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Dos visiones de Grecia (y de Europa) en un kilómetro

Dos actos paralelor representaron dos visiones de Grecia y, por extensión, de Europa. El mitin de Tsipras revento Syntagma, mientras los partidarios del «Sí» también llenaron el estadio Olímpico.


«No nos vamos de Europa. Vamos a cambiar Europa junto a los pueblo hermanos». Pasaban las 21.00 horas y Alexis Tsipras iniciaba uno de los discursos que, probablemente, marcarán el futuro inmediato de Grecia y de Europa. Ante una Syntagma abarrotada, el primer ministro heleno echaba el resto para pedir el «No» en el referéndum del domingo. «Grecia fue, es y será donde se defienda la política en Europa, ahora contra los tecnócratas», clamaba ante una multitud entregada a la que instó a «escribir la Historia». Apenas le separaba un kilómetro de quienes defienden aceptar las condiciones de la Troika. Para evitar cualquier enfrentamiento en un país empujado hacia el abismo, decenas de policías blindaban el camino entre la mítica plaza y el Estadio Olímpico, el lugar donde concluyó la maratón de las primeras olimpiadas modernas y que también se colapsó con los partidarios del «Sí».

«No nos vamos de Europa. En todo caso serán otros los que tengan que irse», argumentaba Stefanos Vaso, un grandullón que no dejaba de agitar una bandera de Syriza en la calle Amalias, cerca del Parlamento. Él trabaja en una fábrica, por lo que es un afortunado. Su mujer, por el contrario, está en paro. «El referéndum será para decidir la permanencia de Alemania en la Unión», decía, irónica, entre una riada de manifestantes. Ambos se mostraban seguros del triunfo del «No» el domingo e insistían en lanzar un mensaje a otros pueblos europeos: «Nosotros somos los primeros, pero nos están robando a todos. Tenemos un enemigo en común».

Llegados a este punto, a dos días de la cita con las urnas, es difícil que ninguno de los bandos se salga del guión establecido. Se miran con recelo, se aferran al argumentario y pugnan por la idea de Europa. Para Vaso, quienes apuestan por el «Sí» son «representantes de la vieja política» y, sobre todo, «defensores de los intereses de los ricos, que no quieren pagar», en referencia a las medidas fiscales propuestas por Tsipras.

Choques en Syntagma

«La finalidad de Grecia es estar en Europa. Pase lo que pase, ese es el objetivo». Dimitris Dulas, trabajador de una empresa de exportación, seguía el acto proausteridad desde el fondo. No tenía miedo a la división social, pese a que las encuestas vaticinan un empate técnico de imprevisibles consecuencias. «El pueblo es uno, a pesar de las diferentes opiniones», sintetizaba. Como ya ha ocurrido en citas previas, la marcha por el «Sí» estaba caracterizada por un mar de banderas con las doce estrellas amarillas en fondo azul, mientras que Syntagma era territorio rojo. Esta es una de las razones (de clase) de la animadversión de quienes defienden el programa de las instituciones: el rechazo visceral hacia Syriza. «Tsipras llegó al Gobierno con mentiras. Por suerte, esperamos ganar, que dimita y tener pronto un nuevo Gobierno», afirmaba Dulas. Su amigo Taxiargos, por el contrario, observaba con preocupación el peligro de ruptura entre vecinos. «Tengo miedo», afirmaba, para insistir en que la solución pasa, además de por aceptar el paquete de recortes, por una quita del 30%.

Con la tensión que se respira entre ambos bloques, que no se produjesen choques es una buena noticia. Por eso no se entiende que la Policía cargase en una de las esquinas de Syntagma poco antes de empezar el acto. Hacia las 19.30 horas, un grupo de antidisturbios embistió contra una de las manifestaciones que confluían en la plaza. En pocos segundos la zona era una pequeña batalla campal. Los agentes, que lanzaron gases lacrimógenos, cargaron contra los jóvenes mientras que estos se defendían con palos y piedras. Una «provocación», según los manifestantes, que no evitó que el acto de Tsipras fuese el más multitudinario en años.