«La contaminación del agua, una serpiente marina». Esta fue la portada del semanario de ‘Mediabask’ del 25 de julio. El año pasado arrancó con la denominada ‘marea blanca’, un vertido de pellets –pequeñas bolitas de plástico– que empezó llegando a las costas gallegas y terminó llegando a toda la costa cantábrica, hasta Euskal Herria.
Según detalló la Xunta de Galicia, el mercante Tocano –mientras navegaba en aguas portuguesas– perdió varios contenedores que formaban parte de su carga, entre los que se encontraban bolsas de alrededor de 25 kilos de pellets de plástico, con el nombre de una empresa con sede en Polonia.
En el mencionado número de ‘Mediabask’, Emmanuel Alzuri, alcalde de Bidarte y consejero delegado para Agua Potable y Litoral de la Mancomunidad Vasca, explicaba que «la calidad del agua es excelente con tiempo seco», pero que los malos datos que se registran gtras un episodio de mal tiempo y la presencia del alga Ostreopsis Ovata habían provocado el cierre de playas.
La aparición mediática de Alzuri provocó cierto rechinar de dientes entre los agentes medioambientales y los usuarios de las playas, mientras que los diferentes problemas recurrentes en torno a la calidad de las aguas de baño parecen empeorar año tras año.
El problema del alga Ostreopsis, que se detectó por vez primera en la costa vasca en el año 2020, se ha convertido incluso en un problema de salud pública. Su llegada se debe a la subida de las temperaturas, ya que prolifera en latitudes templadas y puede provocar intoxicaciones entre los seres humanos –sus síntomas más comunes son náuseas, ojos rojos, fatiga, irritación de la piel y problemas estomacales– y la muerte en algunas especies marinas.
Proyecto Ostreobila
Desde el 11 de abril, el proyecto Ostreobila tiene como objetivo dotar a las diferentes administraciones de elementos de conocimiento y herramientas de toma de decisiones para anticipar posibles proliferaciones del alga tóxica y gestionar las consecuencias sobre la biodiversidad y la salud de las personas. Para ello se llevan a cabo cada mes análisis de muestras de agua y algas en cuatro puntos de Lapurdi (Hendaia, Donibane Lohizune, Bidarte y Biarritz) y otros siete de Gipuzkoa (Hondarribia, dos playas de Donostia, Zarautz, Zumaia, Mutriku y Saturraran).
En cuanto a las soluciones a corto plazo, el municipio de Biarritz optó por utilizar Désinfix para desinfectar el agua contaminada. Un producto basado en el ácido perfórmico, una especie de oxidante que mata las bacterias. Michel Botella, presidente de Sepanso 64 (Société pour l’Étude, la Protection et l’Aménagement de la Nature dans le Sud-Ouest), expresó su preocupación por lo que considera una deriva peligrosa. «Las aguas costeras están saturadas de detergentes petroquímicos, contaminantes tóxicos que se encuentran en el musgo y la espuma del mar», subrayó.
En agosto, el investigador en el sector pesquero Nikolas Goñi apuntaba en una entrevista que «las redes tróficas, lo que incorrectamente llamamos cadena alimentaria, están cambiando bajo una combinación de diferentes factores estresantes. Entre ellos el clima y la contaminación antropogénica –causada por el ser humano–, como la contaminación de la zona costera con exceso de nitrógeno, por ejemplo». Miembro de la asociación Bizi!, Goñi resumía que «desde hace unos años la fauna marina se tropicaliza».
En Gipuzkoa y Bizkaia, la ONG Ekologistak Martxan otrogó cuatro de sus banderas negras por la ma mala gestión ambiental de otros tantos enclaves. Concretamente al Ayuntamiento de Donostia por el incremento del impacto turístico sobre la isla Santa Clara con la construcción de la escultura Hondalea; a la macrogranja para el engorde de atún instalada a 3,6 millas al noreste del puerto de Getaria; al Ayuntamiento de Leioa por plantear únicamente una reconstrucción parcial de la marisma de Lamiako; y a las instituciones que impulsan la construcción del museo Guggenheim Urdaibai en una Reserva de la Biosfera.