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Girona y Barça, juntos en este partido

Un evento deportivo inédito en una semana política histórica. Y con un prólogo impresionante. Cuando en el Montilivi de Girona se anuncia la entrada de Puigdemont, las dos aficiones se unen en una ovación. En un canto: «El Segadors». Y en un grito: «Votarem».


Esta vez la grada no se reparte en dos camisetas, sino en tres: a la azulgrana del Barça y a la rojiblanca del Girona se suma una enseña común, la estelada (más que simples senyeras), bien en modo camiseta o bien colgada al cuello. Visitar ayer este derbi nunca jugado en Primera División permite medir si la efervescencia política del país llega también a este ámbito del fútbol, a veces tan indiferente a la realidad externa y siempre tan dado a luchas fraticidas.

Tanto en el centro de Girona como en los aledaños del estadio de Montilivi ya ha quedado claro que no, que la demanda de votar empapa y se sobrepone a todo estos días, incluso a «el partit del sigle» como lo llama el diario local en un despliegue de doce páginas. Ocurre además que las dos hinchadas disputan juntas este partido. Pero todo lo que se pueda haber escuchado y visto fuera del estadio se queda pequeño a las 20.37, a ocho minutos del inicio del choque, cuando se anuncia por megafonía la entrada al palco del president de la Generalitat y todas las gradas revientan en una ovación común. Puigdemont es hoy Messi.

A la salva de aplausos le sucede luego, espontáneamente, ‘‘El Segadors’’ entonado a capella, vibrante. Y sin acabar la primera estrofa le supera y acalla otro grito aún más fuerte: ‘‘Votarem, votarem’’. Aquí no hay colores que valgan, es una misma voz.

Joan es seguro uno de los que ha aplaudido a Puigdemont. Una hora antes del partido histórico, tras apartar costosamente el vehículo en la cuesta que lleva a Montilivi, se sincera sobre el exalcalde de Girona: «Yo nunca pensé que llegaría tan lejos. Bueno, ni que vería aquí al Barcelona en Primera, ¡pero si siempre hemos estado entre Segunda B y Tercera! Ahora te digo que ya me creo todo. Quiero ver una República catalana, y va a pasar, va a pasar».

A este veterano socio del Girona le brillan los ojos recordando que en junio, en la celebración del primer ascenso a la elite de la historia del club, «Eloi Amagat, el capitán, que es un nen de aquí de toda la vida, comenzó a gritar ‘In-inde-independència’ con toda la plaza, eso fue la monda, eso no hubiera pasado hace veinte años ni hace diez años, pero hoy sí».

Este es un día para hablar con personas mayores, más conscientes de la trascendencia de todo lo que está ocurriendo, tanto en este divertimento del fútbol como en la trascendente actualidad política. Bajo una pancarta gigante de ‘‘Welcome to catalan republic’’ que da la bienvenida a Montilivi en una de las facultades universitarias anexas, apuran un gin-tonic media docena de culés, tras una cómoda hora de coche. «Pues mira, nos costó mucho encontrar entradas pero hemos venido hoy porque el próximo domingo no hay Camp Nou, habrá que estar en la calle», dice Ernest, 57 años de socio, pura herencia familiar. Tienen preguntas a su vez para el periodista: «¿Cómo ha acabado lo de los mossos? ¿Han dicho que no? ¡Con dos collons!».

Se habla mucho de política, más que de fútbol que ya es decir, a primera hora en la parte vieja de Girona. Para Miriam, camarera, que este sábado está tras la barra con una camiseta local, «no hay otro tema. ¿Y qué quieren? ¿Qué se creían? Con las burradas que están haciendo…»

Sorprende, visto lo candente del asunto, que no haya una quedada indepe entre aficiones, alguna convocatoria que impulse el 1-O a ocho días vista... «Es que no hace falta», nos saca de dudas Josep: «Está todo bastante claro, otra cosa es que lo quieran oír...». El azulgrana Ernest subraya también la naturalidad que ha adquirido este asunto para la sociedad catalana: «En el Camp Nou llevamos años ya gritando ‘independencia’ en el minuto 17 de cada partido». Y como si tuviera conexión mental oculta con Miriam, añade también: «¿Y que se creían?».

Minuto 17

Volvemos al estadio. ‘‘Marca’’ dice que la seguridad está alerta por si se produce una invasión de campo en el minuto 17. No ocurre eso, pero sí es el momento en que se levantan cientos de esteladas por aquí y por allí, y vuelve a demandarse la independencia. Son muchos y muchas. Mientras han ido llegando al campo, tan elocuente resulta ver a cuadrillas de aficionados con la estelada hablando en castellano (algo decididamente raro en Girona) como observar a inmigrantes africanos envueltos en las pancartas del «Sí».

Pregunta solucionada: tampoco el fútbol está al margen de una ebullición política incontenible. En las ruedas de prensa de la víspera, tanto el entrenador local, Pablo Machín, como el culé, Ernesto Valverde, han sido interpelados sobre el referéndum. La ZDF alemana le ha planteado a Machín si no teme que sea perjudicial para el Girona. El discurso del miedo no amilana a las hinchadas, a la vista está. Y tampoco a los clubes: Girona y Barça denunciaron el miércoles la redada y añadieron su apoyo férreo al derecho a decidir.