Asier Robles
Aktualitateko erredaktorea / Redactor de actualidad

Asambleas, goitiberas y un secuestro: la lucha vecinal que llevó el autobús a Uretamendi

Igual que en la película 'El 47', los vecinos de Uretamendi y Betolaza también lucharon para que el autobús llegase hasta sus barrios. Rafa Natera, el chófer que se encargó de subir el autobús secuestrado durante una movilización popular, recuerda con NAIZ cómo vivió esos momentos.

0 seconds of 0 secondsVolume 90%
Press shift question mark to access a list of keyboard shortcuts
00:00
00:00
00:00
 

La película ‘El 47’ ha vuelto a demostrar que las grandes historias están muchas veces en los lugares más humildes, protagonizadas por las gentes a quienes los poderosos pretenden condenar al ostracismo y mantener lo más alejado posible del protagonismo social y político. Por los parias de la tierra. El director Marcel Barrena narra la lucha de las y los vecinos del barrio barcelonés de Torre Baró para lograr que el autobús urbano subiera hasta allí en 1978. Aquel mismo año, en Bilbo, los habitantes del los barrios chabolistas de Uretamendi y Betolaza también secuestraron un autobús para hacer valer sus derechos.

Imagen antigua de Uretamendi donde se pueden ver las chabolas. (BBPM)

De padres andaluces, Rafa Natera nació en Uretamendi en 1950, en plena oleada migratoria que llevó a miles de personas de las regiones más empobrecidas del Estado español a buscar un futuro mejor en las zonas industrializadas, como el área metropolitana de Bilbo de aquella época. En pocos años, las laderas de los montes que rodean el Botxo se llenaron de asentamientos de chabolas que fueron construyendo sus propios habitantes en comunidad y durante la noche para que las autoridades no las demolieran.

«Recuerdo a mi madre, que era ya viuda, subir todos los días cargada hasta casa, al igual que muchos vecinos»

Estos asentamientos fueron convirtiéndose en verdaderos barrios. Sin embargo, carecían de servicios básicos, y sus vecinos tenían que bajar hasta el centro de Bilbo para prácticamente todo. En el caso de Uretamendi, el autobús de línea solo llegaba hasta Errekalde, por lo que los vecinos tenían que subir y bajar hasta allí por una pista forestal que unía ambos barrios. Unas idas y venidas que, a pie, se hacían insoportables, especialmente para las personas mayores.

Rafa Natera, frente al autobús que cubre el trayecto Arabella-Betolaza. (Monika DEL VALLE | FOKU)

«Recuerdo a mi madre, que era ya viuda, subir todos los días cargada hasta casa, al igual que muchos vecinos. Cualquier trayecto para comprar comida, ir al médico o cualquier otra gestión te llevaba muchísimo tiempo y esfuerzo...», explica Natera en una reciente entrevista con NAIZ.

La unidad vecinal

Así que lo tenían claro, la llegada del autobús urbano era imprescindible para poder desarrollar una vida digna. «Organizados en asambleas vecinales, llevábamos tiempo pidiendo al Ayuntamiento que el autobús llegara hasta nuestro barrio. Realizamos varias movilizaciones, llegando a bajar hasta el Ayuntamiento en goitiberas y burros para llamar la atención. Pero no nos hacían ni caso, todo lo que decíamos se lo pasaban por el arco del triunfo», relata Natera.

El Consistorio bilbaino, dirigido todavía por autoridades franquistas, argumentaba que los autobuses no podían subir hasta Uretamendi porque el camino era una pista en malas condiciones y demasiada estrecha. Algo que el propio Rafa ya había demostrado que era una excusa, ya que él mismo, que trabajaba como chófer en una empresa que transportaba a los obreros de la central nuclear de Lemoiz, solía subir el autobús hasta Uretamendi por aquel camino. «Si yo lo podía subir, el resto de chóferes también», asegura.

Protesta de los vecinos de Uretamendi ante el Ayuntamiento de Bilbo en la década de 1970. (Floren CARRÓN)

Todo cambió a mediados de abril de 1978 cuando, como suele ocurrir en estos casos, una acción subversiva -de esas que alteran el orden público- marca un antes y un después y hacen entrar en vereda a las instituciones.

«Como yo era autobusero, me preguntaron a ver si yo me atrevía y, sin pensarlo demasiado, me lancé».

«En una asamblea vecinal, decididos bajar en manifestación hasta la parada de Errekalde y secuestrar un autobús urbano para subirlo hasta el barrio. Como yo era autobusero, me preguntaron a ver si yo me atrevía y, sin pensarlo demasiado, me lancé. Subí el autobús con la gente dentro y lo dejamos en una pequeña plazoleta que había aquí. Le desinflamos las ruedas y estuvo ahí dos días. Así, todo el mundo vio que el autobús podía subir hasta Uretamendi», relata Natera.

Así relataba el suceso el chófer de aquel autobús en un documental realizado por el proyecto Ikusi Zazpi hace ya una década: «Me tocó a mí. Me pararon en la calle Villabaso de Errekalde y me hicieron abandonar el vehículo amablemente».

Un ejemplo para otros barrios

El optimismo y la esperanza invadió Uretamendi, sin embargo, Natera no pudo ser partícipe de las celebraciones. TUGBSA, la empresa que gestionaba el transporte urbano en la capital vizcaina, denunció el secuestro del autobús, y la Policía comenzó una investigación poniendo a Natera en el punto de mira. Este, alertado por los vecinos, decidió poner pies en polvorosa. «Los vecinos me avisaron de que la Policía estaba esperándome en el barrio, así que estuve un tiempo durmiendo en Gernika en casa de mi hermana. Me preocupé bastante, porque estaba recién casado y acababa de comprar un piso. Tenía miedo a que me detuvieran, pero hoy en día me siento orgulloso de haberlo hecho y de haberlo conseguido», explica.

Imagen de un autobús subiendo la cuesta que lleva a Uretamendi y Betolaza. (Floren CARRÓN)

Una semana más tarde, otro vecino de Betolaza, barrio contiguo a Uretamendi, secuestró otro autobús para reivindicar el mismo derecho. «A ese vecino le pillaron y, aunque solo reconoció el secuestro del segundo autobús, jamás dijo que yo había realizado la primera acción, y le acabaron endiñando a él los dos secuestros. Le pusieron una gran multa que acabamos pagando entre todos los vecinos de Uretamendi y Betolaza», recuerda Natera.

Tras unos meses de negociaciones, y la instalación de un semáforo para facilitar el acceso, el 1 de julio se inauguró finalmente la ampliación de la línea 27, que actualmente parte desde Arabella y concluye en Uretamendi y Betolaza. Una vez más, la unidad popular y la acción fueron claves en la conquista de derechos y mejoras de vida.

En los años posteriores, otros barrios periféricos de Bilbo, como Arangoiti, Masustegi o Monte Caramelo siguieron el mismo ejemplo para hacerse escuchar y llevar el transporte urbano hasta sus casas.

Imagen actual del autobús 27 pasando por Uretamendi. (Asier ROBLES)

«En aquellos tiempos los vecinos nos uníamos mucho. Creo que cuanto menos rico seas, más te unes y ayudas más desinteresadamente», señala Natera al mismo tiempo que alerta de la cada vez mayor ruptura de los vínculos comunitarios: «Antes en el barrio nos conocíamos todo el mundo, ahora casi no conoces ni al vecino de enfrente. Este es ahora un barrio dormitorio en el que apenas hay vida social». Consciente de que «mi tiempo ha pasado», el chófer jubilado anima a los jóvenes a organizarse y luchar.