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Entrevista
MURIEL CASALS
Presidenta de Òmnium

«Un día habrá que romper, y el 9N es el momento óptimo»

Òmnium Cultural es, junto a la Assemblea Nacional Catalana (ANC), la entidad responsable de que casi dos millones de personas formasen una gigantesca V en Barcelona el pasado 11 de setiembre. Y Muriel Casals (Avinyó, 1945) es la presidenta de Òmnium. Nadie mejor que ella, por lo tanto, para tomar el pulso a una sociedad civil catalana consciente de las horas cruciales que vive como país. Rezuma confianza, entre otras cosas porque «esto ha avanzado tanto que estar en el bando de quien se arruga resulta muy poco honorable».


Esta entrevista se realizó el lunes por la tarde. Se veía venir la suspensión del Constitucional, pero no tanto el freno a los preparativos de la consulta anunciado ayer por el Govern. Cosas del directo en estos días de vértigo, en los que resulta casi un milagro disponer de un buen rato para entrevistar a una de las caras más visibles de la movilización ciudadana, protagonista del proceso catalán.

Ya tienen suspendida la consulta, ¿cómo valoran esta celeridad por parte del Estado?

Asombrosa, sobre todo cuando hablamos de un Estado que en general no se caracteriza precisamente por su eficiencia ni por su celeridad para resolver problemas. Demuestra, además, que han pasado muy deprisa por esto que explican los sicólogos sobre las diferentes fases a la hora de enfrentar un problema: la primera es negarlo, la segunda es minimizarlo, y la tercera es hacerle frente. Y lo han hecho tan deprisa que no han tenido tiempo de digerir la magnitud del problema.

El marcador de Sant Jaume sigue su cuenta atrás y hoy señala 39 días para el 9 de noviembre. ¿Habrá consulta?

Para nosotros la cuenta atrás sigue. Ya habíamos dicho que la manera de contestar a la suspensión sería acelerar el inicio de nuestra campaña. A la negación de la democracia se le contesta con más democracia.

¿Cómo valora el desempeño de instituciones y partidos catalanes hasta ahora y qué espera de ellos ante la suspensión?

Lo valoramos positivamente, porque hasta ahora ha habido una comunión muy clara entre la calle, la sociedad civil y las instancias políticas catalanas. Es lo que ha dado fuerza al proceso y es lo que ha desconcertado a las instancias políticas españolas. Y ahora, pues veremos. La promesa que tenemos es que el problema de la relación con España se debe resolver votando, y para nosotros votar quiere decir la consulta del 9 de noviembre.

¿Surgirán dudas dentro del bloque de partidos favorables a la consulta?

Parte de nuestra presión precisamente persigue mantener esta unidad; persigue hacer ver a los responsables de las fuerzas políticas que sus bases quieren la unidad. Además, en este momento esto ha avanzado tanto que estar en el bando de quien se arruga resulta muy poco honorable.

Si, además de la suspensión cautelar, antes del 9N llega una sentencia firme en contra de la consulta, ¿apostarían por mantener la cita con las urnas?

Es complicado, pero nosotros somos de los que decimos que los ciudadanos y las instituciones catalanas tenemos que obedecer, cada vez más, la ley catalana. Por eso no hablamos de desobediencia, sino de obedecer la ley catalana y prescindir de otras leyes. Lo claro es que en un momento u otro vamos a tener que romper con la legalidad española y creo que hay argumentos para pensar que el momento óptimo es el 9 de noviembre porque hay una unidad muy grande por la consulta.

Sin querer alimentar el discurso del miedo, ¿ve a la sociedad civil y a la clase política dispuestas a asumir las posibles consecuencias judiciales que podría implicar esta desobediencia?

Yo diría que sí. Mas que vernos dispuestos a asumir represalias, nos veo con una fuerza tan grande y con tanta ilusión que si hay que pasar por algunos problemas para satisfacer nuestros deseos, pues los pasaremos.

Nadie contempla planes B. Ni Mas dice qué hará si no hay consulta, ni Rajoy qué hará si se mantiene. Aunque no me lo desvele, ¿ustedes trabajan en algún plan B?

No nos toca a nosotros. A nosotros nos toca trabajar para hacer la consulta. Lo máximo que te puedo decir es que somos muy conscientes de que trabajar por la consulta y por el éxito de la consulta significa trabajar porque decidamos cómo queremos relacionarnos con España, sea cual sea la forma política empleada para ello. Por lo tanto, de una manera u otra votaremos y todo el trabajo que hacemos será para ir a las urnas a decidir qué queremos.

Preguntado por dicho plan B, Mas le dijo el otro día a la periodista Monica Terribas que el proceso es un velero que, si se le rompe el motor, desplegará las velas para seguir el rumbo. ¿Cómo lo interpreta?

Pues que ellos, los políticos, sí que tienen que tener alternativas y mecanismos de tracción hacia adelante. Que sea el viento, el motor o el remo, lo que quieran. Lo que nos toca desde la sociedad civil es una cierta dosis de confianza. Si nuestros representantes políticos, desde Unió hasta la CUP, valoran que toca hacer alguna cosa, como ciudadana debo ser suficientemente responsable y humilde como para no creer que yo sé más que ellos.

Pongamos que se mantiene la consulta. ¿Sería válida una consulta sin la participación del No a la independencia?

Sería triste. Inválida no lo sé, porque la democracia tiene eso, que el que no participa no participa y mala suerte. Pero de cara a la estética, que creo que es una parte de la ética, no sería lo mismo una campaña sin el No.

¿Echan de menos esta campaña por el No? ¿Hay alguien dispuesto a asumirla?

La hay, la hay. A mí se me ocurren varias amigas que quieren la unidad de España y quieren ir a votar. Creo que están más en las bases, sin una representación política propia. Claro, para los políticos del No es más difícil, porque decir No a la independencia es decir Sí al statu quo español, algo en estos momentos muy poco atractivo.

¿Cree que ha existido el suficiente debate entre argumentos del Sí y del No?

Yo aquí sería crítica con nuestros medios de comunicación, que están todo el día haciendo preguntas sobre qué pasa con el Tribunal Constitucional, en vez de preguntar qué pasaría si la Generalitat tuviese poderes para administrar los impuestos. Nosotros intentamos aportar a este debate, pero después los media están todo el día hablando del Constitucional. Ni somos Escocia ni España es el Reino Unido.

Si la consulta se celebrase sin marco legal español, ¿cree que sería reconocida por la comunidad internacional?

El resultado no depende tanto del marco legal español, sino de que la consulta tenga rigor, que se constituyan todas las mesas, que haya una asistencia importante, que la gente vaya a votar en libertad. Recuerda que esto no es un referéndum, es una consulta que dará una información muy rica al Govern, al Gobierno español y al mundo. Podríamos decir casi que es una macroencuesta. Por eso, si hay una participación importante y una respuesta muy clara por parte del Sí, la comunidad internacional sí que hará caso.

Sea legal o no, lo que está claro es que si finalmente hay consulta, no será vinculante. Por lo tanto, ¿cuáles serían los pasos a dar en caso de victoria del Sí?

Esto es lo que es interesante discutir. Habrá que sentarse en la mesa de negociación, con el Govern catalán explicando al Gobierno español, «mire, tengo el encargo de una mayoría grande de mis ciudadanos de comenzar los pasos para establecer una relación de vecindad. Hasta ahora formábamos parte de España, ahora queremos ser vecinos de España; discutamos cómo lo hacemos».

El actual Parlament, con el mandato de realizar la consulta, ¿tendría la legitimidad suficiente para encarar esta negociación o cree que habría que revalidar la mayoría, en esta ocasión con el mandato de la independencia?

No quiero dar opiniones políticas, pero yo creo que sí tiene legitimidad, porque las últimas elecciones al Parlament de Catalunya ya fueron un poco plebiscitarias y se dio un mandato muy claro.

Acabamos. ¿Qué pasaría en caso de impedimento físico de celebrar la consulta?

Es que no se lo pueden permitir. ¿Se imagina la fotografía?

La verdad es que me la puedo llegar a imaginar...

Es un deseo quizás poco razonado, pero a mí me cuesta. ¡Es que los expulsarían de la Unión Europea! Cuando Turquía llama a la puerta de la UE, le miran con todo detalle y le dice que no cumple con todos los requisitos de una democracia del siglo XXI. Pues si el Estado español empieza a cometer graves faltas contra la democracia, quiero creer que le darán el alto.