
El local de Txalaparta en la calle Mayor de Iruñea se quedó pequeño el pasado miércoles para acoger la presentación de la primera novela de Eneko Olza, titulada ‘Trabajo sucio’ y en la que, frente al relato oficial, el autor muestra «el otro punto de vista» de la Iruñea de los 90.
Tras haber recurrido habitualmente al dibujo como método de expresión de sus horizontes creativos, Olza ha decidido dar el paso y adentrarse en la escritura con una novela de trama policíaca clásica con un fuerte trasfondo político.
Así la definió el también escritor y exeditor Mikel Soto en la presentación, en la que señaló sobre el autor que «más que un escritor vasco es un vasco escritor», que ha puesto «mucho corazón» en este proyecto, además de «mucho trabajo», en el que él mismo ha participado activamente puliendo los sucesivos borradores. Un esfuerzo que también fue elogiado por Ane Eslava, editora de Txalaparta.
Olza inició su intervención presentándose como «el que ha perpetrado esta novela», que le ha llevado cinco años de trabajo, «con parones» y acometiendo una labor que «en momentos ha sido desesperante hasta dar con la palabra exacta».
El resultado ha sido la historia de Unai, el «Dina», que intenta rehacer su vida tras cumplir una condena por ser insumiso, prolongada por enfrentamientos dentro de prisión. Pero pronto se dará cuenta de que eso no va a resultar nada fácil y se verá obligado a tomar decisiones difíciles.
«Una novela muy de aquí, local»
Así arranca una trama con la que el autor ha buscado varios objetivos, como que fuera «una novela muy de aquí, local, de Pamplona, que se lea fácil», en la que estuviera presente «el contexto político, por lo que tendría que aparecer el conflicto».
Y ante el relato oficial, «que es grotesco, pero es lo que vende y va a la historia oficial», ha buscado «dar la otra versión de lo que sucedió en esa época» y que las personas que conocieron la Iruñea de los 90, digan que «eso fue así, que la gente se reconozca en las historias que se cuenta». Y las que «no lo vivieron, que puedan vivirlo de alguna manera».
Esas metas han hecho que en la trama «haya violencia, cosas salvajes, pero he procurado que fuera creíble dentro de las barbaridades que pueden salir, una historia plausible».

Recordar para recrear
Olza reconoció que «recordar para recrear es fácil, porque son historias que hemos vivido con mucha intensidad y, a poco que rascas, recuerdas. Pero también es difícil, porque se narran cosas que son muy duras, que te han marcado, y no es fácil encontrar las palabras para transmitirlas». Salvo la historia, «que es inventada», el autor de ‘Trabajo sucio’ destacó que en su novela «hay mucha verdad, son cosas que han sucedido aquí. Aquello pasó y no lo que tratan de ofrecernos».
Su primera novela también se adentra en el mundo carcelario, en la violencia que existe en él, «algo que tenemos cerca, pero que no se ve», por lo que, a través de esta historia, ha querido «sacar un poco de mierda, ponerla sobre la mesa y que la gente la vea».
Un conjunto de situaciones en las que intervienen personajes que no son «buenos-buenísimos, ni malos-malísimos. He introducido una gama de grises, con los buenos haciendo cosas cuestionables y con los malos teniendo sus matices, salvo algunos».
Esa gama de grises quiere que esté presente también en el relato, ya que consideró que «hacen falta más relatos y más variados, contar lo mismo desde mil puntos de vista diferentes, porque ellos siempre van a contar las cosas de la misma manera y esa gota hace mella, porque la gente se lo termina creyendo».
Ofrecer la otra versión, «el otro punto de vista respecto al que estamos acostumbrados», es el gran objetivo de ‘Trabajo sucio’, la novela de Eneko Olza que desgrana «una historia de alianzas frágiles y violencia, de amistad y resistencia», que muestra «cómo las circunstancias extremas pueden torcer los ideales y transformar los principios en actos de supervivencia».
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