaltos».

Todo este periplo contrasta con un reconocimiento bastante escaso por parte de las instituciones vascas. Giza Eskubideen Behatokia cita dos iniciativas: un acto institucional en Gernika en que el entonces lehendakari Juan José Ibarretxe leyó la carta de Espinosa a Agirre antes de ser fusilado y la decisión de dar su nombre al Hospital de Urduliz por parte del consejero Rafael Bengoa hace 12 años, si bien en las comunicaciones oficiales apenas se usa según lamenta la entidad que lanza la iniciativa.

Entre la documentación relativa al caso que ha hecho pública Giza Eskubideen Behatokia destaca la misiva al lehendakari Agirre que Espinosa escribió apenas unas horas antes de su muerte, dando testimonio del terrible momento y de sus preocupaciones:

LA CARTA DE DESPEDIDA AL LEHENDAKARI AGIRRE

«Mi querido amigo y compañero:

Me dirijo a ti en nombre de todo el Gobierno momentos antes de ser ejecutado en la prisión de Vitoria. Como sabrás, caímos prisioneros en la plaza de Zarauz por avería del avión o traición del piloto Yanguas, he sido juzgado y condenado a muerte y hoy, dentro de dos horas, será cumplida la sentencia, como verás, tengo firme el pulso en espera de ser ejecutado, con la terrible inquietud de esperar el minuto en que he de morir.

Quiero dirigirte un ruego antes de que vuelva al seno de la tierra, y es el siguiente: cuando condenen los tribunales a alguno a muerte mi voto, desde el otro mundo, es siempre por el indulto, pues pienso en que pueda tener madre o esposa e hijos y la terrible condena siempre la sufrirán personas inocentes. Pídeles tú a mis compañeros, en mi nombre, lo que yo te pido, y os suplico no ejerzáis represalias con los presos que hoy tenéis, pues bastante han sufrido como sufro yo. El que no esté procesado en estos momentos ponerlo en libertad, sin que esto quiera decir que no estén vigilados.

Dile a nuestro pueblo que un consejero del Gobierno muere como un valiente y que, gustoso, ofrenda su vida por la libertad del mismo. Diles, asimismo, que pienso en todos ellos con toda mi alma y que muero no por nada deshonroso sino todo lo contrario, por defender sus libertades y sus conquistas legítimamente ganadas en tantos años de lucha, que mi muerte sirva de ejemplo y de algo útil en esta lucha cruel y horrible.

Mi mujer y mis hijos están en Biarritz, Rue Boncher, nº 21, Villa France. Te ruego que la paga que yo recibía como consejero la cobren ellos allí y si el triunfo es nuestro no los abandonéis sino que de tu gran corazón espero sepáis atenderlos lo mejor posible, pues no tienen más amparo que yo.

Asimismo, te ruego dejes salir de España para dirigirse a Francia a mi padre, el Presidente del Tribunal Popular; a mi hermano Manuel, teniente de infantería; a mi suegro, Manuel Gómez Mazo; y a mi entrañable amigo Juan Sobiaga, asimismo, teniente de la misma arma.

A todos mis compañeros de Gobierno un abrazo muy fuerte, abrazo de amigo y de hermano de lucha y sacrificio en esta guerra terrible y cruel.

Espinosa a Agirre, en sus últimas horas: «Cuando la historia nos juzgue a todos, sabrán que nosotros hicimos lo indecible por evitar la muerte a los presos y por conservar el respeto absoluto a toda idea opuesta a la nuestra»

 

Mis pobres hijos, háblales, cuando sean mayores de su padre, diles que les he querido con toda mi alma y que sigan mi ejemplo, que quieran a su pueblo como yo le quise y si puedes consolar a mi pobre mujer, tú que tienes talento, hazlo, pues pensando en ella se desgarra mi alma. Ayer creo que fusilaron a Lauaxeta, otro mártir más, hay muchos condenados a muerte. Haced el canje lo antes posible de todos ellos, pues la vida en esas condiciones es terrible y cuanto hagáis por mitigar sus dolores será bien poco, pues todos ellos sufren lo mismo que he sufrido yo y el pobre capitán Aguirre que, conmigo, iba a cumplir su deber en Bilbao o en Santander. Cuando tantos compañeros nuestros huían con rumbo a Francia, nosotros íbamos a cumplir con nuestro deber. Él también tiene hijos en Barcelona. No los desamparéis y protegerlos vosotros.

Termino, pues no tengo tiempo para más, pues falta muy poco tiempo para la ejecución. Háblales a todos de la virtud del deber cumplido y diles que es preferible la muerte a traicionar las virtudes y el alma de una raza.

Te repito lo de mis hijos y lo de mi mujer: no los abandonéis, por Dios te lo pido.

Nada más, querido amigo y siempre Presidente. Un abrazo muy fuerte y ¡Gora Euzkadi! y ¡Viva la República! Cuando la historia nos juzgue a todos, sabrán que nosotros hicimos lo indecible por evitar la muerte a los presos y por conservar el respeto absoluto a toda idea opuesta a la nuestra.

Te abrazo hasta siempre».