Ainara Lertxundi
GARAren edizio taldeko kidea / Miembro del equipo de edición de GARA
Entrevista
Sofía Paloma Gómez-Camilo Becerra
Directores de la cinta chilena ‘Quizás es cierto lo que dicen de nosotras’

«El estallido en Chile demostró lo conservadora que es la sociedad»

‘Quizás es cierto lo que dicen de nosotras’, exhibida en la última edición de Zinemaldia, toma como base el sacrificio de un recién nacido dentro de la secta de Colliguay, un hecho que impactó a la sociedad chilena en 2013. GARA ha conversado con sus directores, Sofía Paloma Gómez y Camilo Becerra.

Sofía Paloma Gómez y Camilo Becerra presentaron en la sección Horizontes Latinos de Zinemaldia la película «Quizás es cierto lo que dicen de nosotras».
Sofía Paloma Gómez y Camilo Becerra presentaron en la sección Horizontes Latinos de Zinemaldia la película «Quizás es cierto lo que dicen de nosotras». (Jagoba MANTEROLA | FOKU)

Ximena, una reputada psiquiatra chilena de clase media alta, recibe la visita inesperada de su hija mayor, Tamara. A partir de ahí y a través de la relación madre e hija se van desvelando los motivos de su regreso y el oscuro secreto que esconde.

Los directores chilenos Sofía Paloma Gómez y Camilo Becerra decidieron poner el foco en Ximena para hacerse eco en ‘Quizás es cierto lo que dicen de nosotras’ de unos hechos reales vinculados a la secta de Colliguay y que conmocionaron a la sociedad chilena entre 2012 y 2013.

La película, una reflexión íntima en torno a la fragilidad  y los vínculos afectivos, fue exhibida en Horizontes Latinos, en la última edición de Zinemaldia.

En entrevista con GARA, sus directores afirman que con este film, una coproducción con Argentina, buscaban interpelar, plantear interrogantes.

También abordan el difícil momento del cine argentino con las políticas de Javier Milei y el impacto del estallido social que vivió Chile en 2019.

¿Qué quisieron trasladar con el título de la película?

Sofía Paloma Gómez: La película está inspirada en el sacrificio de un recién nacido dentro de una secta. Fue un suceso muy mediático en Chile. La particularidad de esta secta es que era de clase alta. Todo el mundo se hacía la pregunta de por qué ocurrió aquello. El título plantea interrogantes más que respuestas.

Camilo Becerra: El ‘nosotras’ es básicamente porque todas las protagonistas son mujeres. Quisimos trabajar esta idea transgeneracional. No quisimos adentrarnos en la secta, mucho menos en su líder. Queríamos entender cómo repercute un crimen real en un entorno familiar.

S. P. G.: También quisimos abordar la maternidad o maternidades y cómo la protagonista, Ximena, siente que tiene responsabilidad sobre lo que hizo su hija. Nos preguntamos por qué Tamara sacrifica a su hija, en qué medida Ximena la sacrifica a ella…

Ximena, siquiatra de profesión, se lamenta por no haberse dado cuenta de que su hija estaba en una secta.

C. B.: La película trabaja con las contradicciones de los personajes. A través de Ximena vamos descubriendo lo que sucede. Ximena puede amar y odiar a la vez a su hija, quiere salvarla y condenarla al mismo tiempo. Está en una permanente pugna entre su lado intelectual, racional y profesional y su parte maternal. Ella misma se pregunta si tiene alguna responsabilidad en lo que está pasando.

¿Cómo la describirían?

S. P. G.: Es una mujer controladora, de clase alta progresista, pero con matices porque queríamos un personaje cercano, no estereotipado.

C. B.: Es inteligente, estudiosa y solitaria, no solo por el hecho de que vive sola, sino porque está bien así.  

S. P. G.: Ximena se relaciona con Tamara desde la distancia, desde ‘dejarle hacer’. Por alguna razón que no sabemos, hay un vínculo dañado entre ambas. Nos interesaba también la idea de que dos personas criadas por la misma madre pueden ser completamente distintas.

¿Por qué decidieron hacer una película inspirada en la secta de Colliguay?

C. B.: Fue un hecho muy mediático en 2013. Todos nos familiarizamos con la imagen del líder, que se autodenominaba Antares de la Luz. Era puro sensacionalismo. Nos sorprendió el caso por lo absurdo, siniestro, cruel e incomprensible que fue. Pero no nos interesaba hablar del líder de la secta.

«Lo que se busca es debilitar el cine y la cultura en Argentina hasta prácticamente hacerla desaparecer para instalar otra idea totalmente diferente»

Tampoco hacer una película desde el interior de una secta, porque nos parecía muy complejo, ninguno ha estado en el interior de una secta. Lo que nos parecía más importante era todo lo cotidiano: ¿Qué pasa con las personas que cometieron este crimen? ¿Qué pasa con los lazos familiares?

La ficción era la herramienta que necesitábamos. Y decidimos situar el punto de vista no en quien participa, sino en quien padece este crimen, Ximena.

¿Cómo construyeron el personaje de Tamara?

S. P. G.: Quisimos entenderla. Hicimos un trabajo exhaustivo para tratar de entender las creencias de la secta. Para nosotros, era muy importante poder validar a Tamara, no presentarla como una pelotuda, que era la primera sensación que nos daba. Nos interesaba que fuera víctima y victimaria al mismo tiempo.



En una de las escenas, padres y madres de los jóvenes implicados discuten sobre la estrategia de defensa, pero acaban estableciendo jerarquías de responsabilidad.

C. B.: En esta escena queríamos reflejar en micro nuestro punto de vista sobre Chile y nuestra sociedad. Con todas las crisis sociales que han ocurrido y que a veces nos dan la grata impresión de que nos vamos a convertir en una sociedad más integrada, justa y dialogante, en realidad, lo que prima en el país es un sentimiento de individualismo profundo y de mucha competencia, incluso en esas circunstancias: ‘Yo voy a salvar a mi hija, porque mi hija es la víctima y la tuya no’. Esa idea muy egoísta de siempre buscar el beneficio más personal y no mirar lo colectivo como una posibilidad.

La película es una coproducción con Argentina. El cine argentino vive un momento delicado por las políticas de Javier Milei. ¿Qué retos enfrentan a la hora de hacer cine en este contexto político?

S. P. G.: Es un Gobierno de ultraderecha que lo que hace es dinamitar la cultura, no solo el cine. Nosotros también lo hemos vivido en Chile en distintos periodos. Así funciona el modelo. Es un ejercicio de resistencia no solo en la cultura y el cine, sino en todos los ámbitos de la sociedad.

C. B.: Nos parece nefasto lo que está pasando y nos da mucho miedo. Lo que se busca es debilitar el cine y la cultura en Argentina hasta prácticamente hacerla desaparecer para instalar otra idea totalmente diferente.

El cine argentino es uno de los más importantes de América Latina, con una historia que ahora se quiere destruir. Tuvimos la suerte de hacer esta película antes de que pasara todo esto, pero sí que nos hemos visto afectados de refilón por las medidas del presidente argentino.

Es triste porque en Chile y en Latinoamérica, en general, no es fácil hacer cine. Los fondos son acotados, la forma en la que se entregan en Chile es 100% competitiva –tienen que ganar unos para que pierdan otros–. Es como una batalla campal, muy triste porque dificulta que haya un sentido de solidaridad entre nosotros.
 
¿Qué radiografía hacen de la cinematografía chilena?

S. P. G.: En Chile no hay industria. No se autosustenta y dependemos de los fondos, que son insuficientes aunque el cine es el que más fondos recibe. En el resto de artes, la precariedad es absoluta.

Antes de la dictadura, escuchando a nuestros padres, se vivía otra situación en relación a la cultura. En posdictadura eso ha sido muy difícil de recuperar. Esperaríamos que los Gobiernos que se dicen de izquierda la potencien.

C. B.: Por otra parte, el público chileno es muy difícil. Da la impresión de que el cine chileno es más valorado fuera de Chile que dentro.

«Con todas las crisis sociales que a veces nos dan la grata impresión de que nos vamos a convertir en una sociedad más integrada, justa y dialogante, en realidad lo que prima es un individualismo profundo»

Hay muchas cosas interesantes que se están haciendo, mucho talento y ganas de crear, por muy difícil que sea.

Pero la respuesta del público es muy pobre en lo que se refiere a audiencias. También hay mucha ignorancia sobre el cine chileno.

¿A qué factores responde esa ignorancia?

S. P. G.: Hay varias ideas instaladas. Una de ellas es que todas las películas chilenas hablan de la dictadura. Primero, eso es falso y segundo, hay temas que no terminan y de los cuales es necesario seguir hablando. La cultura gringa en Chile es muy potente y las nuevas generaciones son difíciles, vemos el germen de la ultraderecha dando vueltas alrededor de los jóvenes.

C. B.: Responde a un proyecto político muy exitoso que tuvo la dictadura y que no se ha logrado revertir. Hay personas que viven en Chile pero todo lo que consumen, piensan, ven y sienten está en EEUU.

Gómez abordó en uno de sus trabajos el estallido social a través de un exmilitante de la dictadura y la hija de un policía en la actualidad. ¿Qué impacto tuvo y sigue teniendo?

S. P. G.: El estallido social fue para muchas personas un renacer, recuperar la humanidad. Luego se disipó brutalmente, pandemia  mediante. Hasta ahora, no hemos visto qué repercusión ha tenido el estallido.

Pensamos que las podían modificarse realmente. Uno de los motores del estallido era sacar a Sebastián Piñera, pero eso no ocurrió.

En Chile, los ‘pacos’ disparaban a los ojos, era una orden que venía de arriba. Fue una rememoranza brutal de la dictadura. Hoy, esa gente que quedó mutilada se está suicidando y no pasa nada. Es algo dolorosísimo.

C. B.: Lo veo como una gran performance artística. Cuando realmente se tuvo que cristalizar en un cambio político real se demostró que éramos muy pocos los que buscábamos un cambio. Lo que verdaderamente demostró fue lo profundamente conservadora que es la sociedad chilena. Hay pánico al cambio.