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Entrevista
ENEKO IURRAMENDI Y JON URRUSOLO
IREKI

«Es una interpelación personal para ir dando pasos, pasos sencillos»

Han empezado por los tajos, pero con la ambición de extender la iniciativa como una mancha de aceite, por lo que invitan a quien quiera implicarse a contactar con ellos a través del correo ireki@ireki.eus.


La campaña de recogida de firmas se lanzó en octubre, ¿satisfechos con el resultado hasta ahora?

No podemos cuantificar a día de hoy la adhesión, pero sí hemos constatado que en los centros de trabajo donde se ha planteado con ilusión y ganas, no ha faltado la disponibilidad a firmar. La cuestión es llegar a todos los tajos. Ireki es una iniciativa que surge en el mundo laboral y teníamos muy claro que debíamos empezar la recogida de firmas allí donde se concentra la fuerza de trabajo; lo fácil hubiera sido empezar en la calle, pero hubiera desvirtuado la esencia de la iniciativa.

Se planteó convertirla en la mayor realizada nunca en Euskal Herria e incluso se dio el número de 150.000, ¿no resulta muy ambicioso para una cuestión con trasfondo político y que por tanto polariza a la gente?

Ambiciosa es, sin duda. La mayor recogida de firmas en el mundo laboral se dio en 2010, con 130.000 firmas de mano de la mayoría sindical en pos del decálogo de medidas urgentes para superar la crisis. Pero la excepcionalidad de la situación actual, cinco largos años después de la decisión de ETA, nos obligó a plantear un reto excepcional: no podía ser una manifestación más, una recogida de firmas simbólica, un manifiesto que se lo llevara el viento... No. Será un paquete que recogerá la indignación firmada de 150.000 trabajadores vascos, y que se depositará en manos de los agentes sociales de este ámbito para que las gestionen allí donde crean necesario.

En un mundo como el laboral con tantos problemas propios, ¿cuesta asumir que el de los presos es también asunto o preocupación suya?

Es cierto que vivimos un contexto laboral muy duro: EREs, altas tasas de desempleo, flexibilidades que ahondan en la precariedad, recortes en derechos laborales, sueldos que insultan mes a mes a la dignidad... y estamos obligados a defendernos y organizarnos prioritariamente en este frente. Pero no somos meros eslabones en una cadena de producción, sino gente arraigada en un país, solidaria ante otras injusticias y orgullosa de nuestra capacidad histórica de incidencia y transformación social. El trasfondo político no supone una tara; los trabajadores y trabajadoras vascas saben distinguir y posicionarse ante una causa justa, independientemente del espectro político en que se sitúen.

Pero la filiación sindical pesa... ¿Condiciona esto la iniciativa? ¿Se puede pensar, por ejemplo, que esto interpela sobre todo a la gente de LAB, algo menos a la de ELA, y muy poco a la de UGT o CCOO?

No debería. De hecho, Ireki no ha pedido posicionarse a ningún sindicato; es más, ni siquiera a los comités de empresa, ni a los delegados sindicales como tal. Entre los 30 trabajadores que presentaron la iniciativa en octubre en Donostia había gente sin afiliación y gente afiliada a cuatro sindicatos diferentes que sepamos, pero nunca hemos dado publicidad a este asunto. Nos hemos reunido con todos aquellos sindicatos de Euskal Herria que hayan querido reunirse con nosotros y ni les hemos pedido un posicionamiento, ni hemos dado publicidad a estos encuentros. Es tan básico lo que reivindicamos que estamos convencidos de que a nivel personal cualquier trabajador de este país puede firmar, independientemente de su filiación sindical. Ireki interpela a cada una de nosotras, que pensemos sobre lo que hemos hecho o no hecho durante estos cinco últimos años, sin echar balones fuera, y que empecemos a dar pasos, pasos sencillos.

Se llegue o no a esas 150.000 firmas, ¿qué les gustaría lograr al final?

Además de conseguir las 150.000 firmas, que cada trabajadora y trabajador fuera consciente que es posible poner camino a casa a las personas presas, exiliadas y deportadas, que todas podemos aportar para que eso se dé cuanto antes, que tenemos la llave para abrir el candado de la imposición y sinrazón de los estados.