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Había motivo para este puñetazo en la mesa

La masiva asistencia a la manifestación y la intensidad con la que la vivieron quienes acudieron a ella evidencia por una parte que había sobradas razones para convocar y, por otra, que una gran parte de la ciudadanía demanda de los partidos que sean capaces de plantar cara a un Gobierno español que desprecia a este pueblo. Que la convocatoria realizada por las dos principales fuerzas políticas de este país estuviera pendiente de la decisión de un juez de un tribunal de excepción, demuestra que era necesaria. El lehendakari, Iñigo Urkullu, tiene ahora el aval de la marea humana de ayer para exigirle a Mariano Rajoy cambios en favor del proceso de soluciones. Que no la malgaste.La confrontación democrática es esto: que no sea Madrid quien pueda determinar qué hacemos los vascos, dar la vuelta a cada prohibicion y a cada imposición


El hecho de que la celebración de la mayor manifestación de la historia de Euskal Herria en los últimos años, convocada por las dos principales fuerzas políticas del país y por la mayoría sindical, estuviera pendiente hasta poco más de una hora antes de su inicio de la decisión de un juez de un tribunal de excepción, cuya desaparición ha pedido el Parlamento de Gasteiz en reiteradas ocasiones, demuestra bien a las claras la necesidad del puñetazo en la mesa que PNV y EH Bildu dieron el viernes.

Que la posibilidad de que decenas de miles de personas puedan expresarse libremente en su país esté al albur de lo que decida un juez sobre las demandas realizadas por una asociación de víctimas que hace tiempo ha perdido el sentido de la realidad y de una Fiscalía que representa en los tribunales a un Gobierno desnortado, responde muy a las claras a quienes desde el PSOE y el PP se preguntan ¿qué derechos humanos se conculcan en Euskal Herria?, poniendo cara de pez ante la marea que se preveía en Bilbo.

Por repasar solo las últimas semanas: el Tribunal de Estrasburgo determinó que se conculcó de forma masiva el derecho de decenas de personas a no permanecer encarceladas sin motivo; hemos visto detener sin más justificación que la sed de venganza y, además, cercenar de forma arbitraria el derecho a la defensa de varios individuos; se ha conculcado el derecho de manifestación para intentar así ocultar la realidad; familiares de presos son castigados a hacer miles de kilómetros para estar unos minutos con sus allegados, que muchas veces viven encerrados no solo lejos de sus pueblos, sino en condiciones inhumanas.

¿Hace falta más? Pues recuerden que el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de la ONU estipula que «todos los pueblos tienen el derecho de libre determinación. En virtud de este derecho establecen libremente su condición política y proveen asimismo a su desarrollo económico, social y cultural».

Que el juez acabara no prohibiendo la manifestación, no cambia el análisis. Nunca debió estar en cuestión, ni esta ni la convocada por Tantaz Tanta.

Quienes aducen que la manifestación celebrada ayer es innecesaria o no responde a las demandas de la ciudadanía, en función de los resultados de las encuestas, tienen ante sí la demostración palpable del error de su análisis. Nunca, jamás, ninguna reivindicación ha congregado de verdad a tanta gente en Euskal Herria. Por lo tanto, quienes así hablan y escriben, deberían resintonizar sus receptores.

Los discursos de PP y PSE en este contexto resultan patéticos y resumen por qué son fuerzas a la baja en el escenario político vasco. Arantza Quiroga intentó ayer fijar su posición con juegos de palabras, criticando la «unión de intereses» entre «quienes más daño hicieron al País Vasco y quienes nos representan en el Gobierno vasco». El PSE, por su parte, publicó una nota denunciando «la hipocresía de Sortu» y que «el PNV, al igual que en lo peores momentos del pasado, divida a la sociedad vasca no entre los que defendemos las libertades y la democracia y los que las atacan, sino entre los `nuestros' y los `otros'».

Es evidente que no entienden lo que ocurre en este pueblo. El acierto estratégico de PNV y EH Bildu de decidir que ha llegado el momento de poner pie en pared, no obedece a intereses partidistas, sino a una necesidad más profunda del país.

No es admisible que un gobierno de extrema derecha pretenda hacer pudrir un proceso de solución de un conflicto político en función de sus intereses electorales, que tienen que poco que ver con las exigencias mayoritarias de la ciudadanía vasca. Como igualmente resulta inaceptable que un partido preocupado únicamente por su propia supervivencia, como es el PSOE, carezca de otra estrategia que la de acompañar a Mariano Rajoy, criticando a lo sumo algunos matices estilísticos. Ambos son mayoritarios en el Estado español, pero minoría aquí. Una realidad que no pueden desdeñar.

El posicionamiento del lehendakari, Iñigo Urkullu, siempre tan templado, considerando inapropiado al ministro de Interior y lamentando que el presidente lo avale, evidencia hasta qué punto ha llegado el hartazgo. Que el PNV haya optado por sumarse a la manifestación, muestra que la situación ha alcanzado el grado de excepcionalidad de la que Hasier Arraiz y Andoni Ortuzar hablaron durante la convocatoria de la marea humana que volvió a colapsar Bilbo.

Tras la manifestación de ayer, recobra importancia la cita que el lehendakari tiene solicitada al presidente del Gobierno español. A buen seguro, si a Mariano Rajoy no le ha impresionado la multitud reunida (habrá que explicarle que supera con creces el aforo del Santiago Bernabeu), sí que habrá tomado nota del movimiento estratégico realizado por el PNV, al optar por convocar a la ciudadanía en lugar de enviar a la Ertzaintza contra sus convecinos, como hubiera gustado a La Moncloa.

Urkullu acudirá al encuentro con Rajoy -si finalmente le da cita- con el aval de la imagen de Bilbo demandando soluciones y cambios en política penitenciaria. Dado que esa fotografía es muy plural, haría bien el lehendakari en llevar a Madrid una posición consensuada con quienes suman la mayoría política y también la sindical del país.

Es más que evidente que el paso conjunto dado por PNV y EH Bildu ha generado enorme ilusión en buena parte de la ciudadanía, que ha respondido de manera masiva al llamamiento. Las lágrimas de emoción que se vieron en algunos manifestantes dicen más que muchos análisis que podamos escribir.

Ahora se trata de no romper esa unión a las primeras de cambio. PNV y EH Bildu mantendrán, como no puede ni debe ser de otra forma, sus diferencias en materia económica, política y social. Chocarán en el Parlamento, en las juntas generales y en los ayuntamientos. Así ha de ser. Pero en lo referido a la defensa de los derechos humanos, la resolución del conflicto y la paz, el paso dado con la convocatoria y la respuesta obtenida en las calles de Bilbo no han de caer en saco roto.

Esta marea humana ha supuesto una enorme inyección de autoestima para cuantos participaron en ella y quienes coinciden con sus reivindicaciones, una fuerza que ahora PNV y EH Bildu pueden aprovechar para dar nuevos pasos en el camino de la resolución del conflicto en todas sus vertientes.

Y también habrán de tomar nota de ello ELA y LAB.

La confrontación democrática es esto: dar la vuelta a cada prohibición y a cada imposición, que no puedan ser ni el Gobierno ni los tribunales españoles los que determinen qué hacemos o dejamos de hacer los vascos y las vascas en nuestro propio territorio.

El éxito de la movilización de ayer ha sido tal que quienes no la veían con buenos ojos empezaron pronto a buscar pegas, como la de que no fue tan silenciosa como habían planteado los convocantes. No resulta difícil entender que tras una semana en la que se han producido ocho detenciones y la prohibición de una «manifestaitsasoa» que venía preparándose con mimo desde hace meses, muchos de los asistentes no pudieran evitar gritar reivindicaciones que, por otra parte, son muy sentidas por los asistentes y compartidas no solo por quienes hicieron el llamamiento, sino en muchos casos incluso por las instituciones vascas.

Refugiarse en que hubo gritos, en lugar de ver a semejante marejada humana gritando, es quedarse mirando al dedo que señala la luna.

La luna es que una mayoría de este país quiere que se respeten los derechos humanos, también los de los presos, que deje de haber redadas propagandísticas, que se avance en la resolución del conflicto, y mejor si es por la vía del diálogo como decía el jueves el Gobierno de Lakua, y quiere la paz.

Y la luna es también que esa mayoría quiere que los partidos que le representan sean capaces de dar un puñetazo en la mesa como el de ayer, de manera conjunta, frente a quienes lo que en realidad pretenden es hacernos desaparecer como pueblo.