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«La tortura es lo que queda dentro»

Aunque han pasado casi 34 años, a la mente de Axun Lasa volvió ayer aquel momento en los calabozos en que pensó que moriría y «fue una liberación, un estado muy placentero». Se lo hizo revivir Miren Azkarate; 20 años después, apretó el gatillo de una pistola para acabar con el suplicio y hoy se alegra de que no tuviera balas. Entre medio, Enkarni Blanco, que se sintió durante años como un escarabajo al que le hubieran pisado el capazarón: «Noté el ‘crac’».


Ocurrió en 1982 (Lasa), 1992 (Blanco) y 2002 (Azkarate), pero todo sigue vivo dentro de ellas y fue prácticamente vomitado ayer, en un ejemplo de valentía y sinceridad que llenó de lágrimas los ojos de quienes asistían a la clausura del curso sobre la tortura. Tras tres días cargados de datos y reflexiones académicas, la mesa redonda que dio la voz a estas tres mujeres víctimas emocionó y sobrecogió al auditorio, desencadenó algunas confesiones espontáneas desde el público y motivó incluso la indisposición de uno de los participantes en las jornadas (Jorge del Cura, presidente de la Coordinadora estatal para la Prevención de la Tortura).

Ocurrió en el momento en que Miren Azkarate narraba su tormento con pelos y señales. Lasa y Blanco no pueden hacerlo todavía. De hecho, la hermana de Joxean Lasa mantuvo en silencio aquello hasta octubre de 2011, casi treinta años: «Y es que la tortura es lo que queda dentro –explicó– y me ha durado hasta que he podido ponerle palabras». Al regresar a su pueblo libre tras superar el infierno, le aconsejaron «calla y olvida», y es lo que hizo. Pero eso conlleva su peaje interno: «Creo que siempre he sido una mujer muy trabajadora para evitar conectarme conmigo, no estaba reconciliada conmigo», confesó.

También Enkarni Blanco sigue luchando hoy, 24 años después, contra esas marcas que no se ven porque están dentro: «Esta mañana lo he pasado fatal», comenzó. Tras la detención, estuvo ocho años viviendo en casa solo de día y pernoctando en otro sitio, porque se sentía incapaz de revivir el momento en que la Guardia Civil irrumpió tras destrozar con un explosivo su vivienda, la del vecino y el portal. Desde aquello, durante largo tiempo «me he llegado a sentir como un escarabajo, me ha costado mucho superarlo, es como si me hubieran pisado y roto el caparazón. Yo noté ese ‘crac’ dentro». Se emocionó cuando recordó a los especialistas a los que acudió finalmente: «Casi les debo la vida».

Miren Azkarate solo tenía 18 años cuando se la llevó la Guardia Civil. En su familia habían padecido ya la tortura, así que tuvo «suerte» de «poder contárselo todo desde el minuto uno». Y «todo» son cuatro días con un antifaz en los ojos, sin comer, desnuda y rodeada de guardias civiles que gritaban, obligada a masturbar a uno de ellos, notando unos alicates dando vueltas por sus pechos... «Todo» fue «la bolsa» una y otra vez, hasta que en un momento «me quedé en un estado en el que sí podía oír, pero no respirar ni moverme. Les escuchaba gritar ‘llamad a una ambulancia’, ‘se nos ha ido la mano’. Y yo pensaba: ‘pues me he muerto, esto es morirse’». En realidad, en los calabozos de la Guardia Civil no deseaba otra cosa, así que que cuando le pusieron una pistola en la mano, la llevó a la sien y disparó: «No tenía balas; hoy me alegro, entonces me dije ‘mierda’».

El terrible episodio hizo rememorar a Lasa que «yo también pensé que podía morir, y fue una liberación, un estado muy placentero. Me dije: no tengo hijos, mi novio ya encontrará otra mujer, mis padres ya tienen otros ocho hijos más...»

La culpa

La fuerza de los testimonios fue tal que desencadenó otros desde el público. Así, un vecino de Oiartzun narró cómo fue detenido en el franquismo, al ir a recoger propaganda. Sus compañeros pudieron huir y él resistió «sin cantar». Lo llevaron preso, pero luego lo liberaron por sorpresa... y nada más salir, allí estaba esperándole de nuevo la Guardia Civil: «Me tuvieron 28 días y esa vez no pude resistir. ‘Barkazak Tomas’, le dije al encontrarnos otra vez en la cárcel. Hace dos años murió mi amigo y yo aún me siento culpable».

Con el público aún conmovido por lo escuchado, Paco Etxeberria añadió que su investigación suma ya 900 testimonios grabados en vídeo, muy similares a estos: «Son verdad».