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Las pymes vascas entran en el debate y esgrimen sus argumentos pro-TTIP

La conversación pública en torno al TTIP está cogiendo amplitud y fuerza. A los argumentos contrarios cada día más sólidos y conocidos, se unen las voces favorables que lo ven como una oportunidad. Ayer se dieron a conocer algunos de esos argumentos labrados desde la experiencia internacional de las pymes vascas.


Donostia ha sido testigo estos días de diferentes voces y argumentos en torno al Acuerdo Trasatlántico de Comercio e Inversiones (TTIP, en sus siglas en inglés). Sindicatos como ELA y LAB y multitud de movimientos sociales agrupados en la Carta de los Derechos Sociales de Euskal Herria salieron a la calle para protestar contra un TTIP que «otorga al capital financiero y las multinacionales las garantías jurídicas necesarias para controlar en su propio beneficio la economía, los derechos y las capacidades de las personas».

Según los detractores de este acuerdo transnacional gigantesco «la democracia es sustituida por la dictadura del capital y todas las personas pasan a ser deudores de un sistema regido por rentistas y especuladores». Argumentan que «el TTIP que nos quieren imponer tiene licencia para arrasar soberanías (alimentarias, energéticas, políticas, democráticas)». Por ello, defienden que «desde Euskal Herria proclamamos que otro modelo de relaciones internacionales, solidario, justo, cooperativo y basado en la soberanía de los pueblos para decidir su futuro es imprescindible».

No obstante, el TTIP también tiene defensores con argumentos que hay que oír, estudiar y luego confrontar con datos e ideas. Grosso modo, plantean una ecuación simple, o simplista, según se mire. A saber, a más comercio libre y competitivo, más riqueza, más crecimiento, más prosperidad.

Aun siendo cierto que el comercio, entendido como reparto equitativo de productos, habilidades y creatividad entre países con cultura y ecología diferentes es algo bueno y necesario, el problema llega cuando más que en un intercambio de bienes y conocimientos se convierte en algo que elimina las salvaguardas sociales y medioambientales en la búsqueda de la maximización de los beneficios. Entonces, el comercio libre y descontrolado se convierte en un sistema de dominación de los poderosos que promueve intereses específicos de una minoría. La democracia se mercantiliza, la política pierde margen de maniobra y mayormente responde a los privilegios que demandan los inversionistas.

2016, texto final del TTIP

La Cámara de Gipuzkoa, especializada en asesorar a empresas en internacionalización y exportación, muy especialmente en los sectores de Máquina-Herramienta, Ferrocarril, Automoción, Aeronáutica y Energías Renovables, convocó ayer una jornada de debate y reflexión en torno a los supuestos beneficios y oportunidades que el TTIP traería para las pymes vascas.

Contó con la participación de Miguel Ceballos, jefe de Gabinete adjunto de la comisaria europea responsable para el Comercio, Cecilia Malmström, una persona que conoce de primera mano lo que se está cociendo en las opacas cocinas de la negociación, un «negociador» que se sienta cara a cara en la mesa con los representantes de EEUU.

Comenzó su intervención recordando en qué punto se encuentran las negociaciones. «Estamos en el último día de la decimotercera ronda de negociaciones. Obama quiere llegar al acuerdo del TTIP durante su mandato. Cerrar cuanto antes el acuerdo y luego ya se pulirán los detalles». Recordó que la UE ha sido partidaria de regular tradicionalmente el comercio en el seno de la OMC, en el marco de un sistema multilateral de reglas. Sin embargo, ahora se prioriza la relación bilateral, sea con EEUU mediante el TTIP o sea como antes se ha hecho con Canadá, Corea del Sur, Vietnam… «con prácticamente todo el mundo».

Para este alto funcionario de la Unión Europea, «el objetivo del TTIP es generar riqueza y empleo, abrir mercados para que tengan un efecto multiplicador sobre la economía y la estimulen». Para ello, consideró imprescindible «eliminar aranceles, trabas burocráticas y regulatorias y aumentar nuestras exportaciones» y apostó por reglas claras que hagan posible un marco jurídico que garantice a las empresas sus inversiones y les dé seguridad jurídica a largo plazo».

«Buy American Act»

Posteriormente tomó la palabra Julen Barrutia, director del Área de la Dirección Comercial de CAF, que habló de la experiencia de su empresa en las licitaciones públicas en EEUU sujetas a la ley americana, y muy concretamente a la «Buy American Act». Esta ley firmada por el presidente Hoover en 1933 obliga al Gobierno a optar por productos propios en sus compras. Paradojas de la vida, el adalid del liberalismo económico juega con estrictas leyes proteccionistas que obligan a comprar un 60% de componentes estadounidenses para fabricar allí, por ejemplo, trenes. Componentes que son más caros que los de aquí, además de la obligación de que el ensamblaje final se haga en su territorio.

Ello exige a la empresa implantarse en EEUU para cumplir con todos los requisitos. CAF dio ese paso hace veinte años y dispone de una planta propia en Nueva York. Fabrica trenes y tranvías que ha instalado en Houston, Sacramento, Boston o Cincinatti. «Desde la experiencia de nuestro sector –apuntó Barrutia– podemos decir que la cuestión arancelaria no es muy alta, solo de un %4, pero si desaparece más ventaja competitiva para CAF». Y añadió que «no tenemos claro que el TTIP vincule a estados y colectividades locales. En EEUU, cada estado te impone sus propias exigencias. Además, oímos que a partir de 2020 la obligación de comprar componentes estadounidenses va a aumentar hasta el 70%».

Barrutia abogó por «menos trabas administrativas, más agilización y racionalización para que nuestros trabajadores e ingenieros puedan trabajar allí con todas las facilidades».