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El PNV en su laberinto

Los jeltzales inauguraron ayer el curso con su anual cita en Zarautz, donde Egibar y Ortuzar aplaudieron el proceso catalán. Eso sí, marcando una prudencial distancia. Egibar llamó a salir del laberinto político que supone el actual estatus quo, en el que, por otro lado, tan cómodo se ve al líder de su partido.


La Agencia Estatal de Meteorología anunciaba intervalos «nubosos con lluvia escasa» para ayer por la tarde en Zarautz. Había que jugársela entre el lucido malecón de la localidad guipuzcoana o el discreto polideportivo de los Antonianos. En el cielo se abrían sugerentes claros, pero el PNV prefirió la media cancha de fútbol sala. No arriesgan, últimamente, los jeltzales. Ni aunque la ocasión sea buena.

Por lo demás, el mensaje llegó igual de la mano del presidente del Gipuzku Buru Batzar, Joseba Egibar, y del líder del partido, Andoni Ortuzar, que volvieron a sonar diferentes, como diferente es también su peso en el partido. Arrancó el portavoz parlamentario, en voz baja, tranquilo, un poco apagado incluso. Celebró haber «sacado partido» a la «debilidad» actual del PP, pero pidió «no perder la perspectiva». «No es lógico que las competencias que le corresponden a este pueblo dependan de Madrid, tenemos que salir del laberinto político, necesitamos las estructuras de un Estado para responder a los retos que tenemos, no es un capricho», dijo.

Egibar cambió ayer la rotonda por el laberinto, y aunque rechazó cualquier «mimetismo» con el proceso catalán debido a que, según consideró, «el pasado pesa mucho» en la relación entre los partidos abertzales, reconoció la necesidad de un «trabajo en común», así como la posibilidad de llegar a grandes acuerdos en torno al derecho a decidir y el reconocimiento de «Euskadi como sujeto político». Insistió, en este sentido, en el trabajo a desarrollar en la ponencia de autogobierno, en la que rechazó cualquier tipo de veto por parte de PP y PSE.

La tímida salida del laberinto propuesta por Egibar fue rápidamente saboteada por Ortuzar, que un día después de que el alcalde de Donostia, Eneko Goia, declarase la Parte Vieja saturada de turistas, arrancó su discurso con una desacomplejada defensa del turismo que le sirvió en bandeja el principal propósito de su discurso: atizar por arriba y por abajo, por delante y por detrás, a diestra y siniestra, a la izquierda abertzale. Le criticó «la patética campaña», y le achacó sufrir el «síndrome de Peter Pan», «falta de seguridad», tener «miedo a ELA» y carecer de madurez.

A continuación, todavía enrojecida de tanto mandoble, tendió la mano a la misma izquierda abertzale por «si quieren construir país».

Ortuzar repartió estopa también contra sus aliados del PP –«hay que seguir estando en el infierno», dijo en referencia a Madrid– y consideró curioso que «los dos extremos coincidan en su línea de ataque al PNV», en referencia al PP y la izquierda abertzale. No le debieron llegar a Ortuzar los piropos que Alfonso Alonso les lanzó desde Valencia. O sí, pero qué importa. Asusta observar la creciente distancia entre la palabra y la realidad.

De la quema realizada en mitad del laberinto de Egibar, Ortuzar salvó solo a Catalunya. Ni que sea por deferencia al conseller de Presidència y portavoz del Govern, Jordi Turull, presente ayer en Zarautz. Es más, después de escuchar ayer al presidente del EBB, cualquiera pensaría que es aquí donde se va a celebrar un referéndum sobre la independencia.