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Las calles serán siempre nuestras


Escribimos en presente pero cada palabra es pasado en cuestión de segundos. No nos dan tregua. Sólo nos dan policías que duermen en barcos infantiles. El esperpento llega con toda su artillería pesada. Escuchamos bocas soltando mentiras. Ahora las manifestaciones son «tumultuarias». Por eso mandan más policía. Mandan a los «anti-tumulto». La Fiscalía sigue afinando y acusa a los manifestantes de sedición. Los que salimos a la calle somos una «muchedumbre» dirigida por una secta de líderes a quienes adoramos ciegamente. No somos personas. Somos imbéciles. «Las calles seran siempre nuestras», gritamos el miércoles. Por eso nos sentamos en el asfalto. Porque en en nuestra casa nos sentamos donde queremos. Eso sí, siempre creando tensión. Una tensión invisible que sólo la puede ver el Gobierno español. Es magia. Es la magia de la democracia española.

Casualidades de la vida, quien va a juzgar a los acusados de sedición es el antes policia franquista y hoy juez Ismael Moreno, el mismo que mandó a la cárcel a dos titiriteros. No hay que pensar mal. En España tampoco hay tanta gente. Se repiten protagonismos. Aunque sea por desgracia. Una revolución pacífica es un reto. No todo el mundo está preparado para reconocer que la voz de un pueblo rechaza la violencia para hacerse oír. Como las calles seran siempre nuestras, no nos interesa destrozarlas. Vivimos aquí, en las calles de de todo el país, para defendernos del golpe de un Estado corrupto. Somos personas. Libres. Lo éramos hace cinco minutos. Lo seremos a pesar de las mentiras y el juego sucio. Siempre tendremos voz. Aunque se inventen que las voces son actos violentos. Somos personas mayores y personas jóvenes. Investigan si los colegios mandan niños a la calle para proclamar la insurgencia. No hace falta que investiguen. Las madres y los padres responsables llevan a sus hijas e hijos a las manifestaciones porque de ello depende su futuro. Hay que aprender a defender la libertad. Hay que saber que las calles siempre seran nuestras.