Texto de Carlos Garaikoetxea para el curso sobre autogobierno y retos de futuro
Carlos Garaikoetxea participó por carta en la sesión sobre el autogobierno y sus retos de futuro en los cursos de verano de EHU-UPV. Reproducimos aquí su carta íntegra. El primer lehendakari de la CAV tras la dictadura recuerda en la primera parte del texto los primeros años del nuevo ejecutivo. Tras ello, mira al futuro para rechazar tanto la opción estatutaria como la federal y apuesta por el libre ejercicio del derecho de autodeterminación.
Agradezco a la organización de estos cursos y en particular al Profesor Ludger Mees su invitación a participar en esta jornada por medio de estas líneas , al hallarme fuera del País en estas fechas. Con mi saludo a todos los presentes, mis disculpas a los restantes participantes por las obligadas limitaciones de este medio.
Aprobado el Estatuto de Autonomía en Octubre de 1979 y celebradas poco después las primeras elecciones al Parlamento Vasco, me cupo el honor de ser elegido Lehendakari el 9 de abril de 1980. Durante 1979 había presidido el Consejo General Vasco, tras haberlo hecho en 1978 mi siempre admirado Ramón Rubial. El Consejo General Vasco fue un órgano preautonómico que integraron representantes de los principales partidos vascos, (desgraciadamente rehusaron hacerlo los parlamentarios mayoritarios de la derecha navarra, pues también estaban previstos por Ley como posibles integrantes los representantes de dicho territorio). Pretendía constituirse como una especie de Gobierno Provisional, término que siempre rechacé mientras persistía en el exilio el Gobierno presidido por el Lehendakari Leizaola, con todo el valor simbólico y la dignidad que le correspondía y que sólo debería traspasar su legitimidad a otro surgido de un Estatuto homologable al de Agirre.
Las actividades del Consejo General Vasco se centraron básicamente en la discusión del futuro Estatuto y el ejercicio de algunas competencias irrelevantes políticamente (en materias como transportes interiores de la CAV, FEVE, ordenación del territorio etc.), y ejerció sus escasas funciones en habitaciones de un hotel de Bilbao y la presidencia, en su despacho gentilmente facilitado por la Diputación de Bizkaia. Careciendo de recursos, no dejó de ejercer una labor política (oficializó la ikurriña, impulsó la enseñanza del euskara, se pronunció rotundamente en favor de las vías políticas frente a las rupturistas y violentas y, personalmente, me constituyó en interlocutor con el Presidente Español Suárez en los meses de discusiones del futuro Estatuto y sus contenidos).
Cito estos antecedentes para no iniciar mi relato diciendo lisa y llanamente que el Gobierno Vasco de abril de 1980 arrancaba de cero, sin locales propios, ni funcionarios, ni, por decirlo gráficamente, máquinas de escribir... Y si mantener en buen funcionamiento una máquina tan compleja como un Gobierno es complicado, crearlo de la nada, bastante más. Máxime teniendo en cuenta que, por razones obvias, carecíamos de experiencia previa en la dictadura, con el ejercicio de una mera concejalía...
Para colmo, las aguas bajaban revueltas en la situación política del momento. En España los aparatos del Estado dictatorial permanecían visibles y activos, en especial los cuerpos policiales y la contestación de los sectores rupturistas próximos a ETA en Euskalherria se revolvían con renovada oposición a las nuevas instituciones vascas que juzgaban insuficientes. Nunca olvido el contraste entre la celebración multitudinaria y alborozada de mi juramento en Gernika en abril de 1980 y las protestas de un sector de la izquierda abertzale en los aledaños de la Casa de Juntas...
Pero por encima de este ambiente complicado y salpicado de violencia de unos y otros (ETA y los aparatos del estado y los «incontrolados»), la ilusión de construir un Gobierno sucesor de aquel mítico de José Antonio Agirre y la oportunidad de dotar a nuestro Pueblo de unos instrumentos de autogobierno para apuntalar el País tras la ruina económica, cultural, lingüística, en todos los órdenes, derivados de la dictadura, nos llenó de convicción y entusiasmo por un poder político, que aunque no colmara nuestras aspiraciones, sí serviría para ir reconstruyendo el País durante un período relevante.
Para empezar de cero, creí que lo fundamental era, como en toda empresa humana, contar con el mejor equipo. Y decidí buscar las personas más competentes para las diversas áreas de gobierno. La ilusión compartida en la época a la que antes me refería, hizo algo que hoy se me antoja más difícil de lograr: juristas que dejaron despachos boyantes, cátedras y carreras prometedoras en la vida económica... Personas, (no quiero personalizar para no incurrir en alguna omisión injusta), que impulsadas por una ilusión propia de aquellos momentos destacaban en las áreas que consideraba prioritarias en la situación del País:
-Crisis económica y social grave (áreas de Bizkaia rondaban el 30% de paro)
-Base económica elemental para poder hacer viable cualquier autogobierno: Recuperar una hacienda propia, tras el expolio fiscal que siguió al decreto de guerra que derogó los Conciertos en Bizkaia y Gipuzkoa. (Esta reivindicación que siempre puse por delante, fue a veces muy criticada, incluso recuerdo una contramanifestación convocada por Euskadiko Ezkerra un par de años atrás, en la que recibimos pedradas desde el puente del Kursal los que reivindicábamos el Concierto en manifestación. A mi lado Joseba Elosegi recibió alguna en su cabeza). Otras materias, sin duda ofrecían carga emocional política más intensa, como la salida de las fuerzas represivas del País.
-Otra prioridad, un sistema educativo propio, desde la primaria, hasta la universidad y la excelencia en la investigación.
-El euskara y la cultura. Una decisión que habríamos de adoptar, entre otras: la relativa a la unificación del euskara, materia delicadísima y controvertida con fiereza a veces en la época. ¡Pero cómo funcionar en la enseñanza, en la administración o en los medios públicos de comunicación etc. sin afrontar con decisión la materia!
-Para el euskara, además del mundo de la enseñanza, los medios de comunicación eran vitales. Y allí apareció la necesidad de medios públicos, una televisión y radio etc.
-La sustitución de unos cuerpos policiales estatales repudiados por un pasado, (y un presente a la sazón) odioso...
-Las industrias e infraestructuras necesitadas de un decidido empuje.
Todo esto y otras urgencias requerían contar con un equipo dirigente de acreditada solvencia, dedicado desde el primer día en cuerpo y alma a la labor. Como veremos, sus componentes no dudaron en vivir prácticamente en un régimen de «internado» en Lakua (sede del gobierno) tras la constitución de tales sedes en Vitoria-Gasteiz.
Las sedes
Me he estado refiriendo a algunas de las áreas, a título de ejemplo, que requerían personal muy cualificado para construir el edificio desde los cimientos. Pero podía seguir con otras muchas materias que requerían tal cualificación. En general, crear un nuevo funcionariado (que queríamos eficiente y lejos de las administraciones burocratizadas del Estado), los procedimientos y formalidades de un gobierno que debía observar el principio de legalidad en sus actuaciones etc. exigía la presencia de juristas capaces de dar pasos certeros en la nueva construcción y funcionamiento de un gobierno. Pero todavía no teníamos ni las sedes para alojarlos.
Tras muchas deliberaciones y pesquisas decidimos dos cosas complicadas: Primero, afianzar en Vitoria-Gasteiz el sentimiento y la identificación con unas instituciones vascas propias... No ignorábamos las tendencias que existían para reproducir en araba el drama de Nafarroa, ni la historia del estatuto de la República y las fuerzas opuestas a la sazón a una unión de Alava en una autonomía compartida. Fue un asunto, lógicamente controvertido. Pero creo que hoy Alava está firmemente unida en un proyecto común de País, más que entonces.
La segunda decisión consistió en alojar el gobierno en un gigantesco edificio abandonado, el «Geriátrico», que no había llegado a ponerse en funcionamiento. Creíamos que la Diputación alavesa nos lo cedía agradecida, aunque luego lo pagamos a «doblón»... Allí es donde antes decía que muchos miembros del Gobierno vivieron en «régimen de internado», con una dedicación impagable y ejemplar 24 horas al día... A mí y a mi Consejero de Presidencia y su departamento nos alojaron en Ajuria-Enea y todo ello en un tiempo récord de semanas en que hubo que reconvertir un hospital en desuso en un moderno complejo ministerial...
Logros y decepciones
Al hablar de logros, he anticipado materias de especial relevancia empezando por el Concierto. Casi cuarenta años después., constituía la aspiración de políticos tan avezados como los catalanes. Su recuperación, supuso tras una ardua negociación, (en el Gobierno Suárez, gente como Fernández Ordoñez y otros se oponían radicalmente), la lluvia benéfica de unos recursos, antes expoliados, que permitieron cambios radicales en el País: infraestructuras deterioradas, planes de apoyo a sectores industriales, ¡ah la I+D de la que hablábamos ya entonces!, y el modelo industrial preconizado...
Las competencias en materia educativa, obras públicas, urbanismo, medio ambiente, industria, agricultura y pesca, medios de comunicación, policía etc... buena parte del desarrollo estatutario se logró en el tiempo de la negociación con el Gobierno Suárez; con Calvo Sotelo comenzó la involución... pero aquellos avances se produjeron en negociaciones bilaterales, cuando la CAV era la decana de las autonomías y los ministros devolvían la visita a los consejeros vascos en cada negociación... y al Rey, que en tres ocasiones me telefoneo diciendo que necesitaba visitar Euskadi, la única comunidad me dijo con su tono coloquial, que pensarían que «no tengo co...raje para ir»; en aquel 1980 me vi en la necesidad de contestarle que no sería bien recibido («aquello no será un fiesta» le dije literalmente) si no se desbloqueaban asuntos pendientes: como el Concierto, la policía y otros...
Ésto sucedía en octubre, poco después vino Suárez a Gasteiz y desbloqueó aquellas cosas, y el Rey a continuación visitó Gernika... Así era a veces la intrahistoria de aquellas negociaciones.
Cuando llegó Calvo Sotelo estábamos tratando de hacer EITB y se oponía. Le dije que investigaríamos el espacio radio-eléctrico y la montaríamos de todas formas. Contestó que lo pararía la guardia civil. Repliqué que se encontrarían con 100.000 personas... al final se avino a razones...
Cito anécdotas para ilustrar como funcionaba aquello.
No todo resultó a satisfacción, por supuesto. Luego vinieron las leyes básicas que invadían de hecho competencias ya adquiridas. O interpretaciones restrictivas de aquello que pendía de algún concepto jurídico indeterminado en una ley como el Estatuto. Por ejemplo: para nosotros la Ertzaintza tenía que ser una policía integral sustitutoria de las Fuerzas de Seguridad del Estado y así se acordó. Fue una de las discusiones más laboriosas que hube de mantener con Suárez, que llamó a su despacho al entonces Ministro de Interior el general Ibáñez Freire. Adujeron que en el Estatuto había que salvar algunas materias de naturaleza «extracomunitaria». Al final se llegó al compromiso de citar algunas como fronteras, contrabando, pasaportes, inmigración etc. parecía razonable con referencia a sistemas federales profundos. Pero luego, con la excusa del territorio, se liaron a levantar cuarteles por doquier, y a mantener guardias civiles en las carreteras reservadas al tráfico en exclusiva a la Ertzaintza...
Merecería un capítulo aparte el intento reiterado de lograr el fin de la violencia. Fracasaron reiterados contactos y propuestas negociadoras, oportunidades perdidas que habrían ahorrado tanto sufrimiento...
Una de mis mayores frustraciones fue el alejamiento de Navarra. Hasta 1981 en Navarra el PSE apoyaba con la ikurriña en sus sedes la unidad política de Euskalherria (sur); era una agrupación del PSE y en el Parlamento foral de 1979 tras las elecciones municipales, había una mayoría de 37/34 favorable a la unión. Pero la Ley D´Ont en 1977 ya había dado una mayoría exigua a la derecha en Navarra, (la izquierda abertzale no se presentó...) hizo que la mayoría de sus electos votaran en contra de sumarse al Consejo General Vasco, pese a existir más votos, dispersos, favorables a la unión.
Posteriormente, todas mis invocaciones a una «dieta vasco-navarra» o a una fórmula cuasi-confederal (que es la que en todo caso, en mi opinión, procedería), no encontraron su oportunidad.
El futuro
Siempre he pensado que sin un reconocimiento del derecho de autodeterminación (dejo el eufemismo «derecho a decidir»), incluso a los no independentistas partidarios de un autogobierno profundo, siempre les faltaría la «última ratio» a la que recurrir ante los atropellos y decisiones unilaterales del poder central.
Hoy tras las experiencias recentralizadoras de antes y de ahora, lo considero más necesario que nunca. Temo que en el Parlamento Vasco no lleguen a un acuerdo consecuente que además de exigir el reconocimiento de la realidad nacional vasca, plantee una fórmula a la «canadiense» basada en el principio democrático (vieja tesis de EA, hoy de actualidad en Cataluña), y, si es preciso, con la ‘Ley de Claridad’ que resulte necesaria y las reformas constitucionales que precisen en Madrid.
Veo muy difícil que Euskalherria nación como proyecto no sólo «identitario», (como burlescamente definen nuestras reivindicaciones quienes tienen su «identitarismo» bien resuelto e impuesto), sino como comunidad nacional capaz de decidir su propio proyecto de sociedad justa, progresista y solidaria, sea capaz de alcanzar tal condición sin ese recurso democrático a su libre determinación. En este mundo globalizado, más que nunca. Si no, que se lo pregunten a los escoceses, que hoy invocan su plena capacidad para participar en el concierto de las naciones europeas, sin verse obligadas a su reclusión en el estado británico, aislado de la Unión Europea.
Por lo demás, una reforma del Estatuto podrá permitir la transferencia de algunas competencias pendientes desde hace 36 años. Pero difícilmente podrá destejer el entramado de leyes y normas «básicas» que han constreñido su autogobierno potencial. Y la vía federal, sin aquel derecho reconocido a las naciones históricas, temo que se limite a reproducir el modelo actual («café para todos») con otro nombre.