Dos perversiones del debate impuesto sobre fiscalidad
Para dominar el debate sobre la revisión fiscal se están intentando imponer dos bases perversas: Una de ellas es la supuesta necesidad de desideologizar y despolitizar las propuestas. La otra, la confusión de cuáles han de ser los objetivos de la fiscalidad, ahondando en el individualismo.

Los mismos partidos que cuando presentaron su propuesta de revisión fiscal a finales de octubre dijeron que era buenísima, ahora aseguran que la retocada para buscar el acuerdo con Podemos es mucho mejor y hasta inmejorable. A continuación tachan de «tacticistas» a quienes tienen otros planteamientos.
Les acompañan o llevan "en aupas" quienes desde sus tribunas de papel demandan pragmatismo y quieren vender que los principios, sobre todo los de la izquierda, son ejercicios de maximalismo. Quieren institucionalizar que lo «normal» es presentar una propuesta sin tener mayoría en las instituciones para poder aprobarla y esperar que quienes no piensan como tú te la rubriquen. Punto.
Digan lo que digan, intenten vender la mercancía que quieran, es difícil imaginar un debate más ideológico, más político, que el de la fiscalidad, que de hecho se llama, precisamente, «política fiscal».
El debate sobre de dónde y cómo se quieren obtener los ingresos públicos, si deben pagar más los trabajadores o los accionistas, qué hacer con los grandes patrimonios y con los enormes oligopolios, y luego para qué se quiere utilizar esos millones de euros de todos se muestra abiertamente como la esencia de política misma.
El debate sobre de dónde y cómo se quieren obtener los ingresos públicos es pura ideología. Y quieren que cada cual se fije en cuánto se puede ahorrar y no en si Osakidetza se podrá mantener
Por eso, pretender que los partidos no son asociaciones ideológicas, que intentan hacer que ganen sus posiciones políticas, solo se puede entender como un ejercicio de antipolítica totalmente contraproducente. No, no es lo mismo pactar la política fiscal con EH Bildu que con el PP, y quien pretenda otra cosa nos la quiere dar con queso para colarnos vino picado por reserva.
Como tampoco se puede olvidar, como se pretende, que la base de la política fiscal es buscar cómo recaudar lo suficiente para poder mantener la inversión social ante un futuro en el que van a crecer las necesidades comunales de sanidad, cuidados, educación, vivienda y seguridad con una población cada vez más envejecida. En este contexto, pretender que un ajuste fiscal debe basarse principalmente en deducciones, exenciones y bonificaciones personales parece engordar ese individualismo y egoísmo. Que cada cual se fije en cuánto se puede ahorrar y no en si Osakidetza se podrá mantener.
Para fomentar la emancipación juvenil habría que hacer políticas de vivienda decididas y, como para la conciliación, impulsar condiciones salariales justas y, por ejemplo, crear un SMI propio y adoptar medias legales para su cumplimiento. Ayudas que acaben al final en manos de inmobiliarias, bancos y arrendadores, son un parche, que puede servir para un momento, pero que han de acompañarse de medidas de fondo que todavía PNV y PSE han decidido no abordar.

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