Unanimidad en el aplauso y cautela ante el espejo catalán
Unanimidad en Madrid a la hora de aplaudir a la CUP. Aunque con motivos diferentes, PP, PSOE, Podemos y Ciudadanos celebran la «coherencia» del «no» a Artur Mas y tratan de reubicarse: las previsibles elecciones en Catalunya tendrán también su efecto en el volátil escenario español.
Un suspiro de alivio, seguido de un aplauso, recorrió el domingo las sedes de los principales partidos españoles. Desde Génova hasta Ferraz, pasando por Princesa (donde se ubican las oficinas de Podemos), todos celebraron la decisión de la CUP de no facilitar la investidura de Artur Mas. A falta de que Junts Pel Sí pudiese retirar a su candidato y quebrar la cintura del unionismo, este ya está vendiendo la piel del oso del procés como si lo hubiese cazado. De repente, los mismos que censuraban a la candidatura asamblearia se convertían en defensores de su «coherencia». Mientras los portavoces en Barcelona de PP, PSOE, Podemos o Ciudadanos buscaban ganar posiciones de cara a las posibles elecciones de marzo, sus homólogos madrileños se reubicaban ante las réplicas que el terremoto catalán puede tener en la capital del Estado, que está también en fase de inestabilidad institucional.
La política en la metrópoli tiende a mirarse a sí misma como medida de todas las cosas. Cualquier movimiento que se produzca en Catalunya no se entiende como una iniciativa con entidad propia, sino como acción o reacción madrileña y sus consecuencias en el Estado. Ese contexto explica el hecho de que antes de que la CUP reuniese a sus notables, en determinados sectores progresistas españoles ya se le responsabilizaba del futuro acuerdo entre PP y PSOE. Es decir, que si había «gran coalición» sería culpa de los independentistas catalanes, empeñados en seguir su propia línea y no subyugarse a los cálculos de la metrópoli. El tan vaticinado aval a Artur Mas no llegó y eso obliga a reposicionarse: lo importante en Madrid no es que en marzo haya elecciones catalanas, sino cómo afectará esto al contexto español, ya de por sí fragmentado e inestable.
Efecto en la investidura
La previsible repetición de elecciones en el Principat es el espejo en el que todas las fuerzas españolas se miran. En Génova empieza a extenderse la idea de que una Catalunya sin hoja de ruta independentista no sirve como aliciente para que el PSOE se sume, aunque sea por omisión, a la investidura de Mariano Rajoy. Hoy analizará la situación en Génova. Mientras que el «desafío independentista» era el principal argumento para pedir el acuerdo, ahora lo es la «gobernabilidad». Es decir, que el PP señalará el bloqueo catalán y culpará al PSOE si, dentro de unos meses, se repite la jugada y los españoles están nuevamente convocados a las urnas. En esta lógica se da una paradoja. A medio plazo a Podemos no le va bien que se disipe esta idea de «gran coalición de unidad nacional», que supondría un regalo para Pablo Iglesias. Sin embargo, sí que se refuerza su «tercera vía».
Se da la paradoja de que la idea del referéndum sale fortalecida, aunque no esté en la agenda. Tendrá impacto en la negociación para formar gobierno, ya que Podemos sigue ubicándolo como «línea roja». No obstante, todos comparten un alivio: ver los problemas de un independentismo al que confrontan por vías distintas.