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Auge y caída del emperador kalimotxo en fiestas de Iruñea

Durante décadas, el kalimotxo ha sido el néctar totémico de las fiestas de Iruñea. Su precio asequible y la simpleza salomónica de la mezcla (mitad y mitad), le hicieron reinar sobre todas las demás bebidas. Ahora, los nuevos formatos de vaso y las modas están haciendo retroceder a este clásico, que cede la hegemonía a la cerveza y otras marranadas.


Si un combinado se relaciona con los sanfermines, ese es el kalimotxo. Pero sus momentos de gloria están pasando y cada vez es más difícil ver esos atroces tiradores dobles de vino (o sucedáneo) y cola que permitían servir kalimotxos con la celeridad de las cañas en cualquier barra. La cerveza ha ido comiéndole el terreno y cada vez son más los kalimotxeros que ponen los cuernos al vino y la cola con la cerveza y el gintonic.

El kalimotxo gozaba de una simbiosis especial con el formato de vaso clásico iruindarra: el katxi. En su versión más fina, cuando se usaba vidrio, esta bebida solía servirse en vaso de tubo –también conocido como palmero–, un recipiente cuya muda desaparición ha ido pareja con el declive de este brebaje, por lo que ha pasado casi inadvertida. Si bien es cierto que ver un kalimotxo en vidrio y no en plástico en sanfermines ha sido siempre una rareza.

Ahora llega un nuevo formato que aspira a arrinconar al vaso de plástico y que deja tocado a este combinado en horas bajas. Y es que la extensión del vaso reciclable en el gran reducto kalimotxero de Iruñea, las txoznas, amenaza con asestarle un golpe letal a este emblema sanferminero. Antes, con un refresco de cola salían dos copas si el camarero era lo suficientemente generoso con el tinto peleón. Ahora, hay dudas: ¿hasta donde hay que llenar de kalimotxo un vaso reciclable? ¿hay que gastar una cola con cada uno? Todas estas cuestiones irresueltas lo único que han hecho es disparar el precio y alejarlo del bolsillo de sus forofos, que lo demandan a precio de birra o por poquito más. De hecho, los actuales vasos de Herri Sanferminak ya parecen predecir un final para este combinado que tantas veces ha arruinado la estampa blanca impoluta con las que salen de casa mozas y mozos. Si uno se fija bien, el recipiente reciclable tiene dos marcas para indicar cuánto hay que llenar el vaso: una para la caña y otra, para el zurito. Del kalimotxo, ni mu.

Un kalimotxo en todo el día

Ayer a media tarde, Jon, camarero en el Bearan, un bar con meneo de la calle San Nicolás, corroboraba el mal momento de este brebaje. «En todo el día solo me han pedido un kalimotxo. Eso sí, me han pedido que se lo sirva bien. Cervezas y marianitos no sé ni cuántos habré servido. La gente ya no pide kalimotxo. Es una realidad», sostenía.

Ya le pasó algo parecido al hermano mayor del kalimotxo, es decir, al tintorro a palo seco. Sus tiempos de hegemonía estuvieron marcados por los vasos de txikito y, sobre todo, por la bota de vino. Esto lo admite hasta Miguel García, responsable de Las Tres ZZZ, la botería de mayor tradición de Iruñea. «En sanfermines, la bota es ya cosa de turistas. A los de aquí ya no los ves bebiendo vino en bota y, menos en una buena, salvo alguno que se la lleva a los toros».

Y mira que la bota se ha actualizado para adaptarse a los cambios en los gustos de los pimpladores. «Ahora se hacen también botas con el interior de látex, donde les puedes meter de todo, también refrescos», comenta García. Pero nada, siguen siendo cosas de guiris. «Los que más nos las compran son los sudamericanos», corroboran desde Las Tres ZZZ. El látex sustituye a la pez, una mezcla de resina de pino y abeto que impermeabiliza el cuero y en la que el vino se curte y adquiere un sabor especial. Para muchos, mejor.

También el kalimotxo trae aparejadas eternas discusiones gustativas, como sobre si es mejor con tinto malo de tetrabrik o con vino del bueno. Ambas facciones tenían sus argumentos, pero lo cierto es que en la práctica jamás se ha escuchado en una barra eso de ponme un «kalimotxo de crianza». Eso lo comprobó el año pasado la Asociación Navarra de Barmans. Dicha asociación de cocteleros, conscientes del declive del kalimotxo, intentó rescatar este combinado, normalizando la mezcla y dándole el glamour de un cóctel. Lo llamaron Caliluxe. Obviamente, aquel bodrio fue un fracaso estrepitoso.

Uno de los mayores embajadores que ha tenido este combinado ha sido Mikel Urmeneta. «Pienso que es mejor con vino bueno. Aunque no demasiado bueno. Recuerdo que tengo un vídeo haciéndome un kalimotxo con una botella de Vega Sicilia que me regalaron. Estaba cojonudo», afirma. Este creativo considera que un kalimotxo «es la mejor aspirina» con la que remontar una resaca. «Tiene el alcohol del vino y la cafeína de la cola en un equilibrio perfecto», subraya Urmeneta.

Sin duda, el mítico brebaje tiene ventajas suficientes como para remontar y volver a conquistar la fiesta tiñéndola de rosa violáceo. Solo hace falta tiempo para ver si esto es realmente el inicio del fin o simplemente, tan solo un bache.