El Estado cierra filas por «estabilidad» tras el adiós de un rey desacreditado
El inesperado anuncio de Juan Carlos de Borbón de que abdica en su hijo Felipe provocó ayer la unanimidad del Estado en buscar una sucesión sin debate ni voto. Tanto el Gobierno español como Zarzuela, así como PP y PSOE se aferraron al término «estabilidad» para eludir discusiones. El rey español deja el trono cuatro décadas después de ser nombrado por Franco y en un contexto de crisis política que también afecta a la institución que todavía dirige.
El inesperado anuncio de la abdicación de Juan Carlos de Borbón provocó ayer un cierre de filas en el Estado español, inmerso en una profunda crisis estructural que va desde las reivindicaciones soberanistas en Catalunya y Euskal Herria hasta las dificultades económicas y la pérdida de legitimidad de la clase política. También afecta a la institución monárquica, siempre protegida por los dos grandes partidos y los medios, pero que se enfrenta a un fuerte desgaste tras escándalos como la caza de elefantes en Botswana o las idas y venidas a los juzgados de su yerno, Iñaki Urdangarín, y su hija, la infanta Cristina, sobre quienes pesan graves acusaciones de corrupción. Pese a haber afirmado hace menos de seis meses que no renunciaría, Juan Carlos de Borbón escenificó ayer su marcha. A través de un vídeo, bendijo a su segundo hijo, Felipe, como sucesor, y le otorgó el don de encarnar «la estabilidad». Este término se ha convertido en la idea-fuerza lanzada desde las élites políticas españolas. Primero lo desarrolló Mariano Rajoy, presidente del Ejecutivo. Después, el propio jefe del Estado. Finalmente, María Dolores de Cospedal y Alfredo Pérez Rubalcaba, en nombre de PP y PSOE. Todos insistieron en un llamamiento a la calma que solo sirve para reafirmar la imagen de erosión que padecen las principales instituciones españolas.
Un primer mensaje matutino, que convocaba a una declaración de Rajoy a las 10.30 horas, desató los rumores. Poco después ya se daba por hecho que el jefe del Estado, de 76 años y con una salud quebrada, iba a anunciar la abdicación. «Buenos días a todos. Su majestad el rey don Juan Carlos acaba de comunicarme su voluntad de renunciar al trono y abrir el proceso sucesorio». Rajoy no se anduvo por las ramas, pero dejó las explicaciones para el monarca español.
Líneas del discurso oficial
Sí que avanzó las líneas maestras de lo que se ha convertido en discurso oficial. En primer lugar, alabanza acrítica del Borbón, situándolo como «principal impulsor de la democracia» sin citar que fue nombrado por el dictador Francisco Franco como sucesor e incidiendo en la versión que lo presenta como opositor al 23F. En segundo, coronación de Felipe de Borbón, haciendo énfasis en su «preparación» y presentándolo como garantía de futuro. Por último, reivindicación de la «estabilidad» en un contexto de incertidumbre. «Quiero transmitirles a todos que este proceso se va a desarrollar con plena normalidad, en un contexto de estabilidad institucional y como una expresión más de la madurez de nuestra democracia», afirmó el líder del Ejecutivo.
Una cosa son las razones públicas y otra bien distinta los verdaderos motivos que han empujado al jefe del Estado a dejar la Corona. Las primeras se desgranaron en un vídeo grabado y emitido una hora más tarde de lo previsto. Para las segundas ya habrá tiempo. En la cinta, Juan Carlos de Borbón apeló a la renovación como principal argumento. «Merece pasar a la primera línea una generación más joven, con nuevas energías, decidida a emprender con determinación las transformaciones y reformas que la coyuntura actual está demandando», aseguró. En la misma línea, alabó la «preparación» de su hijo, que debería de ser coronado como Felipe VI, y le calificó como «garantía de estabilidad». Nuevamente, la palabra fetiche.
«Una democracia moderna»
El monarca también aprovechó su mensaje para presentarse como campeón de la democracia y alabó el «protagonismo ciudadano», al tiempo que se arrogaba el timón de consolidar «una democracia moderna». No todo iba a ser autocomplacencia. En su discurso también pudieron entreverse apuntes relacionados con la actual crisis política y económica. Eso sí, muy por encima y sin vincularlas directamente a su marcha. Reconoció las «serias cicatrices» provocadas por la situación financiera y los recortes, que no mencionó. Sin embargo, a la hora de hablar de responsabilidades, prefirió repartir juego hacia una referencia genérica al «balance autocrítico de nuestros errores y de nuestras limitaciones como sociedad».
Según sus propias palabras, el rey español habría tomado la decisión de abandonar en enero, cuando cumplió 76 años, y en contra de lo que había proclamado meses atrás. El primero en recibir la noticia habría sido su sucesor, según fuentes de la Jefatura del Estado citadas por las agencias españolas, que añadían que el Borbón informó a Rajoy y Rubalcaba en marzo, con varios días de diferencia.
La pregunta clave es por qué ha esperado hasta hoy para hacer pública su marcha. Especialmente, una semana después de las elecciones europeas en las que PP y PSOE sufrieron un castigo histórico al obtener menos del 50% de apoyos. La actual mayoría de Rajoy, unida a la sintonía con Rubalcaba en cuestiones estratégicas, permite pilotar una sucesión rápida, que no debería de demorarse más de seis semanas, a la espera del calendario que se establezca hoy en el Consejo de Ministros, primero; y en la Junta de Portavoces del Congreso, después. Los primeros, reunidos de forma extraordinaria por la mañana, elaborarán una Ley Orgánica de Sucesión. Una norma improvisada que en 36 años desde que se aprobó la Constitución española nadie se había planteado impulsar. Luego será el turno de la Cámara Baja, que tendrá que refrendarla con mayoría absoluta, probablemente el dia 11. Bastarían los votos del PP, pero parece que aquí también, el PSOE rema en la misma dirección que el Gobierno: alabanzas a la institución y eludir debates sobre modelo de Estado que impliquen votaciones ciudadanas. Abrir esa discusión supondría también la extensión de otras, como la reivin- dicación soberanista de Catalunya y su consulta, en la que los dos pilares del turnismo mantienen el «no» como respuesta.
PP y PSOE, de la mano
Esta posición quedó clara en las declaraciones institucionales, también sin preguntas, que siguieron en Génova y Ferraz. Primero fue María Dolores de Cospedal, ciñéndose al guión de repartir halagos entre ambos borbones y reiterar la «estabilidad» como única alternativa. Algo así como «nosotros o el caos». «Queremos destacar la absoluta normalidad en el proceso sucesorio en un contexto de estabilidad institucional garantizado por nuestra Constitución» insistió, para considerar que «tras casi 40 años de democracia, nuestro país ha demostrado ser lo suficientemente maduro como para afrontar un proceso de sucesión con serenidad y con altura de miras en nuestra Corona».
En la misma línea se expresó Rubalcaba. «Hoy se abre un tiempo nuevo en el que don Felipe de Borbón representa el respeto a la Constitución y la estabilidad institucional», dijo el secretario general del PSOE, para el que la cuenta atrás para dejar el cargo ya ha comenzado. Consciente de que alguna voz interna se sumaría a pedir un referéndum, Rubalcaba se aferró a la Constitución como sinónimo de posiciones monárquicas. También fue el único que hizo mención específica a la unidad de España, recordando el papel del rey de «garante de la integridad del Estado»
A la espera de los movimientos parlamentarios, todo apunta a que la «gran coalición» tratará de apuntar el cambio de caras para seguir en la misma senda. Quizás el miedo a un futuro Congreso menos dócil es lo que ha llevado al Estado a pisar el acelerador en el proceso.
IU, Podemos y Equo reclaman un referéndum
Poco después del anuncio de la abdicación de Juan Carlos de Borbón, IU, Podemos y Equo han reclamado la celebración de un referéndum sobre el modelo de Estado. «Corresponde un referéndum vinculante par que los pueblos de España decidan la forma del modelo de Estado entre monarquía y república», manifestó el eurodiputado electo de IU Willy Meyer, en declaraciones a Europa Press.
«No queremos una monarquía impuesta por un dictador. A por la Tercera República», escribió en Twitter su correligionaria Marina Albiol.
En su cuenta de esta red social, Podemos dio cuenta de que «el régimen se descompone a marchas forzadas. La crisis institucional avanza», registró.
Su cara más visible, Pablo Iglesias, demandó «pasos valientes» y subrayó que «lo viejo tiene que ser sustituido por lo nuevo. Los españoles son mayores de edad y tienen que poder decidir», reclamó.
En declaraciones recogidas por Europa Press el eurodiputado electo afirmó que «la gente está harta de que le tomen el pelo, ya vimos cómo partidos de la casta tuvieron su peor resultado en las europeas» y consideró imprescindible «dar la palabra a la gente» en un momento en el que «el régimen ha caducado».
Insistió, en este contexto, en que el proceso de sucesión «no puede ser un pacto de castas», antes de emplazar a PP y PSOE a apoyar la celebración de un referéndum. «Si no le estarán robando la democracia a los ciudadanos», sentenció Iglesias, quien preguntó «cuál es el problema que puede tener un demócrata con que se vote».
También Equo consideró llegado el momento de «dar la voz a la ciudadanía para que esta decida sobre el modelo de Estado», ya que la renuncia de Juan Carlos de Borbón «no debe saldarse con una simple sucesión sino por una salida democrática con la puesta en marcha de un proceso constituyente en el que se incluya un referéndum que permita elegir entre monarquía o república».
El diputado Joan Baldoví vehiculizó esta formulación con la presentación de una proposición no de ley en el regristro del Congreso. GARA