¿Chocolate caliente o frío? Factores clave para entender la volatilidad del precio del cacao

El precio del cacao alcanzó cotas históricas en diciembre de 2024, cuando superó los 12.500 dólares por tonelada. La tendencia se ha revertido y ahora se negocia por en torno a los 8.000 dólares. ¿Qué ha pasado? Excedentes de producción, especulación y crisis climática marcan el incierto futuro.

Pasillo de los chocolates en un supermercado parisino.
Pasillo de los chocolates en un supermercado parisino. (Riccardo MILANI | AFP)

Hace apenas un par de meses, el compañero Aritz Intxusta explicaba en NAIZ que el café nunca había costado tanto y repasaba los principales factores globales tras ese encarecimiento. Si usted es más de chocolate, sentimos comunicarle que las noticias no son mucho más dulces, como habrá podido comprobar últimamente en los lineales de los supermercados.

Comencemos por los datos, y primero por los que afectan directamente a nuestros bolsillos: el observatorio de precios que la OCU hizo público el pasado 27 de febrero, recogía que, con respecto a enero, tanto el chocolate con leche como el cacao en polvo estaban entre los alimentos que más se habían encarecido, con alzas del 14% y el 7%, respectivamente.

De lo micro a lo macro, observamos que el 18 de diciembre de 2024 el precio de los futuros de cacao tocó techo y marcó un récord al situarse por encima de los 12.500 dólares por tonelada. ¿Es mucho? ¿Poco? Bien, para hacernos una idea, basta con echar la vista atrás. El mismo día del año anterior, estaba a 4.222 dólares. En 2022, teniendo en cuenta que el 18 de diciembre era domingo, miramos la fecha del lunes 19 de diciembre: 2.502 dólares. ¿En 2021? Todavía más barato: 2.472 dólares. El aumento ha sido, por tanto, espectacular. Y escalofriante.

Desde aquel pico, la tendencia parece haberse revertido y actualmente los futuros del cacao se negocian sobre los 8.000 dólares por tonelada, la cifra más baja en cuatro meses.

El portal ‘Trading Economics’, especializado en información financiera, apunta que en este descenso influyen tanto «las mejores perspectivas climáticas en la principal región productora de África Occidental» como «las expectativas de un mayor excedente pronosticado para esta temporada».

Esta fuente recoge que los agricultores de Costa de Marfil –el mayor productor del mundo por delante de Ghana, y ambos suman el 60% de la producción mundial– han informado de lluvias por encima del promedio, combinadas con largos periodos soleados en la mayoría de regiones productoras de cacao, lo que hace esperar que «mejoren las condiciones de cultivo y fortalezcan el desarrollo del cultivo intermedio de abril a septiembre».

Excedente de suministro, descenso de la demanda

Además, la Organización Internacional del Cacao (ICCO, por sus siglas en inglés) proyecta ahora «un excedente de suministro de 142.000 toneladas para la temporada 2024/25 tras tres años consecutivos de déficits».

En este sentido, fuentes locales han confirmado la llegada a los almacenes de Ghana de unas 55.000 toneladas métricas de cacao a finales de enero, lo que acerca al segundo productor mundial a su objetivo de temporada, de acuerdo a la agencia Efe.

Por su parte, los agricultores de Costa de Marfil han enviado 1,29 millones de toneladas métricas de cacao hasta el 2 de febrero, un 22% más que el año pasado, aunque el ritmo se ha desacelerado respecto al aumento del 35% de diciembre.

Una trabajadora en una plantación de cacao en Costa de Marfil. (Eric LALMAND | AFP)

No puede decirse, sin embargo, que la incertidumbre haya terminado. La propia ICCO, en sus primeras previsiones para la presente temporada cacaotera, hechas públicas el pasado 28 de febrero, apuntaba que si bien se anticipa un aumento de casi un 7,8% en la oferta mundial con respecto al ejercicio anterior, hasta los 4.840 millones de toneladas, prevé que el todavía elevado costo de las materias primas siga reduciendo el consumo y, por tanto, la demanda. Estima una caída del 4,8%, hasta los 4.650 millones de toneladas.

Un peso pesado del sector, como el conglomerado estadounidense del mundo de la confitería Mondelez Internacional –controla, entre otras marcas, Milka, Oreo, Chips Ahoy, Fontaneda, Príncipe, Suchard o Toblerone– advierte de «una posible desaceleración mundial de la demanda de chocolate».

Este «actor clave en la industria del chocolate», como lo definió ‘Trading Economics’, atribuyó «una caída mayor de lo esperado en las ganancias anuales a los precios, sin precedentes, del cacao», en la presentación de sus cuentas anuales el pasado 4 de febrero, según recogió Efe.

Esto es relativamente normal, pues hablamos de un producto especialmente sensible al precio: si sube mucho, enseguida se deja de comprar. Así lo señaló Isidro Esnaola en un análisis publicado en este medio a principios de enero, en el que profundizó en las causas de esta estratosférica subida. Apuntaba que una mala cosecha difícilmente puede por sí sola generar y/o explicar este terremoto, y vinculaba lo ocurrido con la entrada en masa y posterior salida de fondos buitre.

El cacao es un producto especialmente sensible al precio: si sube mucho, enseguida se deja de comprar.

Históricamente, el mercado de futuros –un sistema de negociación de precios– estaba restringido a productores, distribuidores y transformadores de cada materia prima, lo que protegía a los agricultores ante eventuales caídas de precios y, a su vez, era una salvaguarda frente a movimientos especulativos.

La globalización abrió esos mercados especializados a todo tipo de operadores y por esa puerta se colaron también, como elefante en cacharrería, los fondos de cobertura con el único fin de especular.

Aquel análisis destacaba que la participación de estos actores en el mercado del cacao alcanzó su máximo allá por mayo de 2023, con el 36%, es decir, algo más de una tercera parte del volumen total, provocando continuos vaivenes en los precios y un mercado mucho más volátil.

Las fluctuaciones del mercado, que reparte los beneficios de manera de desigual entre productores, transformadores de habas, especuladores y chocolateros, dibujan un panorama muy complejo para los cacaoteros, especialmente para los más pequeños, que por lo general apenas ganan lo suficiente para vivir y que, además, tienen sobre sí otra amenaza mayúscula: la crisis climática.

Un reciente estudio de la Universidad neerlandesa de Wageningen (WUR), publicado en la revista ‘Agricultural and Forest Meteorology’, ha simulado a través de un modelo informático el impacto hasta 2060 del aumento de las temperaturas y unas precipitaciones cada vez más irregulares como consecuencia del cambio climático África Occidental y Central.

Destaca que, en Costa de Marfil, hasta el 50% de las actuales zonas de cultivo podrían desaparecer y que también Ghana experimentaría un «descenso moderado» de las áreas aptas para el cacao, mientras que en otros países como Camerún y Nigeria podrían registras aumentos de un 60% y un 40%, respectivamente.

«Enfoque conjunto»

Estos cambios, destaca el investigador Niels Anten, podrían empujar el cultivo de cacao hacia áreas previamente intactas, aumentando el riesgo de deforestación.

En esa misma línea, la investigadora ghanesa Paulina Asante subraya que «asumir el impacto del cambio climático en el cacao requiere un enfoque conjunto», ante lo que considera «fundamental ayudar a las regiones productoras actuales a adaptarse y mantener la producción en las plantaciones existentes».

«Asumir el impacto del cambio climático en el cacao requiere un enfoque conjunto», destaca la investigadora ghanesa Paulina Asante. 

Una mejor gestión del suelo y una fertilización más eficiente, junto a la agroforestería –cultivar árboles de cacao junto con otras especies– podrían ser de ayuda, pero los bajos ingresos y el acceso limitado a los recursos dificultan que muchos agricultores den pasos en esa dirección.

De hecho, en un artículo de 2023 con motivo del Día Mundial del Comercio Justo –13 de mayo–, Oxfam Intermón ponía el foco en que la falta de voluntad de las grandes empresas chocolateras para ofrecer precios que garanticen unos ingresos dignos es un revés en la lucha por una industria «más sostenible y ética».

Un paquete de cacao en polvo, con sellos de agricultura biológica y comercio justo, que garantiza ingresos dignos a los productores. (Sebastien LAPEYRERE | AFP)

«Se suma a décadas de compromisos vacías para eliminar de sus cadenas de suministro el trabajo infantil, la pobreza y la deforestación», explicaba Juanjo Martínez, responsable de Comercio Justo de la ONG, que instaba a las compañías a «deshacerse del legado colonial que se esconde tras la extracción de materias primas y la pobreza a la que relegan a las familias agricultoras, mientras obtienen beneficios estratosféricos para sus millonarios accionistas».

Esta situación está echando a muchos agricultores en brazos de la minería ilegal de oro (galamsey), una actividad muy contaminante para el suelo y los acuíferos, al explotarse sin regulación alguna.

También allí donde el viento sopla de cara existen riesgos y amenazas. Por ejemplo, en Ecuador, tercer productor mundial con unas 420.000 toneladas al año, el Gobierno no regula los precios y, por tanto, las ganancias son cada vez mayores ante la inestabilidad en África. Este boom cacaotero ha atraído también al crimen organizado, lo que a su vez genera para los productores y procesadores mayores costos para garantizar la seguridad.

¿Y qué hay de lo nuestro?

Las consecuencias no solo las pagan los agricultores. También afectan a los y las consumidoras. Puede que el cambio más notable sea el del precio al que se hacía referencia al inicio de este reportaje, pero no es el único.

El alza del precio del cacao no solo ha encarecido el cholocate, sino que ha llevado a algunas empresas a buscar alternativas para reducir su uso o buscar fórmulas más baratas, aun siendo menos saludables. (Hendrik SCHMIDT | DPA | EUROPA PRESS)

Algunas empresas, indicaba el estudio de WUR, están respondiendo al alza de los precios incorporando ingredientes alternativos, como trozos de galleta, en las tabletas para de chocolate para reducir el uso del cacao.

También hay productores que están sustituyendo la manteca de cacao –empleada en la elaboración de alimentos como el chocolate, así como en cosmética o productos para el cuidado de la piel– por otras grasas de peor calidad. Un dulce algo más amargo, también para nuestra salud.