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‘Eidurinn’: De padre coraje a vengador justiciero


Basta que se haya extendido la idea de que los actores veteranos no encuentran trabajo en la industria cinematográfica dominante para que reaccionen y se pongan las pilas, consiguiendo papeles protagónicos en películas de acción. Baltasar Kormákur es director, con lo que en teoría no tendría necesidad de forzar la máquina para seguir con su carrera paralela de actor, pero vaya si la fuerza en “Eidurinn”, donde se dirige a sí mismo exigiéndose más de lo que lo haría con cualquier otro intérprete de su edad. Nadie diría que ya ha cumplido los cincuenta, pues le vemos en la ficción montando en bicicleta, corriendo y nadando como si se preparase para participar en la Ironman o alguna otra triatlón sobrehumana. Además, llama la atención que el argumento tenga muchos puntos en común con el del thriller fronterizo recién estrenado “Blood Father”, donde Mel Gibson también hacía de padre que no duda en sacrificarse por su hija en apuros. A diferencia de la realización de Jean-François Richet, la de Kormákur maneja un guion más desarrollado dramáticamente, por aquello de que el thriller nórdico suele ofrecer un contenido más existencialista, siempre en función de lo inhóspito del clima y la ambientación invernales. De ahí que al abordar las relaciones paternofiliales y los conflictos familiares en general el tratamiento sea más realista, de acuerdo con la fuerza paisajística de la gélida fotografía en grises plomizos y oscuros a cargo de Ottar Gunadson. Llena tanto que la película prescinde de fondo musical.

En cuanto al dilema moral que plantea “Eidurinn”, apela a la transformación que sufre toda persona en un proceso violento, bajo el convencimiento de que aunque se parta de un propósito justificado se acaba perdiendo el control sobre uno mismo sin medir las consecuencias finales de esos actos. Al caso individual que nos ocupa se suma la circunstancia muy a considerar de que el protagonista es médico y, por lo tanto, se encuentra sujeto a un juramento hipocrático. Esto complica mucho las cosas, porque no puede causar daño y cuidar de la víctima a la vez. En resumidas cuentas: empieza siendo un padre coraje para terminar como un vengador justiciero según el modelo que preconizó en los 80 Charles Bronson.

Ahora las lecturas que se desprenden son más ambiguas, tal como deja entrever el cierre en falso del relato. Todo da a entender que el padre vengador se va a salir con la suya, un punto en el que entramos en la vertiente social de un mundo que sigue siendo clasista. El hecho de ser un reputado cirujano le permite una cobertura que su rival nunca podría tener, al ser un pequeño traficante de droga expuesto a los riesgos inherentes a su actividad delictiva. Cierto que este “camello” es en gran parte culpable de la adicción de la hija del galeno, pero no es menos probable que la mejor solución pasaría por la rehabilitación, para que así la chica lograra desengancharse tanto de la dependencia de las drogas como de la sentimental que le une a esa mala compañía o mala influencia. Convendría rebajar la tensión en todas direcciones.