Alberto Matxain
Iritzi arloko erredaktorea / Redactor de la sección de Opinión

Los Caídos: la victoria es y será política

El Monumento a los Caídos, en el Segundo Ensanche de Iruñea.
El Monumento a los Caídos, en el Segundo Ensanche de Iruñea. (Idoia ZABALETA | FOKU)

El acuerdo en torno al Monumento a los Caídos ha generado cierta polémica. Era sabido que las asociaciones memorialistas no aceptarían otra cosa que no fuera el derribo completo, pero también era sabido que el PSN no apoyaría la demolición. Siendo esto así, había dos opciones: la pragmática suponía la búsqueda de un acuerdo y, por lo tanto, que las partes hicieran concesiones, y la maximalista suponía enrocarse en la defensa de la posición propia y, con toda seguridad, el paso de los años sin conseguir nada. Tras la moción de censura contra Cristina Ibarrola se abrió la posibilidad para llegar a un acuerdo, pero hay que recordar que hace tan solo un año no había opción de conseguir nada. Ahora tenemos un acuerdo de contenido netamente antifascista. Personalmente, yo estoy satisfecho.

No quiero que se me malinterprete. Mi familia no fue represaliada, al contrario: mis abuelos, los dos, pertenecieron al bando franquista. A uno de ellos no lo conocí, murió antes de que yo naciera y el otro, cuando yo tenía cinco años. Mis padres nos han contado que, efectivamente, apoyaban a Franco, pero que en casa no se hablaba de política y nunca les dijeron nada sobre lo que hicieron durante la guerra. Cuento esto para que se entienda desde qué posición escribo. Ningún familiar mío fue fusilado o represaliado. Mis padres no vivieron ese trauma. Desde mi experiencia vital, empatizo con aquellas personas cuyos familiares fueron víctimas de aquella durísima represión y entiendo su postura. Si mi familia hubiera sufrido aquellos horrores, tal vez pensaría como ellos. Pero, desde mi posición, humildemente, y desde el mayor respeto, creo que enrocarse es un error.

La situación es esta: la correlación de fuerzas es la que es y no da para derribar el edificio. No da. Esta es la realidad. El monumento franquista más grande del Estado en núcleo urbano, el segundo más grande detrás del Valle de los Caídos, pasará a ser un memorial antifascista. Es una victoria política del antifranquismo sobre aquellos que quieren olvidar. Debería ser motivo de celebración.

Hay, además, un segundo factor a tener en cuenta: la derecha es fuerte en Iruñea y, cuando recupere la Alcaldía, intentará despojar de significado a lo que se haga con el monumento. Por lo tanto, lo que debería obsesionarnos a todos los antifascistas es la normalización del memorial, que dure años, legislaturas, para que pueda servir, junto a una política de memoria decidida y la labor de las asociaciones memorialistas, para que el rechazo y la denuncia del franquismo sean asumidos por toda la sociedad navarra. Y, en mi opinión, esto es lo realmente importante, no si se tira totalmente o parcialmente.