INFO
Entrevista
Elena Ambrosi
Miembro del equipo negociador del Gobierno colombiano

«Sin justificarlas, he aprendido mucho a conocer y comprender a las FARC»

Elena Ambrosi, abogada de la Universidad de los Andes, ha sido a la sombra una pieza fundamental en el engranaje del Acuerdo Final firmado entre las FARC-EP y el Ejecutivo colombiano como parte del equipo de paz del Gobierno.

Elena Ambrosi. (Omar NIETO REMOLINA/ALTO COMISIONADO PARA LA PAZ)

Por sus manos han pasado los acuerdos, borradores, y demás trámites que ha requerido este proceso de diálogo, desde su etapa exploratoria, a la que se sumó tras recibir una llamada del Alto Comisionado para la Paz y negociador plenipotenciario, Sergio Jaramillo. Ha formado también parte de la subcomisión de género. En respuesta al cuestionario remitido por GARA, afirma que estos más de cuatro años de contacto directo con los delegados de la guerrilla le han ayudado a «entender y comprender las preocupaciones de las FARC, aunque sin justificarlos». Incide en que «el diálogo era la mejor opción para acabar con esta guerra». «Todos sabemos qué es vivir en un país en guerra, sin embargo, ninguno de nosotros sabe qué es vivir en un país en paz», enfatiza. Sobre el plebiscito que se está celebrando hoy en el Colombia, anima a los colombianos a no dejarse paralizar por el miedo ante un escenario desconocido que está a punto de abrirse.

¿Qué pensó cuando le plantearon ser parte del equipo negociador? ¿Cuáles fueron sus temores y expectativas en esos momentos?
Realmente, no recuerdo bien cuándo fue la primera vez que Sergio me llamó para proponerme que lo acompañara durante la fase exploratoria, ayudándole a construir una agenda con las FARC. Yo, en ese momento, era directora de Derechos Humanos del Ministerio de Defensa. Llevaba doce años en este Ministerio y sentía que había cerrado un ciclo. Esa llamada fue, realmente, como una luz, una oportunidad. ¿Qué temores tuve? Muchos, porque yo tenía una carrera en el Ministerio de Defensa y dejarla implicaba dejarlo todo por una oportunidad incierta. Históricamente, la construcción con las FARC de una agenda para la terminación del conflicto no había sido posible. Nos habíamos dedicado en procesos anteriores a discutir de lo humano y lo divino. Y nunca estuvimos cerca, realmente, de poder terminar esta guerra. La propuesta de Sergio era otra, trabajemos para terminar de verdad el conflicto. Las dudas, todas. Pasaron seis meses y, finalmente, cuando logramos llegar al Acuerdo General de La Habana, ese día me convencí, por primera vez, de que había una posibilidad cierta y real de poner fin al conflicto.

Como colombiana, ¿qué le han aportado estos cuatro años de contacto directo con las FARC en La Habana?
He aprendido mucho a conocerlos, a entenderlos; no a justificarlos pero sí a entenderlos, a leerlos y a comprender sus preocupaciones. Es todo este aprendizaje el que me ha permitido aportar en el el proceso de construcción de acuerdos que no es otra cosa que la búsqueda de puntos comunes entre visiones tan distintas de lo que debe ser Colombia.

¿Cómo se sobrelleva la tensión de un proceso de diálogo tan complejo? En alguna entrevista, usted comentó que el yoga es su refugio…
Yo creo que el yoga ayuda, la homeopatía ayuda, la familia ayuda, el ejercicio en general ayuda. Honestamente, no sé qué tan bien lo hice. Pensando atrás sobre estos cuatro años y medio, difícilmente, puedo recordar días enteros sin que yo no sintiera, al menos por un instante, angustia, tensión, presión. Yo creo que este trabajo ha sido la mejor oportunidad que yo he tenido en la vida y lo agradezco de corazón, pero también creo que fue una carga enorme, difícil de llevar.

El Acuerdo Final es pionero al incluir un enfoque de género y diferencial. ¿Qué aporta?
La construcción de la paz sin equidad y con discriminación no es posible. La revisión del enfoque de género aporta en diferentes sentidos, por una parte, en la medida en que reconoce la victimización que han sufrido las mujeres a lo largo de estos 50 años de conflicto, pero además porque reconoce que la persistencia de la guerra ha agravado la situación ya precaria en la que vivían muchas mujeres, especialmente, en las áreas rurales. Es a partir de ese reconocimiento que el acuerdo adopta una serie de medidas de discriminación positiva que, a mi juicio, contribuyen a superar la discriminación, la inequidad, y eso para el Gobierno no solo es una obligación legal sino que era un imperativo ético y moral. El acuerdo, reconociendo el papel que han tenido las mujeres en la construcción de la paz a lo largo de la historia de Colombia, busca fortalecer a esas organizaciones de mujeres en los territorios para que continúen siendo una pieza clave en la construcción de la paz una vez terminado el conflicto con las FARC.

¿Es más fácil el diálogo entre mujeres?
No me atrevería a decir que sí o que no. Yo creo que las mujeres somos duras, recias, firmes, convencidas, pero creo que también somos conciliadoras, facilitamos el diálogo. Lo único que yo creo cierto de mi experiencia en este proceso es que la participación de las mujeres es esencial en una mesa de conversaciones.

En la presentación del acuerdo sobre la salida de menores de los campamentos guerrilleros, el jefe negociador del Gobierno, Humberto de la Calle, dijo que usted había sido el «alma» de este acuerdo. ¿Cómo se tejió un acuerdo sobre un tema tan sensible y qué supone en términos de reincorporación a la vida social?
Fue un proceso largo, difícil en el que teníamos bastantes diferencias por diversas razones que no es el caso explicar. Tanto las FARC como el Gobierno éramos conscientes de que debíamos abordarlo, que es un tema muy sensible para la población colombiana y que era necesario adoptar medidas urgentes que mostraran una buena voluntad de las FARC respecto a la desvinculación de estos niños. Así fue como alcanzamos ese acuerdo para ir desvinculando progresivamente a los menores de 15 y 18 años. Este acuerdo ya empezó a implementarse.  ¿Qué supone en términos de reincorporación a la vida social y de reparación? Hay algunos elementos que aún tenemos que construir en base a un documento muy completo que nos entregó la mesa técnica que conformamos para abordar esta cuestión. Esperamos poder concluirlo pronto. En todo caso, tanto el Gobierno como las FARC partimos de la base de que todos los menores vinculados o que salgan de los campamentos de las FARC son víctimas del conflicto y que, como tal, deben de tener acceso a la verdad, justicia, reparación y, naturalmente, garantías de no repetición. Y parte de eso es apoyar a estos menores en todo el proceso de restablecimiento de sus derechos, lo que implica que no solo tengan acceso a los derechos fundamentales como cualquier otro niño, sino también que se deben promover y adoptar medidas particulares para que estos niños puedan reconstruir su proyecto de vida.

¿Qué mensaje le gustaría trasladar a las madres colombianas sobre la importancia de este Acuerdo Final y de una paz dialogada?
Después esta larga guerra, es una verdad de acuño que no logramos vencer a las FARC; las debilitamos militarmente, sí y mucho, pero no las vencimos y el diálogo era la mejor opción para terminar con esta guerra que tantas víctimas y dolor nos ha causado a nosotras, a Colombia entera. Yo veo el Acuerdo Final como una oportunidad para que nosotras podamos contribuir desde nuestro hogar, nuestro trabajo a la construcción de un mejor país para nuestros hijos y para todos los colombianos.

¿Qué les diría a quienes aún se sienten indecisos sobre el sentido de su voto?
Todos sabemos qué es vivir en un país en guerra, sin embargo, ninguno de nosotros sabe qué es vivir en un país en paz. Yo sé que hay miedos, incertidumbres, pero no podemos dejar que el miedo nos condene a seguir igual.