Rafael Benito: «El maltrato infantil en todas sus formas produce un daño orgánico potencialmente irreparable»
En el primer día del curso ‘Niños/as de acogida y de adopción. ¿Cómo les respondemos desde la escuela?’, el psiquiatra Rafael Benito ha hablado de las consecuencias neurobiológicas que desarrollan los niños y niñas tras el maltrato infantil. Los niños y niñas de acogida y de adopción experimentan problemas de vínculo afectivo, sino de maltrato.
Según Benito el maltrato infantil en todas sus formas produce un daño orgánico potencialmente irreparable, en todas sus formas porque «puede ser por acción, es decir, un daño físico, emocional o un abuso sexual, o puede ser por omisión, es decir, a causa de negligencia o abandono». Produce un daño orgánico «que puede ser cerebral o fisiológico» y es potencialmente irreparable desde «el momento en el que se produce, según el tipo de maltrato y según las cualidades resilientes heredadas o adquiridas», ha explicado Rafael Benito.
El ser humano es una especie atricial que no oye ni ve al nacer y que es incapaz de tener una deambulación autónoma. El ser humano precisa de un adulto de su misma especie para su protección. «Necesitamos aferrarnos a alguien para sobrevivir y para desarrollar adecuadamente las funciones cerebrales, es decir, desarrollar el apego con el cuidador».
La figura capaz de cuidar del niño debe conseguir una relación sana con él, lo que significa desarrollar un apego seguro que le permita sentir que tiene a alguien en quien confiar y sentirse seguro. Sin embargo, también existen las relaciones perjudiciales para el niño, lo que lleva al apego inseguro, que dan lugar a distintas conductas adoptadas por el menor, como pueden ser «la conducta evitativa, ambivalente, desorganizada o indiscriminada». Muchas personas piensan que el apego es satisfacer necesidades biológicas y emocionales. Pero en realidad se trata de un «proceso continuo de moldeamiento del funcionamiento neurobiológico y fisiológico del niño a través de la relación con la figura significativa», ha subrayado Rafael Benito.
Las situaciones de negligencia en la infancia pueden llevar a que el niño desarrolle problemas «en el sistema inmunitario, en la modulación de la sensación dolorosa, puede desarrollar el síndrome metabólico y de obesidad, una pubertad precoz y alteraciones psíquicas y físicas». Asimismo, también puede tener la posibilidad de aumentar la gravedad de trastorno límite de personalidad o el trastorno de bipolaridad.
Por su parte, el neurodesarrollo, que consiste en la formación del sistema nervioso, es decir, el cerebro, tiene un papel especial en las situaciones de maltrato. El neurodesarrollo comienza a las 6-7 semanas desde que nace el niño y se prolonga durante un largo periodo de tiempo. En la creación del sistema nervioso hay que tener en cuenta la génetica, que a diferencia de lo que se cree, «no venimos determinados desde la infancia». Esto significa que lo que vivimos durante nuestra vida tiene una gran influencia en la formación del sistema nervioso. Por ello, «el neurodesarrollo está programado genéticamente, pero está influido por el ambiente y consolidado por los cambios epigenéticos». Esos cambios epigenéticos son los aspectos y situaciones del entorno en el que se encuentra el ser humano y que influyen en los genes, es decir, «cambios estables en la expresión de ciertos genes sin que se produzca una alteración de la secuencia del ADN».
Los cambios epigenéticos en el neurodesarrollo del niño, como puede ser el maltrato o el abandono, pueden acompañarlo durante toda su vida, además de afectar a su salud física y mental. Además, el daño que se hace durante la infancia es proporcional al tiempo que lo ha sufrido. Por ello, es importante combatirlo antes de los dos años, ya que hay más posibilidades de que el niño se recupere del maltrato o abandono que ha vivido. Incluso después de los cuatro años, puede recuperar adecuadamente las capacidades físicas y psíquicas que poseía el niño antes de enfrentarse a esas situaciones difíciles.
Rafael Benito ha concluido su intervención recordando que la buena noticia en los casos de maltrato y abandono infantil es la resiliencia cerebral, es decir, «la buena evolución del niño a pesar de haber sufrido situaciones adversas». Ante las situaciones de maltrato o abandono, es importante poner en práctica el apego seguro, para que el niño sienta que tiene a alguien en quien confiar. Pero además, hay que crear un vínculo, una relación positiva y optimista con el niño, junto con una conducta prosocial. Pero lo más importante es «actuar lo antes posible y evitar que el daño cerebral y las enfermedades físicas sean permanentes».