Ramon Sola
Aktualitateko erredaktore burua / Redactor jefe de actualidad

Épica y drama en San Mamés: 5-3 bajo la nieve y un preludio de la catástrofe de Munich

Uno de los partidos más míticos que ha visto San Mamés, el 5-3 al Manchester United bajo la nieve en 1957, acrecienta ahora su leyenda con lo ocurrido un día siguiente en el aeropuerto. Anticipó el accidente que un año después liquidaría aquel equipo de época y lo recoge David Peace en ‘Munichs’.

Gainza y Byrne, una de las víctimas de Munich, al inicio del partido.
Gainza y Byrne, una de las víctimas de Munich, al inicio del partido. (Captura TV)

El 16 de enero de 1957, a las 15.45, se jugó en San Mamés uno de los partidos más legendarios de la Catedral. La foto principal de este artículo muestra el césped totalmente cubierto de nieve mientras se saludan los dos capitanes: el local, Piru Gainza, y el del Manchester United, Roger Byrne. Épica futbolística y anticipo del drama: apenas un año y medio mes después, Byrne estaba muerto a sus 28 años. Fue una de las víctimas del accidente de avión de Munich que acabó con la vida de 23 personas y cortó la trayectoria de aquel equipo rutilante, posiblemente el mejor de Europa en aquel momento junto al Real Madrid.

El partido es muy conocido, y qué decir de la catástrofe aérea. Pero ahora el libro ‘Munichs’ del escritor inglés David Peace recupera algo que pasó más desapercibido: al día siguiente, en el entonces recién estrenado aeropuerto sondikarra, se produjo una circunstancia muy similar a la de la posterior catástrofe.

Peace cuenta en ‘Munichs’ la ‘Operación Despeje de Nieve’ en el aeropuerto de Bilbo. Un año después no ocurrió lo mismo en el bávaro, con consecuencias fatales

 

‘Munichs’ ha sido aclamado por ‘The Guardian’ por «la devoción de Peace por los detalles» y en la contraportada se subraya la «labor de documentación portentosa». El drama del 6 de febrero de 1958 se reconstruye con las voces de casi todos los que sobrevivieron. Uno de ellos fue Frank Taylor, periodista que volvía con el equipo tras haber jugado el partido de Copa de Europa contra el Estrella Roja en Belgrado. Taylor se sobrepuso a las heridas y viviría hasta 2002.

Escribe Peace: «La gente no solía recordar la ida contra el Athletic de Bilbao en el estadio de San Mamés, la Catedral. La gente recordaba solo la vuelta en Maine Road, el ruido ensordecedor cuando Tommy Taylor impulsó al United para superar la derrota por 5-3 de la ida y ganar por 3-0 aquella noche, el puro delirio, la pura felicidad, todos se agarraron y abrazaron, perdidamente enamorados de aquel equipo de muchachos que jugaron un partido maravilloso, mágico, aquella noche de febrero, el 6 de febrero fue, justo un año antes del día del accidente aéreo.

(...) Pero en Bilbao hubo un presagio, un augurio, un aviso muy pero que muy claro del desastre por venir. El propio partido se jugó bajo un temporal de nieve, de una nieve que parecía fundirse al momento y que convirtió el campo en un lodazal. Pero después del partido, al día siguiente, cuando salieron a la pista, para el despegue, descubrieron que el avión estaba cubierto de una capa de hielo y nieve, y el piloto se negó a despegar hasta que Frank y todos sus amigos y los muchachos del equipo y todo aquel al que pudieron encontrar ayudaron a barrer la nieve de las alas.

Con escobas y con palas al hombro salieron con paso decidido del edificio del aeropuerto hacia el avión en la que acabó llamándose ‘Operación Despeje de Nieve’. Se lo tomaron a cachondeo, todo el mundo rió y sonrió. De acuerdo, jefe, en ese plan. Nadie le dio ninguna importancia en su momento, pero Frank se puso a pensar en ello entonces, se detuvo y le dio vueltas. Y Frank vio que fue un presagio, un augurio».

Y es que la catástrofe de Munich se produciría precisamente por el mismo motivo: nieve helada en las alas del avión, que impidió su despegue hasta en tres ocasiones. Al tercer intento, este vuelo 609 de la British European Airways, que entre Belgrado y Manchester había parado en Munich a repostar, se estrelló. Y con él ocho de los futbolistas de aquel equipo, tres miembros del cuerpo técnico y la directiva, ocho periodistas, dos miembros de la tripulación, un agente de viajes y un aficionado. Los otros 21 ocupantes salvaron la vida; menos de la mitad.

En Munich no hubo ‘Operación Despeje de Nieve’ como en Bilbo.

Nevadas constantes y un aeropuerto novel

Visto desde el día de hoy, sorprende mucho aquel San Mamés nevado y el relato de hielo en las alas de los aviones de Sondika. Sin embargo, la realidad es que en aquella década de los 50 sobre la capital vizcaina nevó prácticamente todos los años. La más copiosa que se recuerda fue la de 1954, tres años antes, cuando se afirma que se llegaron a acumular 35 centímetros. En febrero de 1956, un año antes de estos hechos, Bilbo se tiñó de blanco hasta tres veces.

El aeropuerto de Sondika tenía entonces una historia muy corta. Había entrado en funcionamiento en 1936, el año del estallido bélico, pero con uso básicamente militar que no pasó a civil hasta 1949. El primer vuelo internacional se produjo en 1952 y fue a tiro de piedra, a Burdeos.

Los inicios del aeropuerto hoy de Loiu. (AENA)

Volar en aquella época era una actividad de altísimo riesgo. En el contexto futbolístico, antes que el Manchester United lo había sufrido en sus carnes el Torino italiano, ‘Il Grande Torino’, cuyo avión se estrelló en 1949, perdiendo a 18 futbolistas y 31 personas en total.

Ello no fue óbice para que en 1955 se pusiera en marcha la Copa de Europa entre ganadores de las ligas europeas, con eliminatorias a ida y vuelta. La que enfrentó a Athletic y United era, por tanto, la segunda edición, y la tercera sería la de la catástrofe de Munich.

El United volvía a casa tras haber eliminado al Estrella Roja en cuartos y solo el Milán le separaba ya de la final. Se trataba de un equipo extraordinario que había ganado dos ligas inglesas consecutivas y en claro crecimiento por su juventud. Lo simbolizaba su principal referencia ya por aquel entonces, Duncan Edwards, 21 años, un futbolista total, para algunos el mejor jugador del mundo en vísperas de la irrupción de Pelé en el Mundial de Suecia 1958.

Dos partidos memorables

Dejando al margen la parte trágica, aquella eliminatoria futbolística entre vascos e ingleses fue memorable. Y la nieve en la Catedral contribuyó a la épica y a eternizarlo en la memoria colectiva.

Las imágenes del No-Do reflejan la pasión con que se vivió en Bilbo la llegada del United. La narración de Matías Prats tampoco tiene desperdicio por sus incursiones poéticas: «Los rostros de los espectadores reflejan el contratiempo, que irá en aumento, como el mal tiempo», «Hecho un lobezno de mar, el locutor venga hablar»...

 

Mucho mejor adaptados de inicio al blanco elemento, los leones endosaron un 3-0 al campeón inglés en el primer tiempo, con goles de Uribe (minutos 3 y 28) y Markaida al borde del descanso.

A la salida de vestuarios, ya con más barro que nieve, los dos principales goleadores del United, Taylor y Viollet, recortaron distancias en nueve minutos. Luego Merodio puso el 4-2 en el 71 y Artetxe el 5-2 en el 78, aunque el irlandés Whelan marcó el 5-3 en el 85, que acabaría siendo decisivo.

Espectadores en el partido de San Mamés del 16 de enero de 1957. (Captura TV)

De esos tres goleadores con la camiseta roja, dos perecerían en Munich: Tommy Taylor y Liam Whelan. Y con ellos, otros cinco jugadores que habían sido titulares en San Mamés: Byrne, Colman, Jones, Edwards y Pegg.

Matt Busby, entrenador y alma mater de aquel equipo en construcción, resultaría herido muy grave, pero salvaría la vida. Y seguiría entrenando al equipo ininterrumpidamente hasta 1969, ganando la Copa de Europa de 1968.

El otro pilar de la reconstrucción del gran United, esta vez en el césped, iba a ser Bobby Charlton. A sus 19 años empezaba a asomar en el equipo, no jugó en San Mamés, y un año después saldría herido leve del accidente de Munich, con un traumatismo en la cabeza que no fue freno a su carrera.

Dos de los tres goleadores en San Mamés perecerían doce meses después en Munich, junto a otros cinco titulares aquella gélida tarde de enero

 

La vuelta en Manchester en aquellos cuartos de final apeó al Athletic de la competición, con un rotundo 3-0, si bien los últimos minutos volvieron a ser determinantes. Marcaron Viollet, Taylor y Berry, este último ya en el minuto 85, como había hecho Whelan en la ida.

 

Al Athletic lo entrenaba Ferdinand Daucik. Aquella noche en Maine Road (Old Trafford no estaba disponible para esta competición al no tener todavía focos de iluminación) alineó a Cedrún, Orue, Garai, Canito, Mauri, Maguregi, Artetxe, Markaida, Etura, Merodio y Gainza. En primera ronda, los leones habían eliminado al campeón húngaro, el Honved de Budapest.

El Athletic jugaba la naciente competición por haber ganado la liga en 1956, algo que ya no volvería a lograr hasta 1983, por lo que aquel partido de la nieve quedaría como recuerdo casi único y sin duda fantástico de la Copa de Europa durante décadas. Athletic y United volverían a cruzarse en otra inolvidable eliminatoria europea ya en 2012, con Bielsa y Ferguson en los banquillos, pero esta ya es otra historia.