Daniel   Galvalizi
Periodista
Entrevista
Eduardo Bayón
Politólogo y escritor, autor de ‘Lucha de tribus’

«El consenso como mito fundacional de la Transición se ha acabado como posibilidad»

Politólogo y escritor, publica ‘Lucha de tribus’, en donde hace una radiografía de la radicalización identitaria entre izquierda y derecha. Asegura que en los países mediterráneos no hay cabida para el surgimiento de un Milei y que la polarización social actual «es emocional, no programática».

Eduardo Bayón, nacido en Gijón en 1986.
Eduardo Bayón, nacido en Gijón en 1986. (NAIZ)

Pocos momentos históricos han sido tan fértiles para los académicos de ciencia política. El entrecruzamiento de la política afectiva, la revolución digital y un deterioro en la vida material hacen un cóctel de inestabilidad política que debe ser explicado.

Es el caso de ‘Lucha de Tribus: mitos y verdades de la batalla política y la radicalización identitaria entre la izquierda y la derecha’ (Ed. Esfera de los Libros, 2024), escrito por el politólogo y consultor en comunicación Eduardo Bayón. Allí, el también profesor hace un análisis pormenorizado de la coyuntura actual, atravesada por la división tajante en bloques enfrentados emocionalmente y con sus consecuencias en el sistema institucional.

En entrevista con NAIZ, el autor gijonés comenta sobre el momento político del Estado, con una ultraderecha resistente pero estancada, un Madrid-sistema en «proceso de desconexión» y un debate tribal que puede verse radicalizado con el regreso de Trump.

¿Por qué el título ‘Lucha de tribus’?

Porque en esencia refleja bastante bien de lo que va, viene a ser un ensayo que es una especie de mapa de la batalla cultural y política en que estamos inmersos en esta época. El título vuelca esa idea de batalla política y pacifica pero de disputa de grupos que se han ido compartimentando. Por ejemplo, en España se ha configurado una política de bloques en la que simpatizantes o votantes es difícil que cambien su voto al otro bloque, con el factor añadido emocional y de identidad a ese grupo que hace la idea de «tribu» más apropiada. Hay una polarización de corte emocional y una estrategia de crispación, sobre todo de la derecha española cuando está en la oposición, y es un contexto en que hay deslegitimación y deshumanización del adversario. Se ve al adversario como un enemigo con el que se dificulta cualquier posibilidad de acuerdo.

Usted habla del consenso como mito fundacional de la Transición y algo que moldea la contienda política. ¿Eso se ha acabado?

Creo que se ha acabado como posibilidad porque estamos en una política sobre todo de bloques y con el componente de polarización emocional. No es tanto polarización programática o social, para nada, no creo que la sociedad española esté polarizada; es algo más propio de la dirigencia política y los medios de comunicación. En cierta forma a lo largo de estas décadas la Transición ha funcionado como un parapeto para no abordar algunas de las reformas que pueden estar pendientes y esa es un poco la idea de lo que decía, el por qué existe esa mitificación inicial del consenso. Más allá de la exaltación de los individuos que protagonizan la Transición, algo común a todo mito fundacional, no tenemos una Revolución de los Claveles, que es el mito fundacional del sistema actual de Portugal.

La cuestión es que la política se mueve ahora de forma más acentuada por emociones, por percepciones de la gente y no por la realidad supuestamente objetiva de datos económicos. Mezclado el componente de las percepciones y emociones, creo que sí, tenemos un momento con polarización emocional y no programática, y los dirigentes, los medios y el uso de las redes sociales generan una crisis de intermediarios generalizada.

«Salvo los desmanes de Vox, no hay una radicalización de posicionamientos ideológicos como la hubo en algunos momentos del siglo XX o la hay en Argentina o Estados Unidos»

En esa línea, si hubiese una polarización más profunda en la sociedad, estaríamos hablando de posicionamiento de mayor intolerancia en la sociedad española, y el estudio del CIS muestra que sigue siendo muy tolerante pero con una especie de vivir la política igual que se vive el fútbol: «Estos son los míos y apoyo lo que digan los míos y ya». Por eso el titulo del libro.

Salvo los desmanes de Vox, tampoco tienes a nadie en el parlamento queriendo cambiar el sistema político, no hay una radicalización de posicionamientos ideológicos como la hubo en algunos momentos del siglo XX. En Argentina o Estados Unidos sí se ponen en cuestión las bases del sistema y sí hay una polarización de la sociedad, por ejemplo.

Algunos decían hace no mucho que era el fin de la Historia. ¿El eje izquierda-derecha está más vivo que nunca? ¿Y qué es eso del eje abajo-arriba del que habla

El eje abajo-arriba es porque hubo algunos actores políticos que intentaron construir sus discursos ‘gente-pueblo versus élite’, el primer Podemos por ejemplo, un momento populista consecuencia del 15M y la crisis, pero finalmente acabó Podemos operando en un espacio de izquierda clásica. En el libro sostengo que el eje que sigue estando vigente es el de izquierda-derecha, una política de partidos configurados en bloques, uno de izquierda y otro de derecha, con la peculiaridad de que hay bastantes partidos de ámbito no estatal. En esa línea el libro sostiene que evidentemente ese eje sigue vigente y nadie intenta salirse en exceso. El propio sistema de partidos te obliga casi a competir en ese eje. Por añadir algo, creo que la política actual está muy marcada por la crisis de 2008 y por cómo se gestionó esa crisis y lo estamos viendo ahora con la polarización emocional o los votantes movidos por la ira.

Del bipartidismo al bibloquismo, muchos politólogos destacan que casi no hay espacio para el acuerdo entre bloques aunque empezamos a ver algunos, como PP-Junts. ¿Morirá pronto el bibloquismo?

Buena pregunta [se ríe]. De verdad, creo que se percibe cierto retroceso de los segundos partidos de cada bloque, de Sumar, y una vida autónoma de Podemos que habrá que ve por dónde va. Y en el caso de Vox también más de lo mismo, está electoralmente en estancamiento y en algunos casos de retroceso. Parece evidente que hay reagrupamiento en las opciones mayoritarias y ese reagrupamiento ha confirmado esta política de bloques. La mayoría en diputados depende del bloque progresista o plurinacional, evidentemente hay partidos que operan en el eje derecha pero en el eje estatal pueden jugar a ambos, como PNV y Junts. Siempre en España los partidos que han sido bisagra han sido los catalanes y vascos.

En el capítulo sobre el voto de la clase obrera analiza datos y dice que a menos renta hay más abstención y más voto al PSOE. Pero ¿no se ha derechizado un poco el votante de renta baja y media?

Esto tiene dos vertientes. La primera es que sí, y está más que estudiado por expertos: la participación electoral está muy vinculada a niveles de renta, que al fin y al acabo está vinculado a más educación y estar más informado y en ese sentido hay un abstencionismo crónico. En distritos de Madrid podemos hablar de 30 puntos de diferencia de participación entre los de mayor y menor renta.

«En España la gente que se engloba en la clase trabajadora sigue votando a la izquierda y de forma particular al PSOE, que sobrevivió así a los años posteriores a la salida de Zapatero»

 

Luego hay otra cosa, que es que en España ha habido interés en generar cierto mito de que la clase obrera o trabajadora estaba abandonando a la izquierda para votar a la derecha y esa cuestión justifica también a una izquierda que va a valores post-materialistas, para vincularla a lo que se llama izquierda woke, etc, pero eso en España no se ha dado.

Lo que hay es votantes de clase obrera que por cuestiones de identidad se han ido a una opción más radical, pero de forma mayoritaria la gente que se engloba dentro de la clase trabajadora sigue votando a la izquierda y de forma particular al PSOE, que sobrevive a los años posteriores a la salida de Zapatero gracias al voto de la clase trabajadora. Pierde mucho apoyo pero incluso perdiéndolo el grueso de sus votantes sigue estando ahí, también con votante de avanzada edad.

Dice en el libro que la polarización emocional tiene que dar paso en algún momento a algún espacio de diálogo. ¿Con Trump en EEUU y un crecimiento ultra en la UE, no se hará más difícil?

Sí, creo que va a ser más difícil y hay riesgo de que aumente la polarización emocional porque Trump va a promover y ejercer unas formas más radicalizadas. Ya sin entrar a su programa politico, que puede ser más radical pero en cualquier caso hay que tener en cuenta que la derecha radical van a percibir ese modelo como exitoso frente a una progresía que pueden identificar como parte del establishment, ese discurso de impugnación y deslegitimación puede tener mas recorrido en los próximos años.

En una entrevista mencionaba que hay estudios demoscópicos que dicen que no tienen mucho margen de crecimiento las derechas autoritarias o izquierdas autoritarias en el Estado español.

Sí, hay estudios que señalan que en los países mediterráneos en los que no hubo un debate de separación Estado-religión no hay cabida para derecha libertaria ni izquierda autoritaria porque históricamente el Estado estuvo centrado en lo económico, a diferencia de los países protestantes. En los países con presencia religiosa en forma católica, como España, Italia y Portugal, no hay un Milei, personajes así son rayos anecdóticos. Y en la izquierda los valores suelen estar vinculados como herencia de Mayo del 68, posmateriales, a la libertad, no hay grandes partidos con componente autoritario.

Hace no mucho escuchaba a un encuestador decir que el Estado español tiene suerte al tener la ultraderecha más vaga y torpe de la UE. Jugando al abogado del diablo, ¿qué le sugeriría para subir en apoyos? ¿Lepenizarse, ser menos neoliberales?

Difícil pregunta. Creo que tiene dos problemas que son dos caras de la misma moneda. Buena parte de los dirigentes de Vox provienen del PP, son una escisión ultraconservadora, y otro problema o característica reseñable es que están en momento de estancamiento y retroceso. Creo que el problema que tiene Vox es que esa falta de una derecha radical de corte populista chauvinista, que pida un Estado de Bienestar para trabajadores patrios, le ha impedido crecer electoralmente y arrinconado en el eje ideológico. Peronizarse o lepenizarse le podría dar transversalidad, no sin dificultades. El propio sistema territorial limita mucho la competición de nuevos actores. Le pasó a Podemos con el PSOE. Es difícil competir con un partido con poder territorial amplio. Sí coincido en que un giro más lepenista le daría transversalidad pero habría que preguntarse si tienen capacidad de hacerlo.

«Las élites y el tejido empresarial de Madrid están desconectados del resto el país, se ve también en los medios»


Habla de que la regionalización de la política española y que eso lleva a cierta desconexión de Madrid como epicentro de la economía y política. ¿A que se refiere?

Creo que lo estamos viendo en los últimos años de forma más acentuada; Madrid está funcionando como aspirador respecto al resto de territorios en cuanto a población y actividad económica y eso tiene traslación política que se evidencia dentro del propio PP. El PP de Madrid tiene un discurso que encaja bastante mal con otros territorios porque esos intereses económicos que tiene Madrid estarán desconectados de los intereses materiales que tienen otros territorios. Pero también se puede decir con respecto a la izquierda: los partidos progresistas se caracterizan por defender cierto Estado de Bienestar con pilares como sanidad y educación pública y defender esos intereses en ese territorio se vuelve difícil porque los votantes están en otra cosa y las propias élites y el tejido empresarial están desconectados del resto del país. Y eso se ve también en los medios.