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Trump se topa con la historia

Con su decisión de lavarse las manos para que el Pentágono pueda aumentar la presencia de tropas ocupantes en Afganistán, el presidente estadounidense trata de nadar ante las presiones republicanas y de guardar la ropa aislacionista en un escenario histórico, el afgano, en el que –y si no que se lo digan a británicos en el siglo XIX y a soviéticos en sus estertores del siglo XX– es más fácil entrar que salir.


Con su decisión de lavarse las manos para que el Pentágono pueda aumentar la presencia de tropas ocupantes en Afganistán, el presidente estadounidense trata de nadar ante las presiones republicanas y de guardar la ropa aislacionista en un escenario histórico, el afgano, en el que –y si no que se lo digan a británicos en el siglo XIX y a soviéticos en sus estertores del siglo XX– es más fácil entrar que salir.

La Administración Trump va a dar marcha atrás a los decididos pero inconclusos planes de retirada militar con los que su antecesor, Barack Obama, redujo de 100.000 a 8.000 los marines presentes en Afganistán.

El avance talibán–controla la mitad del del país– está poniendo nerviosos a los generales estadounidenses. A ello se suman los rumores de que la red Haqani (talibán de origen paquistaní) ha desertado jurando obediencia al ISIS, y perpetrando en mayo en Kabul el atentado más sangriento desde que EEUU lanzó la guerra post11-S en 2001.

Afganistán marcó en 1845 los límites al imperio británico y aceleró en los ochenta la desintegración de la URSS. En 2017, Trump se topa de bruces con la historia. Y las preguntas son las mismas. ¿Qué hacer con –o en– Afganistán? ¿Toca retirada a la británico-soviética? ¿Y la población afgana?