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1977: año crucial y espejo para la vuelta a casa de los presos

Hace 40 años Euskal Herria vivió acontecimientos históricos: el cruce de caminos entre la ruptura o la reforma del sistema establecido durante la dictadura, multitudinarias movilizaciones por la amnistía... Hechos que marcaron el devenir del país y que hoy sirven para poner en perspectiva el camino a seguir en la apertura de un nuevo ciclo.

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Las generaciones más jóvenes probablemente no tengan noción de ello o quizá no guarden ningún recuerdo, pero el año 1977 quedó grabado a fuego en la mente de buena parte de la sociedad vasca. Por muchos motivos: se fraguaba el debate entre ruptura o reforma del franquismo, el anhelo de democratización y libertad se echaba a la calle en un clima de tensión y aumento de la represión, se producía un intento –fallido– de generar alianzas entre las fuerzas abertzales en las conversaciones de Xiberta... Acontecimientos que tuvieron protagonistas de la talla de Telesforo Monzón o Santi Brouard, entre otros muchos. Una parte de la historia de Euskal Herria que ha sido recopilado en el libro “1977 el año de la amnistía 40 años después”, publicado en la serie Korapiloa de la Fundación Iratzar con la pluma de Iñaki Egaña, Floren Aoiz, Antton Lopéz y Kai Saez de Egilaz.

Con Franco fallecido dos años antes y a las puertas de unas elecciones que terminaron por asentar la opción reformista, lo cierto es que en Euskal Herria la apuesta por la ruptura cobró especial importancia. La izquierda abertzale se mantuvo firme en la defensa de la ruptura con el régimen anterior, mientras el resto de fuerzas políticas terminaron decantándose por la reforma. Una agenda reformista que no respondía a la demanda de democratización, como muestra el rechazo que la nueva Constitución española cosechó en los cuatro territorios del sur.

La aspiración de un pueblo que quería ver sus derechos reconocidos se manifestó de manera muy intensa. «Era una época en que había una gran expectativa, esta expectativa creaba convulsión y la convulsión creaba radicalidad. Y la radicalidad se manifestaba en la calle. Para mí, ese sería el recorrido. Todavía era joven en aquella época pero creo que fue un punto de inflexión en Euskal Herria. La gente perdió el miedo, salió a la calle y, en definitiva, fue el despertar de un pueblo», expresa Antton López.

Kai Saez de Egilaz lo recuerda como «un cruce de caminos en el que el debate fundamental era cómo se democratizaba la sociedad vasca, cómo se reconocían los derechos históricos de Euskal Herria». En esta misma línea, López incide en la persistencia de dos modelos: «En un momento determinado las élites del poder con una gran imbricación en el sistema franquista toman una serie de decisiones, hay una convivencia con ciertos partidos que vienen del espacio de la represión franquista y conforman su reforma. La izquierda abertzale apuesta por la ruptura y esos dos modelos hoy en día se ven más claros que nunca».

Semanas pro-Amnistía

En este contexto de lucha, una de las demandas que más apoyo logró cosechar fue la de la amnistía, con masivas movilizaciones y una respuesta represiva brutal que dejó muertes y un reguero de sangre por el camino. Así, en 1976 se había creado ya en Donostia la Comisión Gestora de Personalidades en demanda de la amnistía para todos los presos políticos. Entres sus impulsores se encontraban el escultor Eduardo Txillida, los abogados Miguel Castells y Juan María Bandrés, Félix Soto y el exentrenador de la Real Sociedad Andoni Elizondo.

La dinámica tuvo recorrido y en un año surgieron más de 60 grupos locales y comenzaron las primeras grandes movilizaciones. El 8 de julio de 1976, 130.000 personas se manifestaron en Bilbo. La respuesta policial a este tipo de convocatorias vino unida a más represión. El 30 de julio el Gobierno de transición, con Adolfo Suárez a la cabeza, anunció la promulgación de una amnistía pero el decreto dejaba fuera de su aplicación a los llamados «delitos de sangre» y a todos los relacionados con la lucha armada. El Ejecutivo y la oposición daban así por concedida la amnistía y la oposición de ámbito estatal terminó por desmovilizarse pese a considerarla una medida parcial.

Con una amplia mayoría del pueblo vasco descontenta, la lucha no se hizo esperar y en febrero de 1977 se produce la primera Semana pro-Amnistía, que tuvo su segundo episodio tres meses después, en la que resultó ser la más traumática de las movilizaciones: siete personas perdieron la vida.

Tras una tercera Semana pro-Amnistía en junio, a las puertas de las elecciones que asentaron la opción reformista, la Marcha de la Libertad recorrió Hego Euskal Herria durante 48 días bajo el lema “Amnistía”. Sus objetivos quedaron resumidos en la reivindicación de la amnistía total, del reconocimiento de la identidad nacional, de un Estatuto de Autonomía y de la disolución de los cuerpos represivos.

La cuarta y última Semana pro-Amnistía se desarrolló en octubre y fue violentamente reprimida. El día 15, la Ley de Amnistía fue aprobada por casi la totalidad de los grupos políticos. Una amnistía calificada por quienes propugnaron aquellas movilizaciones más como indulto y auto-amnistía para el franquismo, pues no propició la plena libertad de los presos políticos ni el retorno de los exiliados.

40 años después

El libro publicado por Iratzar pretende ser también una herramienta para poner en perspectiva la situación actual y encarar el futuro de Euskal Herria tras el nuevo ciclo abierto. «Hoy estamos en otro contexto pero es evidente que también estamos en un cruce de caminos en el que, si antes la intención del pueblo vasco era democratizar el Estado español para que se reconociesen los derechos del pueblo vasco, hoy en día esa democratización se nos antoja lejana o prácticamente imposible. Estamos ante la necesidad de buscar nuevos caminos», afirma Saez de Egilaz.

En materia concreta de resolución del conflicto y la necesidad de abordar sus consecuencias, Lopéz afirma que con iniciativas como Kalera Kalera están intentando recuperar ese espíritu movilizador. «No sé si vamos a conseguir tener la potencialidad que se tuvo en aquellos momentos; hoy en día estamos en otro espacio pero tenemos que saber acertar con el diagnóstico y el pronóstico. Eso nos lleva a entender el espacio de represión, de presos y sobre todo la contextualización de la amnistía de una forma determinada. Como un elemento de resolución dinámico que contacte con este pueblo, no un elemento jurídico ortodoxo. Si conseguimos contactar con el pueblo, ahí está la fuerza que va a influir en que esto se desarrolle de una manera determinante para que los presos, exiliados y deportados estén cuanto antes en la calle».

Su compañero añade: «Estamos ante la necesidad de cerrar un ciclo político de 40 años que se ha expresado de forma violenta. Pero eso exige cerrarlo en todas las dimensiones. Es evidente que de ese conflicto quedan una serie de consecuencias, que son por ejemplo la cuestión de los presos y otras relacionadas con la memoria. Si queremos cerrar un ciclo y echar a andar con otro en parámetros estrictamente democráticos, la cuestión de las consecuencias del ciclo anterior tiene que solucionarse definitivamente. Nos tenemos que empeñar entre todos, por mucho que pese a algunos que la cuestión de los presos y exiliados sea un elemento central de la agenda política de este país. Esa tiene que ser la apuesta de futuro».