Aritz Intxusta
Redactor de actualidad

Otsagabia, el pueblo de trashumantes que se ha quedado sin carnicería

José Javier Sagardoy, 'Txepi', baja la persiana de la carnicería familiar tras 50 años detrás del mostrador. De momento, no ha encontrado quien quiera seguir con el negocio. La historia de Sagardoy ha ido de la mano la deriva de la propia ganadería en Nafarroa y el valle de Zaraitzu. 

José Javier Sagardoy, el último carnicero de Otsagabiga hasta la fecha.
José Javier Sagardoy, el último carnicero de Otsagabiga hasta la fecha. (Jagoba MANTEROLA | FOKU)

«No te creas que aquí se cría tanto ganado como antes», asegura Sagardoy. Otsagabia es la localidad principal del valle de Zaraitzu, pero el fenómeno de la despoblación no le es ajeno. La localidad ha caído de los 500 habitantes en el último censo.

La ganadería, principalmente la extensiva, junto a la explotación de la madera, ha constituido uno de los principales motores de la economía. Pero el peso del ganado, poco a poco, ha ido desapareciendo. 

Cuando Sagardoy empezó a trabajar como carnicero, con 14 años, Otsagabia era el doble de grande (1.021 habitantes en el censo de 1970) y contaba con cuatro carnicerías. Después de que él bajara la persiana hace unas semanas, no queda ninguna. 

«Tengo todo limpio, preparado. Sin tocar. Por si acaso. Pero de momento, no ha llamado nadie», dice el carnicero recién jubilado.

Cierra por jubilación, aunque el negocio da para vivir en caso de encontrar quien quiera continuar con él. A uno de sus hijos «le va lo del cuchillo», pero no tanto el estar cara al público y se ha embarcado en un proyecto de comercio de productos de euskal txerria. 

Sagardoy considera que los horarios de una carnicería pueden perjudicar que llegue el relevo. «Además de las horas en las que estás abierto, en el obrador siempre hay cosas para hacer», asegura.

Sagardoy trabajó de matatxerri por las casas y conoció el cierre del matadero de la localidad cuando, por ley, se centralizaron los sacrificios de animales en Iruñea.

«El cerdo y el cordero lo matábamos aquí, en el pueblo», comenta. Luego cambió la ley y se pasó a matar a todos estos animales en Iruñea, por motivos de control sanitario. El emplazamiento del antiguo matadero de Otsagabia es hoy un hotel con gimnasio y sala de usos múltiples.

El negocio de la carnicería ha sufrido varias transformaciones en la etapa que ha vivido Sagardoy. Cuando empezó, en muchas de las casas de Otsagabia había pequeños rebaños y consumían su propio cordero.

Los valles de Zaraitzu y Erronkari se caracterizaban por sus pastores trashumantes, dado que son pueblos que tienen adquirido el derecho de congozantes de Las Bardenas, lo que les permite acceder a los pastos del sur en invierno. 

En el caso concreto de los pastores de Erronkari, su derecho a pastorear en Las Bardenas es uno de los fueros más antiguos de Nafarroa y les fue entregado hace casi 1.200 años.

Un pastor trashumante, con su rebaño en Las Bardenas. (Iñigo URIZ | FOKU)

También era habitual que criar o engordar cerdos hasta finales del siglo pasado. Las familias, según su tamaño, sacrificaban dos o tres de estos animales para consumo propio. Sagardoy, junto con su padre, hacía de matatxerri. 

«La gente entonces se hacía embutidos en casa y se vendía menos cerdo, lógicamente. Luego eso cambió y en el obrador trabajábamos más», prosigue. 

Quien empezó como carnicero fue su abuelo que, en su día, tenía el establecimiento en los bajos del edificio del ayuntamiento. Después ya abrieron en su emplazamiento actual.  

Sus últimos clientes se habían dividido. Los más mayores siguen comprando cordero. «Chilindrones cada vez se hacen menos», sostiene el carnicero. Los jóvenes se van al producto preparado, a milanesas, a hamburguesas o a las pizzas.

«Antes hablaba y tenía trato con todo el mundo. Ahora que está cerrada, es lo que echo en falta», comenta Sagardoy. 

Confiesa que lo que más pena le da es esa gente mayor que se queda sin carnicería y que no puede desplazarse con facilidad a comprar carne a otra localidad (la carnicería más cercana pasa a estar en Ezkaroz, a dos kilómetros y medio). «Los jóvenes pueden comprar ya en cualquier lado», dice. 

Su otra gran pena es ese trato con la gente. «Antes acababa hablando con todo el mundo. Ahora que la carnicería está cerrada, apenas me encuentro con nadie. Mira, eso sí que lo echo en falta». 

La compensación es que ahora tiene más tiempo para recorrer el valle. «Ahora aprovecho para pasear. Aquí hay muchos senderos bien buenos».