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Los escándalos de Esparza (II): Los señores del agua

Las vinculaciones entre el candidato Javier Esparza y Francisco Iribarren ponen en evidencia los intereses que están detrás de la construcción del Canal de Navarra y el papel que han desempeñado las instituciones.

Iribarren y Esparza, en sus tiempos de consejero y alcalde. (Jagoba MANTEROLA/ARGAZKI PRESS)

Esparza, un hombre de currículum mediocre, jamás hubiera llegado tan lejos de no haber tenido como padrino a Francisco Iribarren Fentanes. Iribarren, el verdadero patriarca de UPN en Agoitz, fue el consejero de Hacienda que comenzó a hacer la vista gorda a los impuestos de Osasuna (los impagos de IVA del club arrancan a finales de 2003).

Siendo vicepresidente, Iribarren se convirtió en el padre del primer “peaje en la sombra” de Nafarroa, el que sirvió para que echaran a andar las obras de la primera fase del Canal. Desde entonces, Iribarren no se despegó del Canal. Y Esparza, siempre que ha podido, le ha echado un cable. Primero como alcalde de Agoitz y ariete contra los opuestos a Itoitz y al Canal, y después,  como consejero de Administración Local y embajador de tan cuestionado y megalómano proyecto de regadío. 

Tras lucrarse en distintos consejos de CAN y sus participadas, el exconsejero de Hacienda se recolocó en Aguas de Barcelona (Agbar, la de la torre), dependiente de Caixabank. Su fichaje por parte de Agbar después del hundimiento de Caja Navarra generó bastante polémica, al igual que el de José Antonio Asiáin en Criteria y el de Miguel Sanz en Bodegas Sarría. Pese a que es a Asiain y a Sanz a quienes quiere investigar la Udef (según la petición elevada al juez Eloy Velasco), el fichaje de Iribarren fue más alarmante de los tres, por recordar bastante a la red «Pokémon».

Cabe recordar que la «Pokémon» es una trama mediante la cual las empresas filiales de Agbar contrataban a políticos locales a modo de conseguidores de concesiones de agua. La entrada de Iribarren a Agbar a finales de 2013 respondió a ese patrón, pero a lo grande. En ese momento, la concesión de la última fase del Canal estaba en el aire y esta ampliación constituía la mayor obra que se iba a licitar en 2014 en todo el Estado (ascendía a 154 millones de euros). Competía de una parte OHL-Agbar y de la otra, Acciona-ACS Iridium. La enemistad entre ambos holdings era máxima debido a su reciente disputa por Aguas del Ter, que tuvieron que resolver los tribunales.

El día que debía conocerse el ganador (10 de octubre de 2014), a eso de las ocho de la mañana, el consejero Esparza convocó de urgencia a la prensa. El anuncio llegó por sms. En esa convocatoria, el candidato de UPN, a sabiendas de que en unas horas se abrían los sobres de tan importante concesión, hizo una «recomendación» directa a la mesa de contratación que iba a adjudicar las obras para introducir un criterio nuevo: recabar un informe económico a los colegios pertinentes. La mesa, en el fondo, compuesta por funcionarios de quienes Esparza era jefe, acceden y retrasan la apertura. La concesión se paralizó durante semanas. Lo inusual del caso provocó incluso las quejas del senador del PP, José Ignacio Palacios. Como era de prever, la adjudicación acabó en manos de la empresa de Iribarren.

La actuación del consejero y hoy candidato fue fiscalizada posteriormente por Comptos, que aseguró que la intervención atentaba contra la “imparcialidad” de la mesa. Ya era tarde. Una vez lograda la concesión del agua, prácticamente todo fue coser y cantar. Como Esparza es el consejero de Administraciones Públicas, el último año se ha dedicado a viajar pueblo por pueblo para convencer a los regantes de las bondades del Canal y así ha estado abriendo paso (y negocio) a Iribarren. Es de destacar que no siempre lo están consiguiendo. De hecho, el referéndum de Lerín que tumbó las obras en esa parte y está obligando a replantear el trazado supone el mejor ejemplo de resistencia. Y amenaza con repestirse en otros municipios de la zona.

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