Ainara Lertxundi
GARAren edizio taldeko kidea / Miembro del equipo de edición de GARA
Entrevista
Gabriela Wiener
Escritora y periodista peruana, autora de "Atusparia"

«Tenemos que volver a nuestras memorias y fuentes de lucha»

‘Atusparia’ es la última novela de Gabriela Wiener, peruana afincada en el Estado español e impulsora de Sudakasa. En esta obra se funden «maestras rusas, familias ausentes, padres militantes, partidas de ajedrez, guerrillas, revueltas indígenas, verdor amazónico, utopías, pasión y desencanto».

Gabriela Wiener.
Gabriela Wiener. (Monika DEL VALLE | FOKU)

La escritora y periodista peruana Gabriela Wiener regresa con “Atusparia”, su «gran novela rusa» en la que se entrelazan «la brecha entre retórica y praxis revolucionaria, la legitimidad de la lucha armada, el caudillismo, las jerarquías y las diferencias de criterio respecto la institucionalización política de los movimientos sociales». Su protagonista, Atusparia, se hace llamar así por el líder indígena que en el siglo XIX encabezó una rebelión campesina contra los abusos del Estado peruano.

Atusparia es también el colegio donde estudia en los años ochenta, fundado por egresados peruanos de la Universidad de Moscú, donde «los niños sueñan con ser cosmonautas que viajan al espacio en nombre de la revolución». Pero este proyecto de «educación indigenista-comunista» se viene abajo tras la caída del Muro de Berlín y de la Unión Soviética. El fracaso de este modelo educativo y sueño colectivo lleva a Atusparia a «un pozo de drogas y sexualidad frenética en tiempos de capitalismo» hasta que años después se reencuentra con su profesora, Asunción. Ambas, junto con otras mujeres, conformarán Las Ritas, «un colectivo indigenista, antirracista y antipatriarcal que se prepara para iniciar la revolución».

¿Cómo llega a «Atusparia»?

En “Atusparia” convergen movimientos como el feminismo y el antirracismo, y espacios de militancia a partir de la historia de las mujeres, una mitad del mundo bastante invisibilizado. También habla de las luchas políticas y sociales del pasado que ahora han tomado un protagonismo brutal. Quería hablar de esas memorias de lucha en Latinoamérica y, sobre todo, situar políticamente el pasado pero también el presente y el futuro en nuestros territorios del sur y todo lo que allí hierbe, desde movimientos anticoloniales e indígenas hasta las trincheras por las defensas del planeta y contra los ecocidios. De alguna manera, quería hacer un hilo entre los legados de Tupac Amaru, de Rita Puma, de Micaela Bastidas o de pensadores como Mariategui con las luchas de las reformas agrarias o los escritores indigenistas como José María Arguedas, Manuel Scorza o María Galindo.

La infancia de Atusparia es un tiempo de ideales; en su adolescencia abraza un «capitalismo salvaje» entrando en una rueda de sexo y drogas, mientras que la Atusparia adulta vuelve a abrazar los ideales de la revolución y se convierte en la «candidata del pueblo». ¿Cómo fue dibujando el personaje de Atusparia?

Quería hacer una novela sobre una mujer política que tuviera los valores de la izquierda desde su más tierna infancia. El libro está inspirado en mi propia educación. No me refiero a una educación de 2x3 igual a 6, sino a una educación que toma como base los valores de la justicia social, la solidaridad, la lucha contra el poder y por los de abajo. A través del periplo vital de Atusparia vamos pasando por distintas etapas de las luchas y de los movimientos sociales. Hay algunos hitos reconocibles, como las luchas de los años 80 en época de las dictaduras, la caída del Muro de Berlín y el fin del comunismo. En el libro coincide con la adolescencia de la protagonista, quien se entrega al consumo más capitalista, lo que casi le hace perder sus ideales. En esa deriva pasa muchos años. Después viene el reencuentro con su pasado, su escuela, su maestra, sus orígenes aymaras. Cuenta un poco la historia de mi país, de la política y las luchas en Latinoamérica. La respuesta a la protesta popular que, sobre todo cuando quienes ponen el cuerpo son indígenas y campesinos, es la masacre.

«Quienes están gobernando han sabido utilizar sus herramientas mediáticas y jurídicas contra cualquier iniciativa de cambio o que hable de izquierda. Tenemos que estar muy alerta ante el auge de la extrema derecha»

También pone el foco en otras estrategias para desactivar los movimientos de transformación, como el lawfare, la cancelación vía vídeos virales, que es lo que sufre cuando decide convertirse en la candidata del pueblo y seguir el camino de la democracia liberal en una dirección más institucional que la que proponían sus compañeras o su propia maestra Asunción. Aunque ambas están enamoradas de la revolución, sus miradas de lo político las van a llevar por caminos muy distintos.

La novela también es una mirada al interior de los movimientos de izquierda.

Así es. Habla de nuestras militancias desde adentro, cómo se ven enfrentadas a unas tradiciones de luchas intestinas, de hiperatomización, de sectarismo, de quién es la mejor izquierdista, quién es moralmente superior. Todo visto desde un lugar muy risueño y autocrítico porque yo misma he crecido en una familia de izquierdas. No solo se trata de lo que los movimientos hacen contra ellos mismos, sino que, desde afuera, el sistema hace lo que sea para que ninguna de esas luchas alcance sus objetivos, tanto la que piensa que el camino es la revolución, como la otra que aboga por la vía institucional. Todo está planificado para que no lleguen a generar cambios. Por querer jugar a las reglas de juego de la democracia, Atusparia termina siendo víctima de lawfare y encerrada en una cárcel. Es ahí cuando la novela se pone un poco distópica, aunque es una distopía que se parece demasiado al presente.

¿En pleno auge de la extrema derecha tanto en Latinoaméria como Europa, qué importancia adquieren valores como la justicia social?

Son primordiales. En Argentina, por ejemplo, Javier Milei se apropia de la cultura y del lenguaje propios de los movimientos sociales. En sus redes, Milei y sus ministros defienden que las Malvinas son argentinas mientras subastan todo el país. Estamos tratando con ese nivel de fake news. Gente como Milei y Donald Trump han hecho del odio su bandera. Son misóginos, homófobos y, sobre todo, racistas. Han empleado miles de millones y su mensaje ha calado en la mitad de la gente. Por otra parte, tenemos una izquierda o una parte del progresismo bastante replegado y a la defensiva, dejándose saquear su lenguaje y sus imaginarios de lucha para que no le acusen de terrorista. Quienes están gobernando han sabido utilizar sus herramientas mediáticas y jurídicas contra cualquier iniciativa de cambio o que hable de izquierda. Tenemos que estar muy alerta ante el auge de la extrema derecha, pero en Latinoamérica tenemos también Gobiernos –quizás no sean los soñados por mí– que en algunos puntos articulan mensajes de derechos sociales, de derechos de las mujeres, de derechos de las disidencias, de libertades. Aunque liberales en lo económico, más o menos constituyen un eje antipoder.

«En “Atusparia” convergen movimientos como el feminismo y el antirracismo, y espacios de militancia a partir de la historia de las mujeres, una mitad del mundo bastante invisibilizado»

¿Cómo sitúa «Atusparia» en este contexto?

La novela habla de romantizar nuevamente la acción revolucionaria, de la necesidad de estallar todas las veces que sea posible y de repensar cuál es el camino y la dirección política después de estallar. ¿Hacia dónde van esos movimientos que a veces son impetuosos, pero que no han conseguido canalizarse hacia Gobiernos o cambios institucionales? Hay que despertar, tenemos que volver a nuestras memorias y fuentes de lucha y, sobre todo, hacer mucho trabajo de base y de autocrítica de esta dimensión sectaria que pueden tener nuestros movimientos y que nos hace acabar con posibles formas de tender puentes y hacer red. No hablo de una idealizada unidad que nunca llega, pero sí al menos de hacer red porque se van a poner muy feas las cosas.

Más allá de izquierda o derecha, pensemos en los de abajo y en cómo vamos a articular esas otras luchas que incluso dentro de la propia izquierda han sido minorizadas o despreciadas; movimientos que han enarbolado, por ejemplo, el tema de clase y han ignorado todo lo transformador y refrescante que podían traer esas otras voces y cuerpos que no han tenido protagonismo.

¿Qué simbolizan Atusparia, su profesora y Pamela, quienes conforman Las Ritas?

He querido hacer una historia de mujeres en la lucha porque históricamente han sido borradas. Son las protagonistas del mundo del que vengo. Me interesaba la relación entre dos mujeres de distinta generación que se vinculan a través de ser maestra y alumna y, de alguna manera, madre e hija. Ese reencuentro se confunde todo el rato con lo político tanto cuando se enamoran de la lucha y la revolución como cuando se empieza a abrir una brecha entre ellas y, de pronto, se convierten en los polos opuestos de su movimiento y en dos formas de ver la política. Realmente creo que las cosas se movilizan desde impulsos íntimos y personales que ocurren en la amistad, en el amor y en la cama, y que luego condicionan el destino de un movimiento político, un espacio de militancia o hasta un país. Aunque el de Pamela es un personaje secundario, aparece para recordarnos lo que dejamos en el camino. Son tus enemigos quienes van a ir a buscar a estas personas que dejaste atrás. Las relaciones entre las mujeres también están atravesadas por el poder, la política, la traición y sentimientos muy bajos. Mis personajes femeninos no son modelos de ejemplaridad. Más bien tienen las contradicciones a flor de piel. Son completamente imperfectas y están equivocadas. No entiendo la literatura si no escribimos de esas zonas oscuras. Ahí está un trabajo de espejo para vernos a nosotras mismas y tratar de hacer un relato más o menos verdadero.