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El comercio mundial, ese nuevo terror

Donald Trump denuncia el comercio internacional como «una violación», François Hollande amenaza con ejercer su veto al TTIP, la OMC deambula sin rumbo desde hace años... y la hostilidad de la opinión pública va creciendo: otrora promesa de un futuro más brillante, actualmente el comercio mundial provoca espanto.


Tenemos que alegrarnos por el fin de la era de los tratados de libre comercio, que hace ya mucho tiempo se han transformado en meros apretones de manos en interés de empresas e inversores (...), dejando poco espacio a los trabajadores». Estas palabras no están extraídas de un manifiesto altermundialista, sino de las páginas del “New York Times”, y han sido escritas por la pluma de Jared Bernstein, antiguo consejero económico del vicepresidente estadounidense Jo Biden.

Estos acuerdos cosechan cada vez menos respaldo entre la opinión pública, como lo refleja la movilización en Europa contra el TTIP (también denominado Tafta), ese vasto proyecto de uniformización de normas comerciales entre Europa y Estados Unidos.

Casi siete franceses sobre diez no confían en la labor de la Comisión Europea sobre este asunto, según un reciente sondeo. En Alemania, cuya economía está sostenida fundamentalmente por sus pujantes exportaciones, decenas de miles de personas salieron a las calles en abril, en Hannover, para denunciar el TTIP.

«Despiertan y se enojan»

Ni siquiera en los Estados Unidos encandila ya el comercio internacional. «Ocho años después de la crisis de 2008 y tras cuarenta años de estancamiento de los ingresos medios de los hogares estadounidenses, estos despiertan y se enojan», explica para agencia France-Presse el analista Nicholas Dungan, consejero especial del IRIS (Instituto de Investigación e Informaciones Socio-económicas del Estado francés) e investigador en el Atlantic Council estadounidense.

Y los dirigentes políticos tienen que superar esta desconfianza creciente, sobre todo ante la proximidad de las elecciones presidenciales. Así, el republicano Donald Trump ha hecho de la lucha contra el comercio uno de sus campos de batalla. «No podemos continuar permitiendo que China viole nuestro país», ha proclamado recientemente el candidato a ocupar la Casa Blanca.

Bajo la presión de su rival Bernie Sanders, también la candidata demócrata Hillary Clinton denunció estos tratados que «a menudo tienen un aspecto fantástico sobre el papel» pero cuyos resultados no están siempre «a la altura» de lo esperado. Por su parte, el presidente francés, François Hollande, ha dicho no al TTIP en «este estadio» de las negociaciones.

«Hemos entrado en un periodo en el que los acuerdos comerciales son cada vez más contestados, pero es demasiado pronto para decir si hemos llegado al fin del libre comercio, ya que aún se están negociando grandes tratados», afirma David Torn, profesor de la Universidad de Zurich y coautor de un estudio titulado “El síndrome chino”.

Este documento atribuye a las exportaciones chinas una cuarta parte de la reducción del empleo manufacturero en EEUU entre 1997 y 2007. «Esto provoca el temor a que una mayor integración comercial provoque nuevas pérdidas de empleo», explicó.

«Los estadounidenses piensan que si el Consenso de Washington (lanzado en los años 80 y que se basaba en la autorregulación de los mercados) ya no da frutos, esto significa que la idea del libre comercio ha caducado y que hace falta ensayar otra cosa», según Dungan.

«Hemos llegado a un estadio en el que se pone en causa el libre comercio que se realiza sin ninguna cortapisa, que no toma en cuenta el medio ambiente», comentó Henri Landes, profesor en la Universidad de Ciencias Políticas de París (Sciences Po). Los acuerdos anteriores, en su opinión, deberían convertirse en «reliquias» y dejar su sitio a tratados que favorezcan «la economía circular y de proximidad».

«Tenemos que cambiar el software a escala mundial», sostiene Landes. Los acuerdos comerciales «deben transitar hacia una economía mucho más basada en la proximidad, en el progreso social y en la toma en consideración del medio ambiente. Si no, en un momento dado nos veremos obligados a volver al proteccionismo».

Y no son solo masas populares encolerizadas las que empañan el mito de la aldea global surcada por innumerables rutas comerciales. La propia Organización Mundial del Comercio (OMC), que debía construir el marco de los intercambios en todo el mundo, se hunde por falta de éxito y ve cómo su influencia es erosionada por la proliferación de tratados bilaterales o regionales.