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Macron ejerce de ventrílocuo y Hamon porta la pesada losa de Sísifo

Emmanuel Macron y Benoît Hamon apenas se han cruzado en esta campaña electoral. En la recta final hacia la primera vuelta, el exbanquero al que agasajan los sondeos, ejerce de ventrílocuo, captando voluntades y apoyos a izquierda y derecha. Hamon, cual Sísifo, arrastra una pesada losa repleta de traiciones y falta de expectativas.


El último sondeo expedido por un instituto francés antes de la primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas, que se celebrará el domingo, ha vuelto a encumbrar a Emmanuel Macron. El candidato de En Marcha se situaría a la cabeza de esa primera cita con las urnas, por delante de la aspirante del Frente Nacional, Marine Le Pen.

Bien es cierto que esa última reseña demoscópica hexagonal vuelve a colocar en un pañuelo a cuatro candidatos, ya que tras los dos citados asoman con relativa pujanza un François Fillon que logra sacar pecho en la recta final de una campana infernal y un Jean-Luc Mélenchon que saca partido del derrumbe del rival del Partido Socialista (PS), Benoît Hamon.

Tras el grave tropezón de Fillon, si ésta fuera una campaña al uso, ese Benoît Hamon que arrancó con ímpetu tras las primarias socialistas de enero pasado habría encontrado en el duelo con el aspirante que eludió pasar por la democracia interna partidaria, Emmanuel Macron, un importante filón.

Con un programa de fuerte resonancia social, que integra una idea-faro poderosa –renta universal– y una imagen de renovación que puede resultar interesante a las nuevas generaciones, Hamon disponía de algunas cartas para jugar una partida que, en todo caso, se presentaba desde el principio muy compleja para el PS. El quinquenio de François Hollande además de elevar la llamada fractura social, ha echado sal sobre la herida abierta en el seno del partido. Hasta el punto de sellar un divorcio, quizás irreversible, entre sus dos almas

De hecho, al poco de su proclamación, el candidato Hamon debió afrontar la que ha sido una labor de zapa imparable de la parte de algunos de sus contrincantes en las primarias, con mención especial para un Manuel Valls que no ha tenido escrúpulos en tragarse la palabra dada para escupir sobre el rostro del aspirante elegido por la base socialista.

Procesión de los traidores

Uno a uno han ido cayendo, cual sentencia de muerte para la candidatura de Hamon, los nombres de los antiguos compañeros que, sin aguardar a la primera vuelta, se han pasado al campo del exbanquero Emmanuel Macron. Lo han hecho con argumentos que hoy caen por su propio peso. Aludiendo a la obligación moral de parar al Frente Nacional y apuntando como única solución a un voto útil que, si atendemos a los pronósticos que emiten los últimos sondeos, no tiene porqué encarnar en exclusiva el líder liberal.

En las últimas semanas se ha perfilado, efectivamente, una liza a cuatro, con apenas dos o tres puntos de diferencia entre los aspirantes a superar la criba. En ese cuarteto de cabeza figura el tribuno de la Francia Insumisa, Mélenchon.

La pregunta hoy es si una convergencia –filosóficamente muy difícil, es cierto– del voto de las izquierdas, si no con una candidatura propia al menos con un amago de entendimiento futuro, habría podido revertir la fatalidad de una segunda vuelta sin una papeleta de progreso.

Hamon y Mélenchon han respetado un período de no agresión, pero a la postre se han mirado el uno al otro como rivales, como lo demuestra el despliegue de dardos al que se prestó Hamon en su mitin de Toulouse, antes de su traca final en la parisina Place de la République.

En esta campaña dura y dolorosa para Hamon, la ciudad rosa ha ejercido más que nunca de lugar de refugio para el candidato. Toulouse es un talismán para los mandatarios socialistas y, de hecho, dispensó un saludo caluroso a su candidato, pese a que este vive las horas más bajas.

Antes de su retorno a París, Hamon ha visitado los barrios populares de distintas ciudades, ofreciendo un tono cercano y un espíritu jovial –entrevista-kebab incluida–. Lo ha hecho sin concitar demasiada atención por parte de los medios, que han hecho el descarte antes de que las urnas decidan. Cosas de la democracia figurativa.

En sus mítines de cierre, Hamon se centrará, como en toda la campaña, en hablar al votante socialista, aunque con alusiones a la fidelidad, al apego al ideario y al acervo histórico del PS que suenan a defensa desesperada frente al raudal de deserciones. Hamon no ha sido capaz de trascender más allá, por lo que no ha podido llegar al estadio del debate de ideas con un Macron que, con un discurso mucho menos coherente que el suyo y con un programa similar a una colcha de petachos, ha sido capaz de extender sus postulados hacia la diestra y sobre todo hacia la siniestra.

Por si esto fuera poco, el candidato improbable ha chocado de bruces con su currículo de ministro díscolo, y el entorno del todavía presidente le ha pasado factura.

Hollande solo ha abierto la boca en campaña para dar dos mensajes. En el primero, afeó la conducta al Fillon de los escándalos; en el segundo, advirtió contra el riesgo de los extremos, metiendo en el mismo saco a Le Pen y Mélenchon.

Hollande, macronista

Salvo sorpresa mayúscula, el calendario llegará al día 23 sin que Hamon reciba un respaldo expreso –siquiera de bajo calibre, como el ofrecido por Nicolas Sarkozy a François Fillon– por parte del todavía inquilino del Elíseo, que de facto se ha convertido en el mentor en la sombra del oponente Macron.

La de Hollande no es, sin embargo, una buena compañía para el aspirante de En Marcha. En sus últimas intervenciones, Macron no ha dudado en criticar con fuerza el balance socialista, mientras tomaba prestadas ideas nada menos que a Sarkozy, espolvoreando eso sí un cierto tono social para hacer más llevadera la amarga receta.

Macron celebraba su gran misa previa a la primera vuelta en Bercy (París), confirmándose así como el candidato urbano y de cuello blanco que es.

Más allá a sus apelaciones nostálgicas a paisajes campestres de la infancia, Macron se entronaba en ese gran mitin final como símbolo de una generación que pide su oportunidad para «transformar a Francia» y depositaba, de paso, en la mochila de sus diez adversarios el peso del pasado.

«Au même temps (al mismo tiempo)». Esa es la expresión que retrata al candidato favorito para ocupar al Elíseo. La que repitió hasta la saciedad en Bercy y la que a partir de allí se convirtió en viral.

Y un Macron sin grandes ideas, pero desprovisto a estas alturas de complejos, ha convertido esa frase en su santo y seña para el cierre de campaña.

El candidato en marcha, no se sabe muy bien hacia qué proyecto de país, reitera a cada paso que él quiere coger lo mejor de la derecha y de la izquierda. Y pone como ejemplo a De Gaulle.

Al mismo tiempo, se erige en candidato «del trabajo y de la nómina», apropiándose de los valores clásicos de la izquierda. Pero acude ávido a los mercados, para tratar de colocar la mercancía averiada de aquel «trabajar más, para ganar más» que dio el triunfo a Nicolas Sarkozy en 2007. Todo, evidentemente, sin que medien contradicciones.

Macron no cuenta con hacer mítines multitudinarios de aquí al domingo, no tiene el verbo de Mélenchon, y es consciente de los riesgos que asume en ese formato.

Se va a centrar, más bien, en propagar su imagen de brillo sin excesos, tratando de convencer a los indecisos, buscando ideas que den algo más de poso a un programa ciertamente vacuo, dando certezas que aquilaten su caudal de voto, que las encuestas retratan efectivamente como muy amplio, pero también como poco convencido.

El exministro que se alejó a tiempo de la corte de Hollande se consagrará a los ejercicios de ventriloquia política, ofreciendo manos a un lado y a otro, tomando prestados lemas de los unos y de sus contrarios, sumando apoyos de distintos bancos. Macron a tiempo completo.

Hamon, el exministro que dio un portazo al ideario Valls, pero se quedó en el partido, tratará, cual Sísifo, de portar la piedra que amenaza con aplastarle en su caída, arrastrando al PS a la insignificancia política.

 

Un liberal que también echará la red en las aguas vascas del PS

Es muy posible que los resultados que puedan obtener tanto Emmanuel Macron como Benoît Hamon (PS) en Ipar Euskal Herria vayan por una senda similar a la que predicen los sondeos estatales aunque la presencia de ambos candidatos durante la campaña ha sido algo diferente.

Para empezar, Hamon realizó una visita antes de las primarias de su partido con el apoyo claro de la diputada Sylviane Alaux y del consejero regional Mathieu Bergé, entre otros. Después de que ganara con una 60% a Manuel Valls, no ha habido, por lo menos públicamente, posiciones díscolas entre los electos socialistas más significativos.

En cambio, según han manifestado desde los comités de apoyo a Macron, «a nivel de base y de militancia sí estamos atrayendo a simpatizantes y votantes habituales del PS». El que fuera ministro de Hollande no ha tenido un discurso específico respecto a cuestiones concernientes a Ipar Euskal Herria aunque cuenta con nueve comités locales, principalmente en la costa, y reunido a unos 1.300 simpatizantes en los cincuenta actos que han realizado desde noviembre, según declara Nathalie Niel, la portavoz de En Marche.

Entre las personalidades locales que se han incorporado al movimiento destaca François Amigorena, electo ex-MoDem de Biarritz, que se ha volcado en la campaña pro-Macron. Aunque con una presencia más discreta, el presidente del Consejo de Pau, Jean-Jacques Lasserre y el alcalde de Biarritz, Michel Veunac, también han mostrado también su apoyo a Macron en sintonía con la decisión del líder del MoDem, François Bayrou.

Más sorprendente resulta el apoyo de Christian Millet-Barbé, teniente alcalde de derecha de Baiona que, asegura Niel, apuesta también por el candidato liberal.

La incógnita de cuánto pesará Macron en el electorado vasco se aclarará el domingo. Más difícil será ver de qué aguas ha bebido dada la diversidad de la procedencia del voto que se le presupone.Arantxa MANTEROLA