Cuestión de correlación de fuerzas y, por tanto, de músculo social
No estamos ante un debate jurídico. Se trata de una cuestión de correlación de fuerzas. De lograr el músculo social suficiente dentro de tu propio país, y generar la empatía internacional necesaria, para que también el Estado vea más rentable dar paso a las mayorías democráticas que seguir como una cárcel.
Bien está que los expertos constitucionalistas vascos favorables al derecho a decidir busquen los recovecos que a su favor deja las sentencia que «en el nombre del Rey» acaba de dictar el Tribunal Constitucional; a fin de cuentas, todo será necesario en tan desigual confrontación. Pero no cabe engañarse: lo que los comisionados por PP y PSOE para la interpretación de la Constitución dicen es que quien quiera reformarla tiene que lograr la mayoría en las Cortes españolas.
No estamos aquí en un debate jurídico. Se trata de una cuestión de correlación de fuerzas. Si hay una mayoría social suficiente en defensa de la autodeterminación y la independencia, el camino podrá ser más o menos tortuoso, el Estado podrá poner obstáculos, pero esa marea resulta difícilmente contenible.
La sentencia del Tribunal Constitucional que declara que Catalunya no puede decidir libremente su futuro porque «la cláusula primera de la Declaración, que proclama el carácter de sujeto político y jurídico soberano del pueblo de Cataluña, debe ser considerada inconstitucional y nula» suscitó ayer una serie incontable de reacciones. Incluso todos los partidos vascos sintieron la irrefrenable necesidad de pronunciarse a través de cuantos portavoces encontraran un micrófono delante y, por si fuera poco, también con algún que otro comunicado oficial.
En medio de ese maremágnum declarativo, la única afirmación trascendente es la del presidente de la Generalitat, Artur Mas, como representante institucional de la mayoría soberanista catalana: «El proceso político continúa». ¿Por qué Mas sigue adelante en lugar de convocar un acto simbólico irrelevante para acabar cantando «Maite zaitut», como ocurrió en 2008 cuando el TC anuló la consulta en la CAV? ¿Acaso es un loco revolucionario? No, el president y CiU siguen adelante porque les empuja una mayoría social activada por la Assemblea Nacional Catalana que hace que en términos políticos les sea más rentable avanzar, incluso aunque crean que se dirigen hacia el abismo, que frenar y dar marcha atrás, con el peligro de ser aplastados por su propio pueblo en marcha.
Todos los comunicados leídos ayer denunciando el carácter parcial del TC y lo antidemocrático del Estado español están muy bien, pero los abertzales ya saben que ahí hay una muralla. El problema no estriba en ir a Madrid y que te digan que no, sino qué haces a la vuelta. Cómo creas las condiciones sociales dentro de tu propio país, y cómo generas las complicidades internacionales necesarias para que la próxima vez el Estado entienda que le es también más rentable a él dar paso a las mayorías democráticas que convertirse en una cárcel. Que observa que hay un pueblo dispuesto a marcharse, con todas las consecuencias, y un entorno que, si no está a su favor, al menos no se va a poner en su contra.