Seísmo sirio tras el genocidio en Gaza y el golpe a Irán en Líbano
El vuelco en Oriente Medio con el desplome del régimen sirio abre muchas incógnitas sin que se atisbe el fin del genocidio de Gaza, con una frágil tregua en Líbano y con Irán y su Eje de Resistencia herido de muerte. ¿Aguantará Hamas? ¿Y Hizbulah? ¿Podrá mantener su presión un Israel a la deriva?
Genocidio en Gaza. Frágil tregua en Líbano. Israel aprovecha la caída del régimen sirio para tomar posiciones en el país y anular militarmente a sus sucesores. El régimen iraní de los ayatolás, en uno de sus momentos más bajos
Parece que han pasado lustros desde que Hamas propinara, con su brutal incursión en territorio israelí, uno de los golpes más duros al régimen sionista, ese que va más allá del Netanyahu de turno.
Pero fue prácticamente ayer, el 7 de octubre de 2023.
Israel ha perpetrado, y está perpetrando, tal aceleración criminal en la siempre convulsa realidad de la región de Oriente Medio que resulta, de un lado, fácil anticipar el corto plazo e identificar a los perdedores de esta partida, pero a la vez difícil adivinar cuál será el escenario a medio o largo en unos pueblos limítrofes con Israel condenados a resistir so pena de la desaparición, física y/ política.
Si en algo tiene razón el llamado Eje de Resistencia (Irán, Hizbulah, hasta hace poco Siria y Hamas), que algunos ya dan por muerto, es que Israel es –para ellos lo fue desde su inicio– una estructura política cancerígena que sobrevive en su deriva desestructurando a todos sus vecinos.
Y lo está consiguiendo.
Si Hamas pretendía frenar con el 7-O la caída en el abismo del olvido del pueblo palestino –reconocimiento de Israel por parte de Arabia Saudí– no solo no lo ha conseguido sino que ha dado a Israel la excusa –por otro lado nunca le faltan– para provocar el Armagedón en Gaza y para dar la puntilla colonial a Cisjordania.
Traicionados por enésima vez ––y van...– por los sátrapas árabes, vendidos por EEUU y Occidente, y abandonados, más allá de acciones puntuales, por sus aliados, Irán y Hizbullah –el Yemen de los huthíes queda lejos–, los palestinos son, como siempre, los grandes paganos.
Con la histórica ANP desarbolada en un mar de corrupción autonómica, y con Hamas militarmente muy golpeada, no es descartable que esta se vea forzada a un gesto con sus rehenes –vivos y/o muertos– para ganar tiempo. Se baraja incluso de que podrían renunciar a su exigencia de un alto el fuego definitivo y la retirada israelí a cambio de una tregua temporal que alivie la presión a sus milicias y a los gazatíes en general.
El presidente electo de EEUU, Donald Trump, amenaza a Hamas con toda su ira si no ceden y espera un regalo antes de su desembarco en la Casa Blanca el 20 de enero. Es un bocas, pero peligroso.
El alto el fuego en Líbano de dos meses negociado bajo el patrocinio de los EEUU de Joe Biden, y firmado por Israel, por el fallido Estado libanés –representado por el líder del partido chií Amal (del que Hizbulah fue una escisión alimentada por Teherán)–, y por el presidente del Parlamento de Beirut, Nabih Berri, expira el 27 de enero y no es descartable que lo haga antes de esa fecha.
Sobre todo habida cuenta de que Israel apuró hasta el último minuto de su entrada en vigor, en la madrugada del 27 de noviembre, para seguir bombardeando objetivos en Líbano y de que, ¡una semana después!, seguía atacando posiciones en el sur del país aduciendo la presencia de milicianos de Hizbulah.
Y es que si Israel pretende conceder una tregua temporal a Hamas a cambio de la liberación incondicional de los rehenes, en Líbano, y gracias a la «imparcialidad» del mediador estadounidense, exige a Hizbulah que se retire al norte del río Litani abandonando la «patria chica» de los chiíes en Líbano a cambio de su repliegue a sus fronteras. Y reivindica un «derecho de intervención» de su potencia de fuego si considera que la situación «amenaza a su seguridad».
Israel, con la complicidad de EEUU y el esperado impulso de Trump, solo está dispuesto a forzar treguas tácticas sin dar contrapartidas
Hizbulah, que no firmó el alto el fuego, pero que delegó en el líder de Amal, ha sido descabezada y debilitada desde la ofensiva israelí, precedida en setiembre por la interceptación-explosión de sus comunicaciones y seguida por el magnicidio de la mayor parte de sus dirigentes.
El Partido de Dios, que cuenta todavía con una capacidad militar que para sí quisieran los palestinos de Gaza, se halla en una encrucijada.
Tras la caída del régimen sirio de la dinastía al-Assad, puede concentrar sus fuerzas en el frente con Israel pero las rutas de suministro de su hasta ahora casi inagotable arsenal se han visto interrumpidas con el final del acceso terrestre de Irán a Líbano.
El partido-milicia chií se vio obligado a renunciar a su exigencia de que Israel parara el genocidio de Gaza para aceptar un alto el fuego y no son descartables nuevas cesiones.
Sobre todo si sectores políticos que representan a otras minorías, como la musulmana suní y la cristiana maronita, se ven tentados a aprovechar el desplome del régimen sirio para ajustar cuentas con Hizbulah, un Estado dentro de un Estado, el libanés, fallido. No hay que olvidar que el objetivo de la última agresión israelí contra Líbano es revolverlo contra su principal enemigo, y convencer a los libaneses de que Hizbulah y su desafío a Israel es el culpable de los bombardeos. La implicación de miles de soldados libaneses en la sustitución de los milicianos chiíes al sur del río Litani responde a ese mismo axioma de 'divide et impera'.
Llegamos a la inesperada caída de la corrupta y tiránica dinastía Al-Assad en Siria. Diez días tardó en entrar a Damasco, en plena desbandada del Ejército regular sirio tras el abandono de Rusia e Irán, una heteróclita alianza liderada por la coalición salafo-yihadista HTS, fundada hace años por la sección siria de Al Qaeda (Frente al-Nosra), y en la que participan los grupos rebeldes islamo-salafistas hoy al servicio de Turquía y brigadas locales como las de Deraa (sur) junto a restos del en su día Ejército Sirio Libre.
Todos estos, con su pasado, son los protagonistas de la difícil transición que han prometido para Siria.
El escenario es ciertamente endiablado. Y no solo por el riesgo de que surjan discrepancias internas entre todos estos grupos y sus parecidas pero no del todo coincidentes agendas, lo que podría abrir la puerta a luchas internas entre facciones muy armadas.
En lo que sí coinciden es en negar autonomía política alguna para el norte kurdo (Rojava), donde rige una alianza con tribus árabes en el Frente Democrático Sirio. Tan unionista como el régimen panarabista derrocado, la alianza en el poder en Damasco registra matices, HTS parece dispuesta a crear una zona desmilitarizada para forzar el desarme de las milicias kurdas YPG. Las milicias islamo-salafistas sirias se perfilan como una quinta-columna de cara a una nueva invasión militar turca (como la que sufrió el cantón kurdo de Afrin en 2018) para derrotar a los kurdos sirios y a sus aliados árabes.
No terminan ahí los desafíos. Las minorías sirias que fueron durante décadas rehenes de un régimen que aireaba el fantasma de la mayoría suní: la drusa –menos–, la cristiana y sobre todo la alauíta, temen las represalias de los vencedores y la imposición de un régimen rigorista sectario.
Más allá del ámbito nacional –la oposición civil en el exilio también exige un papel en el futuro del país–, estamos ante el mayor vuelco del mapa político de Oriente Medio. Y eso en un año de genocidio, bombas, incursiones terrestres y duelo de tú a tú, pero hasta ahora no a muerte, entre las dos potencias rivales en la región: Israel e Irán.
Con Rusia tratando de no perder sus bases-puente en Siria hacia África, y EEUU debatiendo si apuntala o abandona a los kurdos, el desenlace sirio influirá en la agenda mundial
Un vuelco en el que el régimen de los ayatolás es el gran damnificado. Sin obviar la obcecación de la República Islámica para resistir y acentuar su impronta teocrática, y la resilencia de un país milenario como el persa, todo apunta a que las presiones internas (mujeres, kurdos, baluches...) y externas (Israel y EEUU) para una implosión del régimen crecerán. Esta vez sin el colchón del Eje de la Resistencia.
El mundo condiciona a Oriente Medio pero Oriente Medio condiciona al mundo.
Rusia hará todo lo posible por que los «terroristas» a los que bombardeó sin piedad le permitan mantener unas bases (Tartus y Lataquia) vitales para sus intereses en África.
EEUU, ya con Trump, deberá decidirse por abandonar totalmente la región o mantener su pica de Flandes en un Siria cuya evolución marcará la agenda mundial, desde Ucrania (invasion rusa) a Taiwán (amenaza unionista china), sin olvidar los escenarios bélicos en el Continente Negro y, por supuesto, el futuro, no futuro en el caso del pueblo palestino, de Oriente Medio, el infierno geopolíitico mundial.
De vuelta a la región, ¿resistirán Hamas, Hizbulah y Teherán? ¿Resistirá Israel con todos estos frentes y una economía de guerra que va ya para el segundo año?
A corto es muy posible. A largo no lo fío. Generar inseguridad alrededor no te hace más seguro. Te hace hundirte en una deriva esquizoide.