«Italianos, un pueblo de santos, poetas y navegantes». Lo dijo una vez en un discurso Benito Mussolini, el duce del fascismo, y se podría discutir. Puede ser lo tercero, al fin y al cabo el mar lo enmarca todo en este país, pero sobre santos y poetas, por contra, la reflexión está abierta.
Navegantes como Cristóbal Colón (genovés o español, aquí también hay debate) o Amerigo Vespucci, como el Marco Polo que se fue a China en el siglo XIII y volvió impresionado a Venecia, y como Antonio Pigafetta, que acompañó a Fernando de Magallanes y sobre todo a Juan Sebastián Elkano.
Y como el navegador de Getaria, que dio la vuelta al mundo, ha habido otro italiano más moderno, que hace medio siglo exactamente se «hizo un Elkano», movido simplemente por espíritu de aventura, no para conquistar tesoros lejanos. Se llamaba Ambrogio Fogar.
El ‘Surprise’
Castiglione della Pescaia, uno de los lugares más mágicos de la costa de la Toscana, tierra mágica en general que en algunos puntos puede convertirse realmente en un paraíso.
Aquí, en el sur de la región, colindando casi con el Lazio, encontró su buen retiro también Italo Calvino. La tumba del gran escritor se encuentra de hecho en el minúsculo cementerio de este pueblo que domina la bahía donde cientos de barcos de todo tipo esperan sus momentos para salir hacia el Mar Tirreno y luego al Mediterráneo.
Entre ellas estaba el 1 de noviembre de 1973 una embarcación «bella y amable, fuerte como un cabrestante», cuyo nombre era Surprise, un sloop de madera largo de 11 metros. «Fue llamado así por la sorpresa de verla, maravillosa, después de todos los trabajos para construirla». Son palabras de Ambrogio Fogar en su libro ‘400 giorni intorno al mondo’ (‘400 días alrededor del mundo’), el compendio de su extraordinaria aventura.
Salida desde Castiglione y vuelta a Castiglione, pilotando su Surprise en dirección contraria a los vientos dominantes, es decir de este a oeste, y en solitario. Antes de arribar de nuevo a puerto, Fogar, a través de la radio, pidió desde el Surprise una chuleta fiorentina y un ensalada, y el pueblo entero estuvo muy feliz de ayudarle, puesto que los trabajadores de Castiglione habían sido los que habían construido el barco.
Fogar no fue el primero en completar este larguísimo viaje, que acabaría el 8 de diciembre de 1974. Pero sin duda se trató de uno de los eventos marítimos más destacados en la historia reciente de la navegación, cruzando tres océanos (Atlantico, Pacifico e Indico), doblando el Cabo Horn y arriesgando la vida sobre todo cuando fue atacado por una ballena entre Chile y Nueva Zelanda. Un viaje que empezó sin mucha cobertura mediática y que terminó en triunfo.
Ambrogio Fogar, un rostro televisivo
Milanés nacido en 1941 en una familia ni acomodada ni pobre, Ambrogio Fogar, además de este viaje «a lo Elkano», fue sinónimo de viajes y de experiencias extremas, en cualquier lugar de la Tierra y en cualquier condición.
Mucho antes que Ethan Hunt, el protagonista de las pelis de ‘Misión imposible’, para los italianos de la década de los 80 la encarnación del riesgo era este hombre, muy reconocible gracias a su bigote y su amplia sonrisa.
Fue la televisión sobre todo la que convirtió a Fogar en rostro familiar, gracias a un programa semanal en las redes Mediaset de Silvio Berlusconi, que como siempre iba en busca de los personajes más populares.
Este programa regalaba imágenes maravillosas de paisajes inalcanzables y encantadores, teatros de las hazañas de Ambrogio Fogar o de otros grandes aventureros, como el alpinista Reinhold Messner.
Al fin y al cabo, Fogar era uno de los máximos expertos en estas aventuras, habiendo empezado muy pronto con las actividades «extremas». Dejó los estudios universitarios en Ciencias Políticas y luego el trabajo en una compañía de seguros para dedicarse a una actividad todo lo contrario de.. seguro.
Hombre de ciudad, había encontrado inicialmente su hábitat natural en los grandes mares, navegando en solitario, o en el hielo más helado, cuando en 1982 intentó otra hazaña: llegar andando al Polo Norte con su perro de raza husky siberiano, llamado Armaduk.
Morir y vivir de pie
Ambrogio Fogar nunca puso de acuerdo a todos. Sus detractores pensaban que sus aventuras no tenían nada de científico y que el hombre era realmente un exhibicionista y un poco fanfarrón, casi un charlatán.
Es verdad que por ejemplo unas seis páginas del libro ‘400 giorni intorno al mondo’ fueron copiadas de otra obra, del navegador John Guzzwell, la descripción de una tormenta. Pero aquello fue un fallo reconocido por la editorial, que al parecer había olvidado poner la cita, por las prisas para sacarlo a la venta.
En 1978 intentó otra vuelta al mundo con el Surprise, junto con su amigo Mauro Mancini, un periodista de Castiglione. Cerca de las Islas Malvinas una manada de orcas atacó y destrozó el barco dejando a los hombres solos en el océano durante 74 días, sobre una balsa. Fogar y Mancini comieron solamente azúcar y un poco de panceta, bebieron agua del mar y aprovecharon el rocío para nutrirse. Cuando fueron rescatados por casualidad por un carguero griego ambos habían perdido casi 40 kilos y Mancini murió por una neumonía, mientras que Ambrogio se salvó y fue acusado de «haber matado» a su amigo. Esta historia también inspiró un libro, ‘La zattera’ (‘La balsa’).
El mismo viaje con Armaduk fue controvertido, porque Fogar quiso llegar igualmente al Polo Norte a pesar de haberse perdido. O, mejor dicho, de haber notado que no estaba caminando sobre suelo sólido, sino en un iceberg que se alejaba. Cogió un helicóptero y alcanzó el Polo Norte, admitiendo su fracaso personal pero sin perder la oportunidad de pisar el Polo Norte.
Un tipo así no podía morir de manera normal y eso fue lo que le ocurrió a Fogar, que durante su enésima aventura extrema quedó paralizado de cuello para abajo. Sufrió un accidente, en el rally Pekín-Moscú-París, en setiembre de 1992, y quedó inmovilizado hasta la muerte, en 2005, aunque era capaz de hablar y de comunicarse. El contrapunto más cruel para una persona que nunca había parado y que intentó hasta el último día volver a estar erguido, «para morir de pie y no en una cama».
Durante este mes de diciembre, aprovechando la reedición de ‘400 giorni intorno al mondo’ con un prólogo escrito por las hijas de Ambrogio, Francesca y Rachele, Castiglione della Pescaia ha estado de fiesta, con eventos, documentales y recuerdos sobre aquel viaje extraordinario.
La figura de Fogar ha sido homenajeada en su ciudad, Milán, dedicándole un jardín en la zona de los Navigli y con el entierro en el Famedio del majestuoso Cementerio Monumental, la cripta de los ilustres de la capital lombarda, al lado de artistas ganadores de un Premio Nobel (Dario Fo, Salvatore Quasimodo), estrellas del fútbol (Giuseppe Meazza), poetas (Alda Merini, Filippo Tommaso Marinetti), bailarinas (Carla Fracci), grandes escritores (Alessandro Manzoni), activistas políticas (Anna Kuliscioff) y cantantes (Giorgio Gaber y Enzo Jannacci).
La foto de Fogar en la tumba que conserva sus cenizas lo retrata, por supuesto, mientras está navegando.