Hace trece meses, diez diputados de Die Linke dejaron el partido para formar la Alianza Sahra Wagenknecht(BSW). Los lideraba la muy mediática Sahra Wagenknecht, respaldada por su marido, el exlíder socialdemócrata Oskar Lafontaine.
«Una verdadera cochinada», calificó el entonces co-líder del Linke, Martin Schirdewan, el hecho de que los díscolos no entregaran sus actas de diputado.
Pero se mostró asimismo aliviado, ya que «para nosotros es una oportunidad de volver a ser percibidos como un partido solidario con un perfil de izquierdas claramente reconocible».
Quien pensaba que con la escisión de la BSW, el Linke se vería beneficiado electoralmente, se habrá sentido defraudado porque el partido atraviesa la peor crisis de su historia. Incluso podría quedarse fuera del Bundestag en las elecciones de febrero si se queda por debajo del 5%.
En este límite se mueve de repente también la BSW después de que los sondeos le pronosticaran un 7% a nivel nacional. En ello influye en primer lugar la época navideña.
Entre los tradicionales mercadillos, las comidas de empresa y las ganas de terminar el año, la gente piensa en otras cosas más que en los comicios anticipados que no serán realidad hasta que el canciller socialdemócrata, Olaf Scholz (SPD), inicie los trámites correspondientes a mediados de diciembre.
Para más o menos la misma fecha, la BSW ha de haber formado los comités regionales que faltan para que pueda concurrir a las elecciones en todo el país. No se ha dado prisa porque no había razón hasta que se rompió el tripartito de Scholz hace tres semanas.
Además, los interesados no pueden afiliarse sin más a la BSW, sino que la dirección debe admitirles. De esta manera, la formación ha evitado hasta ahora las pugnas entre corrientes, tan habituales en la izquierda alemana, y otros tipos de sabotaje desde dentro.
Hasta ahora, la estrategia le ha funcionado: En las elecciones europeas obtuvo el 6% (el Linke el 2%) y en las tres regionales del este alemán superó fácilmente el 10%. Por eso, se ha convertido en una fuerza decisiva a la hora de formar los respectivos gobiernos.
Este panorama podría repetirse en el futuro Bundestag, algo que quieren evitar a toda costa el SPD y la CDU de Friedrich Merz. Ello explica por qué ciertos sondeos prevén ahora un repentino descenso de la BSW en intención de voto.
Tanto el SPD como la CDU han de temer al nuevo partido porque aún tiene la capacidad de atraer a votantes de todos los demás espectros políticos.
Aunque Wagenknecht tenga un pasado «izquierdista» e incluso «comunista», la BSW está lejos de aquella ideología y sus múltiples corrientes.
Lleva con sus siglas otras dos letras más –la V y G– que corresponden a las palabras alemanas de «razón» y «justicia». Son dos vocablos que también utilizan los demás partidos. Sin embargo, la BSW ha sabido emplearlas para aparecer como una verdadera alternativa política.
La «razón económica», primer punto del programa electoral
Para empezar, se ha salido del canon izquierdista poniendo especial énfasis en la «razón económica», que es el primer punto de su programa de partido, que, por cierto, cabe en cuatro páginas, en las que se hace portavoz de los Pymes, que a lo largo de las últimas décadas se han visto ignoradas por los sucesivos gobiernos, y expresa su manifiesto interés de ayudar al gran capital y las grandes cooperaciones. Sin embargo, son las empresas pequeñas y medianas las que sostienen al país.
El segundo punto es la «justicia social». La BSW defiende sueldos y pensiones dignas, mejores infraestructuras y educación, aumentando los impuestos a las rentas altas. Es en este apartado del programa donde se vislumbra su procedencia izquierdista.
El tercer pilar es la «paz». El partido no cierra filas con la falange antirrusa formada por los demás partidos del Bundestag, con excepción de la neofascista Alternativa para Alemania (AfD). L
a BSW aboga por el fin del envío de armas a Ucrania y una solución negociada del conflicto bélico. A ello se añade su negativa a que EEUU instale misiles de medio alcance en Alemania en defensa de la soberanía nacional.
En Brandenburgo, el SPD de Scholz ha aceptado estas condiciones sine qua non para formar un bipartito con la BSW, mientras que en Turingia han quedado descafeinadas. Ahí se produce un pulso entre Wagenknecht y la jefa regional Katja Wolf. Con ello la BSW se está jugando su credibilidad.
Otro problema es que a pesar de su distancia de la AfD vota con ella como, por ejemplo, en Turingia para que el Parlamento investigue la gestión de la pandemia. He aquí el cuarto punto de su programa, la «libertad», que se refiere ante todo a la de opinión, mermada tras la pandemia y las guerras en Ucrania y Gaza.