En menos de 20 años, las empresas y entidades vascas vinculadas a la industria militar prácticamente se han triplicado, según se recoge en un informe realizado por el colectivo antimilitarista Gasteizkoak y que acaba de ser publicado en formato libro.
Este ensayo es fruto «de un trabajo que es continuación de décadas de informes, artículos e intervenciones impulsados por el espíritu antimilitarista forjado por el movimiento social de la insumisión», según se destaca en el prólogo.
De hecho, el dato de 70 empresas y entidades vinculadas a este sector que se ha tomado como referencia de partida figuraba en el estudio realizado por este colectivo hace 17 años y que se titulaba ‘Mercaderes de la muerte “Made in Euskadi”. La industria militar en Euskal Herria’.
En este nuevo trabajo se incluyen las empresas que participan o han participado desde 2016 en programas de lo que se denomina en la obra producción de Euskal Herria para el desperdicio y la guerra (PEHDG). Sin embargo, también figuran aquellas otras que, «aunque aparentemente podrían quedar excluidas de este sector, su producción específica para la guerra las hace parte del mismo».
De acuerdo con los datos recopilados por Gasteizkoak, de ese total de 206, 187 son empresas, 11 centros tecnológicos o de investigación, cinco universidades y tres entidades financieras. De todos ellos se ofrece información detallada.
En todos los sectores de la industria militar
Por territorios, 93 se ubican en Bizkaia, herrialde seguido por Gipuzkoa (80), Araba (55) y Nafarroa (34). La mayor parte tiene relación con el sector aeroespacial, pero «hay empresas en todos los sectores de la industria militar: armamento y municiones, drones, pasando por la naval, terrestre, misiles, electrónica, robótica, comunicaciones, TIC, ciberseguridad, ingeniería de sistemas, entre otros».
Teniendo en cuenta su importancia, destacan ITP Aero, Sever, Sapa, Aernnova y MTorres. En un segundo nivel de tamaño y actuación, estarían empresas como Aciturri, AEG Power Solutions, Arcelomittal, Beretta Benelli, Ecia Xemein, Novatronic, Orbital, Sidenor, Sisteplant, Tecnalia, Tecomar o Wartsila ibérica.
De todas ellas, solo dos tienen una producción 100% en el sector: Sapa y Ecia Xemein. El de esta última es el caso «más surrealista» detectado por los autores del informe, ya que se fabrican «granadas y morteros en un espacio municipal en pésimas condiciones de seguridad» y compartiendo «espacio con una escuela».
De los nuevos modelos emergentes de empresas, han localizado trabajando para el sector a 7 startups y 10 spin-off. Entre las primeras, destaca CounterCraft y entre las segundas, Satlantis, Anteral, Tafco Metawireless y Tracasa.
En relación a la facturación de la PEHDG, los autores del informe reconocen que resulta difícil dar datos fiables, a causa del oscurantismo y porque los pocos que se publican al respecto son contradictorios y no llegan a abarcar la totalidad del sector.
En cualquier caso, en la obra se llega a ofrecer alguna cifra, como que la facturación media en Hego Euskal Herria hasta 2022 «se movía en torno a los 700 millones de euros», que habría aumentado notablemente en los dos últimos años porque «el incremento está siendo descomunal».
También se destaca que «en la mayoría, su facturación del sector no es grande, lo que es una ventaja apreciable a la hora de plantearse la posibilidad de abandonarlo. De hecho, muchas son nuevas y se han incorporado en los últimos años al ver las ayudas y ventajas que se ofrecen en este sector».
Y que aunque se habla de ‘defensa’ para justificar estos gastos militares, las exportaciones de esta producción se cifran en torno al 80%, así que «la inmensa mayoría termina en otros países», por lo que es más que probable que «las fabricaciones ‘Made in EH’ se estén utilizando en la guerras actuales» o más cercanas en el tiempo, y apunta a casos como Afganistán, Kosovo, Ucrania e incluso a que «esté llegando también a Israel».
Un negocio con «importantes beneficios»
¿A qué se debe ese crecimiento en el número de empresas y entidades vascas que se incorporan a la industria militar? La respuesta sería el sustancioso negocio o las ayudas y beneficios que se les ofrece. Así, en el informe se recoge que «desde 2014, distintas instancias de la Unión Europea, de la OTAN o los presupuestos de buena parte de los gobiernos estatales occidentales decidieron comenzar un fortísimo incremento de presupuestos militares y de ayudas a la industria militar». Por lo tanto, es un modo de proceder anterior a la guerra en Ucrania, que, a posteriori, se ha puesto como excusa para justificarlo.
En el caso del Estado español, el gasto militar real se ha multiplicado 2,6 veces en una década (de 2015 a 2024), pasando de 18.999 millones a 50.539 millones, lo que «ha impulsado que parte del empresariado sin escrúpulos se haya visto tremendamente atraído para incorporarse a los importantes beneficios que le pueda suponer esa locura belicista».
En este sentido, en el libro se recuerda que «la inmensa mayoría de las adjudicaciones de grandes concursos del Ministerio de Defensa tienen poco de concurso», ya que el propio ministerio «invita directamente a una empresa concreta para que sea la que se haga cargo del proyecto correspondiente, dialogando y negociando con ella sobre las condiciones».
Además, se pone de relieve que más de la mitad de las empresas que figuran en el listado que se ofrece detallado en la obra «ha recibido subvenciones o ayudas del Gobierno Vasco», lo que supone un incumplimiento sistemático de la Carta de Justicia y Solidaridad con los Países Empobrecidos por parte de Lakua, que, por ejemplo, forma parte del accionariado de ITP Aero.
Ese fuerte gasto hace que este sector se encuentre «en auge» y que se hayan sumado al mismo «empresas de producción disruptiva, startup o spin-off, y también empresas familiares o muchas subcontratistas que antes no participaban en él, o no lo hacían en público, y que hoy lucen en sus web apartados dedicados expresamente a ello».
En ‘Conversión de la industria militar en Euskal Herria para no fabricar más guerras’, se especifica que las pymes tienen «un papel estelar», por lo que se buscan «mecanismos de financiación especiales para ellas».
Asimismo, también se capta la investigación civil para la industria militar ofreciendo a empresas y universidades «programas de subvención condicionados a que se investiguen exclusivamente proyectos de orientación civil que después tengan una aplicación militar». Y al mismo tiempo, actualmente, «la tecnología militar se ha convertido en la punta de lanza de la I+D+i de las aplicaciones industriales civiles, ya sea en el campo de las telecomunicaciones, la automoción o los servicios».
En relación a las universidades, se especifica que están implicadas en este sector tanto las públicas (EHU/UPV y UPNA), como las privadas (Deusto, Mondragón y la del Opus). En concreto, en el libro se dedica un capítulo propio a la UPNA, porque «ha impulsado la participación navarra en la industria de la muerte», de la que se considera como «máximo exponente de esa implicación al rector Ramón Gonzalo García».
Dentro del ámbito de la financiación, se destaca en el estudio el papel del BBVA, entidad bancaria que «ha destinado casi 5.000 millones de euros a empresas de producción militar».
Cambio de mentalidad de la sociedad
Junto al incremento del gasto militar, el estudio de Gasteizkoak atribuye el incremento de la participación vasca en este sector a otro factor de corte social, en concreto, al «cambio de mentalidad de parte de la sociedad de EH en torno a la forma de cómo contemplar la PEHD».
Si antes colaborar con este sector provocaba «rechazo y repudio» en la inmensa mayoría de la sociedad de Euskal Herria, «hoy en día ya no es así», de tal manera que una parte «nada desdeñable de las pymes ya no ocultan su relación con la PEHDG o, lo que es más grave, la exhiben orgullosas».
De hecho, se pone de relieve que «las tres cuartas partes de las algo más de 200 empresas o centros» del listado «declaran abiertamente su producción para el sector “defensa” en sus propias webs». Es más, «una treintena toma parte o participa como expositoras en las ferias de armamentos españolas de FEINDEF».
Además de hacer este análisis de la situación, en el libro se va más allá al abogar por «la transformación de ese esfuerzo económico dedicado a la guerra en producción civil de utilidad social». Al respecto se propugna que, «más que parar una guerra en marcha, hemos de ponernos como objetivo intentar que no surjan más».
Auzolan por la conversión
En este sentido, se considera que una de las necesidades más urgentes es «romper con esa falsa idea que nos tratan de inculcar de que la conversión de la ‘armagintza’ es imposible, que nunca se ha conseguido ni nunca se conseguirá», cuando, en realidad, «la mera reconversión de la industria militar a la producción industrial civil es algo que se ha llevado a cabo en diferentes momentos históricos sin que socavase los cimientos del sistema capitalista».
Así, se recuerda que se han dado ejemplos de conversión de este tipo de fábricas en Euskal Herria mismo desde inicios del siglo XX y, en especial, el caso de Lucas Aerospace, empresa de Gran Bretaña cuya plantilla, a finales de los 70 y principios de los 80, «planteó hasta 150 propuestas de productos civiles que podrían fabricarse en sus instalaciones si se abandonaba la producción militar».
Para llevar adelante esa conversión, desde Gasteizkoak se plantea el reto de realizar un auzolan para «conseguir una Euskal Herria libre de fabricación para la guerra». Una tarea en la que deberían implicarse muy diversos sectores de la población y con «la participación muy activa de las organizaciones sindicales» en el esfuerzo por buscar «una producción alternativa socialmente útil a las plantillas de las empresas que trabajan para este sector».